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El tiro final para la "casta" jubilada

por Estefanía Santoro
Fotos: Rodrigo Ruiz
11 de septiembre de 2024

Diputados convalidaron en el recinto el ajuste a jubiladxs en línea con el Gobierno de Milei. Afuera, como se hizo costumbre cada miércoles, la furia represiva como respuesta a la bronca de quienes salen a la calle para reclamar por una vida más digna. Crónica de una tarde picante.

“No se vayan, no nos dejen solos”, gritaba una jubilada a las columnas de organizaciones sociales y sindicatos que comenzaban a retirarse de la calle al menos una hora antes que en el recinto de Diputados se terminara la votación.

Ramon llegó a la concentración con una foto de Norma Plá, la legendaria luchadora que en los 90 le hizo frente al neoliberalismo menemista. “Es putrefacto lo que está haciendo Milei, aplican planes de hambre y gobiernan para los millonarios. Yo cobro 274 mil pesos, no me alcanza ni siquiera para subsistir”, dice mientras toca uno de sus ojos, aún le molesta la vista por el gas que le tiró un policía a muy corta distancia el miércoles pasado en el anexo del Congreso.

Escribo con los ojos irritados y una molestia en la garganta, el efecto de los gases suele durar un par de horas. Esta tarde, en las inmediaciones del lugar donde se definió continuar con el hambre y el ajuste hacia lxs jubiladxs, había personas desconocidas, llorando, abrazadas.

Vi cuando un grupo de jubiladxs se cubrían las espaldas frente a un cordón policial que avanzaba sobre la avenida Entre Ríos. “Gracias por acompañarnos en la lucha”, le dijo unx de ellxs a una joven.

“Que lo vengan a ver/ que lo vengan a ver,/ jubilados le enseñan/ cómo luchar a la CGT”, entonaron lxs Jubiladxs Insurgentes cuando el clima era un tanto más alentador porque los escudos policiales no avanzaban sobre sus cuerpos. 

Cuando el veto a la ley de movilidad jubilatoria ya se había consumado, la noticia corrió rápido en la calle. Una mujer que estaba parada frente al Congreso rompió en llanto y un hombre que desconocía acariciaba uno de sus brazos en señal de apoyo.

Otro jubilado contaba a gritos que trabajó durante 43 años, pedía que le den lo que le corresponde, una jubilación digna, porque apenas le alcanza para comer. Detrás de sus anteojos unas lágrimas corrieron por su rostro.

Las fuerzas represivas, en todas sus formas y colores (Policía de la Ciudad, Policía Federal, Prefectura, Gendarmería), un miércoles más comenzaron a avanzar sobre lxs manifestantes.

Tiraron gases y balas de goma sin piedad, también salió la Motorizada porteña a cazar personas. Detenciones, golpes, gritos y el ruido de las motos acelerando para completar el clímax de terror.

Un hombre en silla de ruedas logró escapar de uno de los cordones policiales, pero otrxs no tuvieron la misma suerte. Una madre buscaba desesperada a su hijo que fue a manifestarse, lo perdió cuando comenzó la represión, no sin antes ver cómo recibía 18 balas de goma de la Policía. Alguien lo auxilió y le avisó que el SAME se lo había llevado en ambulancia.

Cristina Rodríguez cuenta que todos los miércoles se manifiesta en el anexo del Congreso con sus compañerxs jubiladxs. Su situación económica es peor que en los 90, ya ni puede pasar por la farmacia: “Tengo la educación de pagar todas las cuentas apenas cobro, lo que me sobra lo dejo para el buche, olvidate de los medicamentos, ahí ya no llego”, decía.

Adriana Agüero, enfermera de oncología y jubilada del Hospital Garrahan, se acostó sobre el cemento para que un camión hidrante no avance sobre lxs manifestantes, mientras dentro del Congreso se aprobaba el veto de Javier Milei que negó un aumento magro para las jubilaciones.

Angustia es el estado anímico que define a lxs manifestantes esta tarde. Indigencia es la destino al que condenan a lxs jubiladxs de ahora en adelante. Lxs responsables, integrantes de la "casta" institucional, pasarán a la historia como miserables.

Escribo y los ojos siguen ardiendo.

Todo lo vivido quema.