El vaciamiento de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia avanza junto a la libertad de ajuste económico del Gobierno de Milei. Reunimos testimonios de personas que coinciden en su condición de despedidas, pero también en su mirada sobre lo que se pierde si se destruye la memoria social.
No les une el amor ni el espanto, sino la memoria. Hasta hace unos días trabajaban en espacio vinculados con los derechos humanos, la cultura y la identidad nacional. Hoy están... ¡afuera!, el modo autoritario con el que el presidente Javier Milei se refiere al achicamiento del Estado nacional.
Cecilia era parte del ex Centro Clandestino Olimpo, Damián del Centro Cultural Haroldo Conti y M. (elige preservar su identidad) del ex Centro Clandestino Virrey Cevallos. Tres historias de vida, tres recorridos profesionales y tres termómetros concretos para entender el impacto de la motosierra en el corazón del proceso de Memoria, Verdad y Justicia.
“Trabajar en estos lugares nos dio la posibilidad de conocer un relato que no está en otro lado y la posibilidad de caracterizar al Estado a lo largo de su historia”, explica M., despedido del Virrey Cevallos que inició su recorrido laboral en espacios de memoria porteños en 2008. Formalmente, estaba a cargo de preservación, obra y mantenimiento, pero sus tareas se fueron ampliando a visitas guiadas y otras labores vinculadas con el sitio ubicado en en el barrio de Monserrat.
M. sigue con su mirada histórica: “El Estado, en realidad, no nace como un benefactor de la sociedad, sino que en sus inicios garantizó modelos económicos que tenían que ver con un modelo agroexportador bajo las condiciones que imponía el Imperio Británico. A lo largo del siglo XX esas cuestiones fueron cambiando hasta llegar a los años 70, con el inicio de un modelo neoliberal que se impone a través del terrorismo de Estado. Es importante reconocer y conocer la historia de lucha del pueblo argentino, cómo esa caracterización inicial del Estado como garante de un modelo económico fue cambiando gracias a las luchas populares que hicieron un sentido de lo público y fueron ganando conquistas que hoy conocemos como derechos. Eso es lo que nos deja este lugar: un relato histórico propio, que no baja desde arriba, sino que se construye a partir de la memoria colectiva”.
Cecilia, socióloga con 11 años de antigüedad en el ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio Olimpo, ubicado en Floresta, dice tras su despido: “Nosotros queremos seguir manteniendo el espacio, y lo digo en tiempo presente porque es difícil desprenderse cuando uno establece lazos afectivos con este tipo de trabajo. Yo me desarrollé profesionalmente con un grupo de gente muy formada, personas que están hace 20 años, y a medida que iba ingresando gente nueva se formaba en ese trabajo específico y eso enriqueció un montón nuestra tarea. El tipo de investigación que se realiza en los sitios de memoria es muy particular, somos investigadores, pero además estamos en un lugar que es prueba judicial, que requiere cuidados y un acercamiento específico”.
“El objetivo de fondo del Gobierno nacional es la no creencia en la función del Estado y dejar obsoleta la Secretaría de Derechos Humanos porque, según ellos, no sirve para nada”, apunta Damián, quien se desempeñaba como coordinador del área de Literatura del Centro Cultural Haroldo Conti, en el predio de la ex ESMA. El 6 de febrero cumpliría 13 años de laburo continuado. Sobre la línea política actual: “Ojalá hubiera un debate de ideas, pero ni siquiera se llega a eso. Es la destrucción por la destrucción misma simplemente”.
El método de la precarizarización
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M. hace una cronología sobre los sitios de memoria de la Ciudad: hasta 2014, funcionaban bajo la órbita del Instituto Espacio para la Memoria, un ente autárquico y autónomo que luego se disolvió. Luego pasaron a depender del Ministerio de Justicia de Nación, específicamente, de la Secretaría de Derechos Humanos (“pero en condiciones precarias, con estos contratos que concluyeron el 31 de diciembre pasado y no han sido renovados”, explica).
Sobre la situación del Virrey Cevallos: “Antes de la llegada de la actual gestión nacional, éramos 10 compañeros y compañeras trabajando en el lugar, en distintas áreas: educación, transmisión, investigación y preservación. Hoy solo quedan dos trabajadores que firmaron un retiro voluntario en condiciones muy precarias y les prometieron a cambio un contrato también precario; el resto de compañeros quedamos afuera”.
Cecilia, que habitó el Olimpo durante más de 10 años, también habla de precarización: “Entré con un tipo de contrato que es como una planta permanente pero tercerizada mediante unos convenios que hacían entes cooperadores con el Ministerio de Justicia. En el Olimpo éramos cinco personas con esta condición y nos echaron a todos”.
