Los trabajadores de prensa se mueven en un escenario dominado por el cierre de medios, los despidos masivos, salarios a la baja y persecuciones. La influencia del Estado y los cambios tecnológicos. Y una pregunta que todos nos hacemos: ¿Qué pasará con la profesión en el futuro?
Sólo basta con escribir dos palabras en Google. Dos palabras, 14 caracteres: “Soy periodista”. Luego de eso, en esa milésima de segundo en que los motores de búsqueda entrecruzan datos y despliegan posibles finales para la oración, aparecen las tres opciones más buscadas. “Soy periodista y no tengo trabajo” es la primera. “Soy periodista y busco trabajo”, la segunda. La tercera ya es una resignación, acaso un intento desesperado de volantazo a tiempo: “Soy periodista y quiero ser profesor”. Google, a veces, también puede servir para trazar una radiografÃa, un estado de situación.
El 7 de junio es el DÃa del Periodista, pero este año no hay nada para festejar. Nada. En lo que va del 2016, el oficio que aquà inauguró Mariano Moreno suma más noticias negativas que las que podrÃan caber en TN un dÃa de abulia informativa: se cerraron medios, hubo despidos masivos en las cuatro ramas (gráfica, web, radial y televisiva), despidos velados, allanamientos y aprietes, y, para decorar un escenario sombrÃo, el gobierno arrancó de cuajo, en una de sus primeras medidas, una ley que regulaba parte del sector. Una ley, la de Servicios de Comunicación Audiovisual, que lo regulaba de manera deficiente, es cierto, y que nunca pudo cumplir lo que su espÃritu anunciaba, pero que habÃa sido votada y discutida largamente en comisiones, en el Congreso de la Nación, y refrendada por la Corte Suprema de Justicia.
La crisis, que es una crisis de la industria potenciada por una contexto económico recesivo, atraviesa espacios ideológicos y formas de comunicar. Desde los trabajadores de ClarÃn y Página 12, que quitaron sus firmas para oponerse al insólito acuerdo paritario que firmó la Utpba, hasta la preocupación de Arecia, la asociación de revistas culturales independientes, que advirtió en su último censo que año tras año se pierden voces: de las 213 revistas que se publicaban en 2014, sólo 178 continuaron en 2015, un número que seguirá bajando en 2016.
El oficio del periodista ya no es violento, como tituló alguna vez Rodolfo Walsh, y está lejÃsimos de ser “el más lindo del mundo”, como le gustaba definir a Gabriel GarcÃa Márquez. Ni lindo ni violento. El adjetivo ahora podrÃa ser doloroso. O humillante, si nos enfocamos sólo en las condiciones salariales: la paritaria que cerró la Utpba con las cámaras empresarias (27% en tres partes por ¡13! meses) es el acuerdo anual más bajo firmado hasta el momento en la Argentina. Sólo se le podrÃa acercar el cerrado por Sutecba (municipales porteños), de un 14% por seis meses, y el de Utedyc (entidades deportivas y civiles), que es del 15% semestral. El sueldo de los trabajadores de prensa se parece a un glaciar: año a año se erosiona, pierde volumen. Y esa realidad parece irrefrenable.
El fin de la historia
¿Cambio de gobierno o cambio tecnológico? Como si se tratara del huevo y la gallina, algunos intentan descifrar qué fue lo primero que precipitó esta crisis evidenciada en todo el sector periodÃstico. “Los grandes medios aspiran hoy a conservar cierta quintita al calor del tráfico generado por otros. La gran transformación está en que ClarÃn no competÃa con Microsoft. Estaban en una industria distinta, pero ahora están todos en la misma”, analiza el docente e investigador Pablo Boczkowski. “La polÃtica del macrismo hizo que los medios privados de mayor poder vuelvan a tener un peso central sobre las regulaciones mediáticas”, asegura Ivan Schuliaquer, autor del libro El poder de los medios.
El corte de la pauta oficial, por supuesto, pronunció la caÃda. El primero que la evidenció fue el Grupo Veintitrés, propiedad de los vaciadores Sergio Szpolski y MatÃas Garfunkel, que cerró o vendió todos sus medios a pesar de que, entre 2009 y 2015, habÃa recibido 814 millones de pesos en concepto de publicidad del gobierno nacional. En algunos, como Tiempo Argentino, El Argentino Zona Norte o Radio América, la lucha germinó en proyectos cooperativos que aspiran a consolidarse. En otros, el desenlace sólo dejó un tendal de nuevos desocupados, que ahora guglean para ver si cazan alguna de las escasas ofertas laborales disponibles.
