Cooperativistas provenientes de paÃses limÃtrofes cuentan cómo y por qué llegaron a la Argentina. Y se expresan en contra de la reforma migratoria que fomenta la discriminación en la vida diaria.
"No somos inmigrantes, somos exiliados”, es lo primero que dice Reyes Guerrero cuando le consultan sobre la reforma migratoria sancionada por el decreto del presidente Mauricio Macri. Para modificar las leyes que afectan a los inmigrantes, lo primero que habrÃa que conocer es la realidad de sus paÃses. Por qué vienen, para qué: “Nos tenemos que ir de nuestras tierras para buscar un futuro. Un lugar donde trabajar y crecer. Asà llegamos a un paÃs hermano como Argentina. La mayorÃa de nuestra gente no eligió venir, dejamos nuestros afectos y costumbres. No es una cosa fácil”, completa Reyes, quien vino desde Paraguay de pequeño y actualmente es presidente de la cooperativa textil Piporé.
La reforma migratoria de Cambiemos prohÃbe el ingreso al paÃs de cualquier extranjero con antecedentes penales o con una condena no firme. Lo que significa que personas que son libres en su paÃs de origen, no pueden ser libres en la Argentina. Dentro de las justificaciones de este decreto -que atenta contra los derechos humanos- se esgrime que la población de personas de nacionalidad extranjera bajo custodia del sistema penitenciario es del 21 por ciento sobre el total. Si el dato no es falso, fue cuanto menos distorsionado por la agenda mediática. Y los redactores del decreto compraron el buzón de esa distorsión.
El Sistema Nacional de EstadÃsticas Sobre la Pena difundido por el Ministerio de Justicia el año pasado indica que la población carcelaria está compuesta por un 5% de personas provenientes de paÃses limÃtrofes y Perú, un 1% del resto de los paÃses, y un 94% por ciudadanos argentinos. De la población total de la República Argentina, solo un 5% proviene de paÃses limÃtrofes, lo que indica que ninguna estadÃstica refleja un mayor involucramiento -en términos porcentuales- de extranjeros que de argentinos en actos delictivos. Lo que sà sucede es que la PolicÃa involucra a extranjeros en causas armadas y los persigue más que a los argentinos. Más extranjeros son detenidos sin justificación, producto de la discriminación que emerge tanto de los discursos de la agenda mediática como desde leyes y decretos persecutorios.
“Esta polÃtica del gobierno de Macri duele, porque nosotros somos hermanos y ya nos han dividido mucho. Ahora se vuelve a putear a los hermanos de las fronteras, cuando somos todos de la Patria Grande”, dice Reyes. “Me incomoda y molesta que hablen como lo están haciendo de nosotros, los extranjeros. Es verdad que por unos que vienen a hacer el mal a este paÃs pagamos los platos rotos. Nos ponen a todos en la misma bolsa. Y asà se alienta la discriminación”, agrega Esmeralda Albarracin, peruana que ya lleva 22 años en Argentina. “Yo acá muchas veces me sentà discriminada por mi nacionalidad. Muchas veces escuché al pasar ‘estos bolitas nos vienen a sacar el trabajo’. Cuando los inmigrantes tenemos derecho a una oportunidad. A trabajar y progresar”, refleja su sentimiento Amparo Menchaca, trabajadora boliviana que llegó hace dos años al paÃs.
Los tres son cooperativistas. Tres personas que vinieron a trabajar y lo hacen muy bien: colectivamente, con solidaridad y humildad. Sin embargo sufren la xenofobia. Hasta 2015 partÃa desde los medios de comunicación y de un fragmento de la sociedad resentida o desinformada. Ahora también parte desde el mismo Estado.
Amparo sufrió mucho cuando llegó. Vino a trabajar con su hermano VÃctor a un taller clandestino de Flores. Allà en un incendio -originado por las precarias condiciones- murieron sus dos sobrinos. Ahora trabaja en Mac Body, cooperativa de la Red Textil Cooperativa. Y disfruta vivir en Buenos Aires: “Ya me adapté a esta tierra, ya es mi lugar. Me gusta vivir en Argentina, su clima, el trabajo, que no es tan pesado como en Bolivia. Tuve más oportunidades acá y lo valoro mucho”.
Esmeralda llegó sin nada hace 22 años. Si en la frontera le hubiesen preguntado qué venÃa a hacer, ella no podrÃa haber dado una respuesta. Y si no la hubiesen dejado pasar, ella nunca habrÃa aprendido de construcción, y a la cooperativa de Tigre, a la que pertenece, le faltarÃa una mujer clave: la presidenta. “Cuando recién llegué no sabÃa ni a dónde iba porque no tenÃa ni familia ni conocidos. Empecé trabajando como empleada doméstica, después fui vendedora ambulante en San Isidro. VendÃa productos de acuerdo a la estación del año, desde alfajores en invierno a banderitas para los dÃas de partidos de fútbol. Diez años asà hasta que un dÃa me comentó una vecina sobre el trabajo cooperativo y ahà empecé. Primero como una asociada más y hoy soy la presidenta de la cooperativa. Me hice mi lugar acá. Tengo una hermana en Argentina y muchos amigos y compañeros. Por suerte me fue muy bien. Me compré un terrenito, construà mi casa y la voy equipando de a poco”.
Reyes vino de muy chico. TenÃa apenas tres años cuando llegó a Liniers. En el colegio los compañeros hacÃan diferencias por ser extranjero. Luchó contra eso: armó una familia y construyó a través del cooperativismo más de mil viviendas. Por eso también siente tristeza al ver cómo el gobierno reproduce esa diferenciación que sufrÃa en la escuela: “Nosotros venimos a trabajar, a producir y a vivir en un paÃs que queremos. Tenemos nuestras familias y aportamos para que el paÃs crezca”.
“Esta polÃtica del gobierno de Macri duele. Yo sigo viviendo en un barrio popular, con muchas personas que vienen de Chile, Paraguay, Bolivia y Perú. Vivimos en armonÃa y solidaridad con los argentinos. Somos vecinos. Ahà no se siente ese clima de discriminación pero existe. Y no puede ser: somos paÃses hermanos, nos necesitamos”.
La marcha contra la xenofobia
Las personas migrantes se tuvieron que movilizar en distintos puntos del paÃs para recordar, en medio de tanto fogoneo y persecución, que migrar no es delito.
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"Me di cuenta de que no debÃa tener vergüenza de ser quechua"
Kusi Killa nació y vivió en el campo boliviano. Recién cuando empezó a transitar las grandes ciudades conoció la discriminación y el racismo. Es migrante y eso le da orgullo, hoy enseña su idioma originario para mantener la cultura viva.