Docentes y organizaciones sociales se manifestaron contra el hambre y la falta de trabajo. El gobierno de la Ciudad respondió con represión: hubo varios heridos.
El primer gesto de enseñanza en la jornada del 11 de septiembre lo tuvieron lxs docentes, que junto a la consigna "Con hambre no se puede enseñar" celebraron su día con una mesa solidaria con lxs de abajo, sobre todo el piberío de los barrios que llega a las aulas argentinas con el estómago vacío.
La siguiente lección la dio un grupo de organizaciones sociales, que llevaron sus ollas, sus banderas y su voluntad de lucha a la plaza del pueblo, donde desplegaron una pancarta a metros de la Casa Rosada que interpelaba directamente a la indiferencia del Gobierno: "¿Quién vive con 7500 pesos?".
En paralelo, otras organizaciones del campo popular se concentraron frente al Ministerio de Desarrollo Social y tuvieron una respuesta oficial acorde a la rabia discursiva de la ministra Patricia Bullrich: les aplicaron el "palito de abollar ideologías", con una represión que dejó varios heridos, una persona detenida al voleo y reporteros gráficos gaseados y agredidos.
Con las horas contadas por su propia impericia, la cúpula política que gobierna la Argentina disciplina con furia y silencio a los sectores que día a día sufren la violencia del Estado en el cuerpo y el bolsillo.
Para que la jornada del 11 de septiembre fuera del pueblo y no del Gobierno hambreador, al caer la noche las calles se convirtieron otra vez en el escenario principal de las enseñanzas de la historia.
Cuando los libros recuerden estas jornadas tristes de la Argentina presente, volverán a aparecer las únicas postales dignas de rescatar: los destellos de las almas rebeldes que no se conforman con las migajas del poder cuando está en juego el futuro del país.
Cocineras de los barrios marginados: exigen trabajo formal, reconocimiento salarial y derechos laborales
Son mujeres imprescindibles que paran la olla en comedores y arriesgan sus vidas por un plato de comida. Que ayudan a migrantes, brindan atención en salud y género; pero no las reconocen como trabajadoras "esenciales".
Las esenciales sin lo esencial
Ellas están a cargo de comedores comunitarios del conurbano. Tras un año de pandemia cada vez son más las personas que comen sus comidas pero la mercadería escasea en los barrios donde el Covid es una más entre las pestes y la vacuna para las cocineras todavía no llega.
La organización social como respuesta al Covid, al dengue y al hambre
En el Bajo Flores, hay hogares con riesgo de desalojo en donde hace falta asistencia alimentaria, educación, trabajo y medicación. A esto se le suma el miedo a contagiarse dengue y covid. En el sur profundo de la Ciudad, sobran motivos para empoderarse y comprometerse con la lucha.