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SER UN PASAJERO EN UN ETERNO VIAJE

por Revista Cítrica
14 de octubre de 2015

Desde una señora que no sabe usar la SUBE hasta "el que se vayan todos", en otra pluma que se pone a volar por las calles de Buenos Aires.

Guchi Goldschmidt

 

SER UN PASAJERO EN UN ETERNO VIAJE. 

Caras largas en el largo pasillo. 

Un apretuje constante, nunca un mimo. 

Una coreografía: 

Culo en el asiento, parietal derecho en el frío vidrio, ojos cerrados. Uno que babosea. 

Los parados miran por la ventana y se mueven al compás del volantazo. 

Una señora no entiende el nuevo sistema y el chofer, con mala cara le dice: “apoye ahí”, “ahora”, “ahora espere” y exasperado “espere señora, déjeme a mí”. 

La señora es percibida por pasajeros de los primeros asientos que se duermen súbitamente. 

Suenan timbres, chicos sueñan. 

En el fondo hay una disputa que se multiplica con la llegada de otro, a ver quién consigue lugar para sentarse. 

Y se miran entre ellos y vigilan cual radar y se van doblando y tensionando y girando para mirar, ilusionados, cuando un pasajero se acomoda mejor en el asiento. 

Unos bajan, otros suben y uno solito es el que está de principio a fin. 

 

RELATO DE UNA ESPUMITA 

Nací de un modo extraño. Soy mezcla de circunstancias y materiales. Dependo de la muñeca del encargado de cafetería, del café y de la leche. Podrán decir que “soy pura espuma”, y no me molesta pues es lo que soy, pero sin mí el café sería como una sopita turbia, como un cacho de agua estancada, esa que hay que erradicar para evitar el dengue, por ejemplo. 

¡Pura espuma, je! ¡Si esta espumita hablara! No tengo tanta calle como la espuma del carnaval, pero conozco muchísimo más al hombre y a la mujer, porque tengo la suerte de estar en momentos muy íntimos, reflexivos; he estado en charlas banales, es cierto, pero acostumbro a estar en charlas delirantes. ¡Pura espuma, je! Yo sé mucho de las tristezas, los sueños, sé de política, de fútbol, de turf y de amor. ¡Qué cosas no sé yo! Sería más correcto decir. 

Tampoco soy espuma de shampoo, eso es pura espuma, puro químico, puro perfume. Se creen tanto porque están en las cabezas. Prefiero estar en un bigote, pues me siento cómplice de Benedetti, de Gelman, de Cortázar; montada en la cuchara anticipo el sabor fuerte del café con leche, o me doy una ducha de azúcar. Cuando estoy pálida, una lágrima negra me devuelve a la vida. Porque soy eso: buena leche y café. 

 

¡QUE VUELVAN TODOS! 

A partir de hoy empiezo a pagarle en negro a mi mucama. Me parece regio, pero no me deja de sorprender, que este gobierno, que no me simpatiza, decida quitarle sus derechos de trabajadora. Pensar que me parecía lógico, cuando la contraté, pagarle en blanco, que tenga aportes y obra social. Ahora, pagarle por hora me conviene de sobremanera. Pobre, irá a la salita de primeros auxilios con su hija que dejó de trabajar con nosotros en diciembre porque empezó séptimo grado. 

La gente en la plaza, cacerola en mano, golpeando, gritando, algunos parecen resucitar. El helicóptero aterriza, se anula el estado de sitio, los “saqueadores” devuelven cada producto a los supermercados, los ahorristas recuperamos nuestros dólares, y se vuelve al uno a uno, cuando asume el Menem, que recupera a su hijo, haciendo su aparición, nuevamente, un helicóptero. Mejora el país ampliamente para algunos y me incluyo: voy al shopping, conozco Disney, muchas marcas extranjeras en mi ropero. Otros profundizan su miseria. 

Re-elección, el presidente envejece haciéndose más notorias sus arrugas, luego de acusar a una avispa de haberlo picado. A pesar de haber indultado a militares y civiles por su actuación futura, se echa atrás. Crece en demasía su patilla. Mediante un pacto con el Alfonsín, le deja a este su gobierno con una inflación de las más espectaculares de la historia del país. Sigue los pasos del ex presidente y da de baja la obediencia debida y punto final, abriendo una etapa de juzgamiento a los soldados de menor rango. 

Comienza la dictadura con una guerra contra Inglaterra. Empieza un gobierno de facto con poco apoyo de la población. Pero al ir apareciendo muchos desaparecidos y al retornar muchos exiliados (a pesar del crecimiento de la represión), una gran parte de la población golpea las puertas de la casa rosada para decirles que dejen de perseguir a la subversión y vuelvan a los cuarteles para que dejen gobernar a Isabelita. Es por ésta época que conozco a mi vieja. 

Menos mal, gracias a los militares recuperé mi identidad. Si no hubiera sido por ellos, nunca se me hubiera ocurrido esto, nunca se me hubiera cruzado por la cabeza que yo no era hija de Mario y de Ana María, que siempre me cuidaron muchísimo y que terminaría mi vida en el vientre de mi mamá que deja de llorar en una celda en Campo de Mayo.