El Gobierno porteño apunta contra puesteros, feriantes y trabajadores informales, mientras reconoce que la indigencia porteña aumentó un 98% en tres años. Una polÃtica de Estado sin contemplaciones, y con sutiles métodos de violencia.
En lo que duró enero, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires arremetió contra los productores de la UTT, que realizan feriazos en plazas y venden bolsas de verdura a diez pesos para visibilizar sus reclamos; contra los feriantes del Parque Centenario, que habÃan encontrado allà una manera de parar la olla en sus casas; y contra los legendarios libreros del Parque Rivadavia, que de repente vieron como unas grúas trasladaban “provisoriamente” sus puestos y su historia para abrir una calle entre Rivadavia y Rosario. Antes, en esta particular manera de endurecerse contra los que están literalmente en la lona, habÃa barrido a los cientos de migrantes que vendÃan productos en Constitución, Once y Flores.
No son hechos aislados. Todo lo contrario: es una polÃtica de Estado que acorrala, cada vez más, a las personas que se la rebuscan para no engrosar las cifras de indigencia en la ciudad más rica del paÃs. Porque aunque algunos medios lo oculten o intenten relativizar la cuestión, el mismo Gobierno de la Ciudad --a través de la Dirección de EstadÃstica y Censo-- dio las cifras oficiales de indigencia:
2015 100.000
2016 146.000
2017 140.000
2018 198.000
Los números dan cuenta de la catástrofe social. El aumento es del 98 por ciento desde que asumió la gestión de Horacio RodrÃguez Larreta en Buenos Aires, o desde que Mauricio Macri llegó a la Casa Rosada.
La polÃtica del Gobierno porteño es acorralar, cada vez más, a las personas que se la rebuscan como pueden para no engrosar las cifras de indigencia en la ciudad más rica del paÃs
Ante esta situación, que se percibe caminando por cualquiera de las calles porteñas en cualquiera de sus barrios, el Gobierno, en lugar de flexibilizar (una palabra que tanto le gusta para otros asuntos) su control y su poder de policÃa con los y las que tratan de rebuscarselas, lo incrementa. AhÃ, en esa forma de concebir esta realidad, es dónde entran en juego las sensibilidades e ideologÃas de los funcionarios.
Jorge Dilorenzo, uno de los libreros históricos del Parque Rivadavia, murió el 24 de enero luego de que se descompensara por las condiciones precarias de los puestos "provisorios"
Esta polÃtica desconsiderada y sin contemplaciones con las y los laburantes informales a veces produce desgracias, por supuesto. Las produce la mano dura y el accionar de la PolicÃa de la Ciudad, que destila todo su racismo y xenofobia con los migrantes, o las produce el cuerpo o la mente de cada damnificado, como pasó con Jorge Dilorenzo, titular del puesto 42 del Parque Rivadavia, uno de los trabajadores históricos de ese lugar.
El 24 de enero, alrededor de las 13, Dilorenzo murió a causa de una descompensación por los efectos del intenso calor y las condiciones precarias en las que están trabajando todos los puesteros: sin sobretechos, aleros ni toldos, sin agua potable, sin luz eléctrica, sin baños. Un combo explosivo si se le agrega el cansancio y stress provocados por la mudanza y la incertidumbre de qué pasará con sus fuentes de trabajo, y el hostigamiento por parte de la Dirección General de Ferias, que pasa tres veces al dÃa para controlar el presentismo de trabajadores que están ahà hace décadas. La violencia de un Estado a veces tiene formas más sutiles que una picana o una pistola.
No es un hecho aislado, es una persecución
Una vez más, la PolicÃa de la Ciudad, conducida por el jefe de gobierno porteño, Horacio RodrÃguez Larreta, volvió a atacar salvajemente a los inmigrantes senegaleses, en un claro acto de racismo y xenofobia.
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