“Ayudados por uno de los sindicatos, fomentaron un retiro voluntario que en realidad era totalmente extorsivo, en el cual te pagaban un sueldo en cuotas dependiendo de tu antigüedad; es decir, no te pagaban la indemnización completa que te corresponde en el caso de que te despidan y te prometían un contrato precario”, describe. Quienes no aceptaron ese retiro, fueron apartados. “En el medio, hubo compañeros con contratos precarios –explica la socióloga e investigadora despedida– que fueron despedidos a mitad de año y luego reincorporados. Ahora tuvieron que rendir el examen de idoneidad, que se suponía que les garantizaba la continuidad laboral, pero igual fueron despedidos”.
Mientras coordinaba el área de Literatura del Conti, a Damián le tocó organizar ciclos de poesía, festivales, presentaciones de libros, espectáculos interdisciplinarios con cine y música, talleres para escuelas y abiertos al público en general. ¿Qué pasó con la gestión liberal? “El Conti estuvo totalmente desfinanciado, la Secretaría de Derechos Humanos casi no tuvo gestión en todo 2024. En concreto, el Conti tenía 90 trabajadores de los que quedarían 30 que van a cobrar la mitad del sueldo en una situación súper precaria. Si esto sigue adelante, cerrarlo o no cerrarlo sería un eufemismo. El Conti no va a cerrar, pero lo están desmantelando. Entonces, es las dos cosas a la vez”.
“A pesar de todo eso, si entrás a la web del Conti –destacada Damián– la programación 2024 fue brutal. Hubo actividades casi todos los días, sin presupuesto, gracias a los lazos del Conti y de sus trabajadores con la comunidad artística para poder sostenerlo. Se trabajó a full y con todo en contra para sostener el espacio, porque finalmente la voluntad de los trabajadores es que el Conti funcione, porque creemos de verdad que es un espacio de política pública. Y por eso lo defendemos. Ni siquiera tiene que ver con los puestos de trabajo o con la militancia”.
Cecilia: “En Olimpo solo quedan seis trabajadores que no pueden cubrir ni el 10 por ciento de lo que hacíamos, porque no era que cada persona hacía una cosa de manera independiente, trabajábamos en equipo. Creo que la sociedad está perdiendo vitalidad con esto, más allá de mi sueldo y mi supervivencia. Veo realmente muy macabro todo”.
Patrimonio de la memoria nacional
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Cuando asumió el Gobierno de la Libertad Avanza, había cerca de mil trabajadores en la Secretaría de Derechos Humanos. Desde ese momento hasta el final del 2024, quedaron menos de 800. Damián: “Algunos renunciaron porque no aguantaron más la presión que hubo en sus espacios de trabajo y otros fueron despedidos en oleadas. Hubo puestos que se fueron recuperando, otros no. De esos 800, ahora quedaron 600 afuera y a más de la mitad de los 200 que quedan les bajaron el sueldo al 40 por ciento, es decir, destruyeron todo y además nunca hubo presupuesto para hacer nada”.
Desde su experiencia en el Virrey Cevallos, M. dice: “Este espacio y todos los sitios de memoria fueron recuperados por vecinos, sobrevivientes, familiares y por los territorios que rodeaban esos lugares, que los recuperaron para sí mismos. En el caso de Virrey Ceballos, a partir de 2004 se declaró sitio histórico gracias a la lucha de vecinos, vecinas y sobrevivientes, que presentaron un proyecto de ley en la Legislatura, lograron la expropiación y a partir de 2009 el espacio abrió sus puertas al público”.
Tiene claro que con el vaciamiento no se pierde únicamente un edificio, sino “un espacio ganado por la sociedad, en el que hoy en día confluyen universidades, escuelas, organizaciones del barrio, vecinos, vecinas que de alguna manera están atravesados por las mismas problemáticas de vulneración de derechos”. Sigue: “Se pierde un espacio de discusión, de reflexión y un lugar donde se pueden llegar a ganar derechos a través de la organización social”.
Cecilia participó en la coordinación de publicaciones, la elaboración de documentos, la organización de proyectos y una investigación profunda sobre la relación del sitio del Olimpo con el barrio de Floresta, “además de toda la articulación comunitaria de actividades y de vinculación con instituciones y organizaciones”. La suya era “una multitarea para establecer lazos y hacer una reconstrucción de la memoria en acción”.
Para ella, “la experiencia del Olimpo es una experiencia de participación” con una rica historia: “El espacio se recuperó luego de todo el movimiento de asambleas de 2001 y, en 2004 y 2005, por un movimiento de vecinos organizados junto con organismos de derechos humanos y con sobrevivientes de la dictadura”.