A Veintitrés se le sumó, a fin del año pasado, el cierre de varias publicaciones del Grupo Octubre, como las revistas PIN y Pichuco. Paradojas de los dueños de medios en Argentina: VÃctor Santa MarÃa, dueño de ese grupo y titular del Suterh, aludÃa en diciembre que afrontaba una crisis, pero tres meses más tarde anunció la compra de Página 12.
Lo más grave, junto a lo de Tiempo, América y los otros medios de Szpolski-Garfunkel, fue el desguace en CN23, el diario Crónica o la Editorial Atlántida. La situación de algunas radios, además, motorizó una visita del flamante Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) a la Cámara de Diputados, donde expuso los diferentes cuadros de conflictos que se dan en Splendid y Del Plata (salarios en cuotas), Radio Madre y Rivadavia (varios meses de sueldos adeudados) o El Mundo (con denuncias por precarización laboral y persecución sindical).
En el sector gráfico del gremio, la situación es aún más compleja. Porque confluyen el contexto económico del paÃs y de la región, con la transformación de hábitos de consumo que implicó internet y las redes sociales. Al cierre de Tiempo Argentino y Miradas al Sur, los despidos encubiertos en Crónica y la persecución a delegados en BAE, se le añade un incesante goteo de “retiros voluntarios” en ClarÃn y La Nación, que reemplazan a personal con décadas de antigüedad por mano de obra joven y barata. Editorial Perfil, otra de las empresas grandes del rubro, que inauguró hace ocho meses su nuevo edificio, informó este mes que no pagará la paritaria y que los sueldos van a desdoblarse. “Ante el cierre de medios, la concentración de la escena en pocas empresas, la erosión de la inversión en los medios públicos, la creciente importancia de los medios digitales, el trabajo de los periodistas se ve afectado. Por un lado, porque hay menos lugares para trabajar. Por el otro, porque cada vez hay menos margen para discutir los intereses de los dueños de los medios en los que se desempeñan”, agrega Schuliaquer.
Jorge Duarte, especialista en temas gremiales, ensaya otra posible explicación a esta actualidad: “HabrÃa que contemplar por lo menos dos cosas: la falta de fuerza del gremio (vaciado polÃticamente, desprestigiado y sin capacidad de movilización), y la crisis del sector que, si bien logró momentos buenos con la pauta oficial durante el kirchnerismo, no termina de acomodarse al cambio de tecnologÃas”, opina. El futuro, entonces, es un enigma. Tanto para los periodistas como para todos. El termómetro de este oficio en crisis, mientras, siempre estará a sólo un click en Google.
Movilización nacional
El miércoles 8, los trabajadores de prensa de todo el paÃs marcharon en repudio a los despidos, la persecución sindical y la precarización laboral que padece el gremio. Fue una marcha histórica que mostró a los trabajadores organizados en la lucha.
La revolución no será televisada
Como pasa con los diarios y con tantas otras industrias, la TV tal como la conocÃamos está llegando a su fin: el rating baja de modo sostenido, las producciones son escasas y los canales buscan salvarse con programas panelizados o tiras extranjeras. ¿El resultado? Una de cada tres personas se mudó a internet y plataformas on demand como Netflix.
El cierre de El Gráfico, desde adentro
Lejos de una defensa romántica de la mÃtica revista que dejó de publicarse, MartÃn Estévez, uno de los periodistas que trabajó hasta el martes en su redacción, escribe sobre el contexto polÃtico que propició su final y sobre algunas conclusiones apuradas.
La lucha de los trabajadores por la libertad de expresión
“No nos callan nunca más”, el primer libro de Tomás Eliaschev, integrante del Sindicato de Trabajadores de Prensa de la Ciudad de Buenos Aires, traza un mapeo de rebeliones hacia adentro de los medios tradicionales, no sólo por las condiciones laborales, sino en la disputa por sus contenidos. La rebelión frente a editoriales nefastas de La Nación, las resistencias en Página 12 y ClarÃn, la falsa grieta entre trabajadorxs, y la pelea contra el vaciamiento de los medios públicos.