También menciona que “el rol de los sobrevivientes en la recuperación de los espacios de memoria es fundamental”. Dice que “trabajar con ellos y ver cómo siguen luchando para que se sepa la verdad de lo que pasó en esos lugares, es de una riqueza inmensa”. “Me encontré con una generosidad que nunca antes había visto y son los últimos que vieron con vida a los desaparecidos. Rescato eso con un agradecimiento enorme hacia ellos y estoy feliz de haber trabajado en ese lugar”.
Damián elige abrir el foco para pensar la situación: “Todo lo que es el predio de la ex ESMA, del cual el Centro Cultural Haroldo Conti es parte, es el resultado de muchos años de pelea de los organismos de derechos humanos. Más allá de que en un momento el Estado tomó la decisión de recuperarlo y de generar allí un espacio dedicado a la memoria y otorgar edificios a distintos organismos, todo eso fue posible porque hubo algo que se mantuvo vigente en todos los contextos, incluso en los momentos de mayor impunidad, que tiene que ver con la lucha de Madres, Abuelas, hijos y todo lo que está alrededor de esos movimientos”.
¿Qué aporta la memoria histórica? “Ese legado fue el horizonte de todo lo que se hizo en el Conti. Eso no quiere decir que solamente se piense en la historia reciente de los 70. El centro cultural trabaja y piensa en un montón de otras direcciones que tienen que ver con las memorias en plural de Argentina y Latinoamérica, siempre le dio un lugar a todas esas historias para que puedan transformarse en obra, en discurso o en lo que fuera”.
Cecilia: “Para mí el trabajo de la memoria enriquece la cultura y la identidad de nuestro país. Nosotros trabajamos con un legado de lucha en derechos humanos, con un legado de sangre que corrió, de búsqueda, de investigación que iniciaron los organismos”.
Una historia en (re)construcción
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“Mi situación personal obviamente es crítica, en el sentido de que me dedico a trabajar en estos lugares desde hace más de 16 años”, reflexiona M. Dice que tendrá que “buscar otro trabajo”, pero eso no significa que él y sus compañerxs del Virrey Cevallos dejen de hacer “las tareas correspondientes en el lugar donde funciona una mesa de trabajo y consenso, que es la que impulsa las actividades” y está integrada por “organizaciones, universidades, escuelas, vecinos y vecinas que proponen y activan las propuestas”. Tiene claro que con la motosierra liberal “se pierde un espacio de construcción social”.
“Los sitios de memoria son instituciones muy recientes que se empezaron a hacer sólidas en este último tiempo”, aporta Cecilia. Sobre el futuro: “La pérdida y las consecuencias son tremendas, porque aunque vuelva un Gobierno que diga que defiende los derechos humanos y que vuelva a recuperar los sitios, se pierde una continuidad, se fragmenta, no se recupera tan pronto lo hecho y lo que todavía hay por hacer”.
Damián: “Para nosotros es muy importante, incluso por encima de nosotros como sujetos, que el Conti se sostenga porque es una política pública, es parte del Estado, no debería ser parte de un Gobierno. Es como que un Gobierno cierre todos los museos porque no le interesa el arte. Así no podemos construir nada como país. Las políticas de Memoria, Verdad y Justicia no se construyeron de repente. A veces parece que fueran potestad de un Gobierno puntual, pero hay señoras que marchan hace 47 años, todos los jueves en la plaza. Esto es algo que excede a un Gobierno y a una decisión coyuntural y estaría buenísimo que pudiéramos construir desde ahí”.
El Centro Cultural Haroldo Conti fue sede de un festival veraniego muy concurrido bajo la consigna “Una memoria que arda”, donde la solidaridad social se expresó con el cuerpo en defensa de ese y todos los espacios donde se construye memoria. A Damián esa experiencia le dio una perspectiva de construcción política para lo que viene: “Fue una reacción maravillosa de un montón de gente que vino a defender algo que nos excede y está buenísimo que haya algo más grande por lo que pelear, siempre eso es difícil de encontrar y cuando aparece es muy luminoso”.
Su propuesta hacia adelante: “Creo que es importante cambiar el chip y ponerse en acción, en movimiento, sacarse todo espíritu derrotista. Salir de cualquier estado de sumisión o de tristeza. Me parece que está buenísimo la motivación, activar el deseo, vislumbrar el futuro. Es una época muy difícil para imaginar el día después y me da la sensación que algo de eso empezó a aparecer”.
M. tampoco piensa abandonar: “De alguna manera u otra manera, vamos a seguir presentes, pero no queremos que se cierren estos lugares porque creemos que lo que está en disputa es un relato y es en estos sitios de memoria, justamente, donde se produce un relato que no es el oficial”.
Todo guardado en la desmemoria
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