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La rebelión no será un sueño eterno

por Horacio Dall'Oglio
13 de diciembre de 2013

A doce años de la represión en Plaza de Mayo que terminó con el gobierno de la Alianza, conversamos con uno de los autores del libro 2001. Relatos de la crisis que cambió a la Argentina.




El 20 de diciembre del 2001 Walter Isaía cubría en un móvil de radio comunitaria la crueldad policial en las calles de Buenos Aires y su afán por “despejar” la Plaza de Mayo. Le tocó soportar el calor, los golpes, los gases y los disparos, pero también le sirvió para formarse políticamente y ver cómo generaciones destruidas por políticas económicas se alzaban contra “el fin de la historia”. “Fue el estallido y la revuelta, el color, la lucha y también la muerte”, afirma Walter en la crónica de aquel día que abre el libro 2001. Relatos de la crisis que cambió a la Argentina, Editado por Patria Grande en el décimo aniversario del acontecimiento-paradigma, escrito junto al periodista Manuel Barrientos, e integrado por diecinueve entrevistas a distintos actores del campo popular que tuvieron algún tipo de protagonismo en esos días como Victor  De Gennaro, Luis Zamora, Hebe de Bonafini, Mario Cafiero, María del Carmen Verdú y Daniel Azpiazu, entre otros. 
¿Cómo fue el proceso de selección de los entrevistados, teniendo en cuenta la gran diversidad de miradas sobre el 2001 que lograron?
Ahí fue un espadeo con el deseo y la racionalidad. No, también hubo criterios. Uno: que todos los entrevistados hayan sido protagonistas. Obvio de diferentes maneras. Dos: que haya sido un tema muy importante en sus vidas. Tres: que no hayan sido funcionarios del gobierno de Fernando de la Rúa. Cuatro: que pertenezcan al campo popular en sentido amplio. Cinco: tratar de que ese recorte del campo popular sea lo más plural posible.
 ¿Cuáles creés que son hoy en día las consecuencias más palpables de la crisis de 2001, tanto para el estado como la sociedad argentina en general?
El tema de las consecuencias es difícil de analizar con el cambio de los contextos. Hoy es diferente a cuando produjimos el libro y a cuando salió el libro. Es interesante lo que dice Diego Sztulwark,  que marca como el fin de la post dictadura. La respuesta popular al estado de sitio fue muy fuerte. Ya no se van a resolver más las crisis políticas profundas a través de golpes de Estado con los militares, se resuelven de otra manera. Que la siguen pagando las clases populares con muertos, es cierto, que el aparato represivo estatal y paraestatal tiene un rol fundamental, es cierto, que los partidos y personajes políticos violentan determinadas situaciones y fuerzan cambios de gobierno, es cierto, pero ya no de la otra manera. También creo que se terminó cierta forma de menemismo. En cierta forma el modelo neoliberal se modificó. Y las organizaciones tuvieron un proceso interesante de crecimiento, trabajo, alianzas, auge, que después por diferentes motivos no se cristalizaron en verdaderas alternativas de poder popular, pero el nivel de organización social en el país sigue siendo muy alto y poderoso. Y la autogestión creo que es una cosa fundamental de los argentinos. No siempre quiere decir que vaya en sentido de izquierda, colectivo, popular y progresista, pero en el proceso del libro creo que está muy presente y a la vez se mezcla con algún espíritu libertario, como dice Horacio González. Y sin las condiciones políticas sociales y culturales que se generaron en ese lapso, hubiese sido más difícil la llegada al poder de un gobierno como el de Néstor Kirchner.
¿Cómo influyeron los ?90 en las limitaciones del proceso asambleario, tal como lo marcan Ezequiel Adamovsky y Luis Zamora en el libro?
Los 90 y la dictadura marcaron demasiado a la sociedad argentina en todos los ámbitos. Se nos hace demasiado difícil como pueblo superar todas sus consecuencias. Lo que hablábamos antes de aparato represivo obviamente tiene su historia. Y los '90, con el desguace del Estado y el cambio cultural profundo que imprimió el modelo neoliberal menemista marcó tan profundamente a la sociedad que fue muy dificultoso salir de la trinchera para pasar a acciones y estrategias de tipo constructivas más generales y no de gueto,  en el marco de un proceso de cambio. Muchos sabíamos que era una época de cambio, pero no había muchas herramientas, ni fórmulas, ni recetas, ni modelos a seguir muy definidos. Fue un laboratorio y puesta en visibilidad de muchas experiencias de gestión de procesos sociales y políticos que estaban en los ?90 destinadas a la experiencia micro, marginal, de poca escala, o como le queramos llamar; y que en esa crisis cobran otro sentido para sus integrantes y para una parte importante de la sociedad que comienza a verlas con otros ojos.  Con esto quiero decir que ese contexto marca definitivamente el horizonte de posibilidades de las asambleas populares. Para algunos fue una experiencia de conocer al vecino, para otros de catarsis, para otros de encontrar nuevas formas de gestión de la vida cotidiana, para otros un espacio de expresión política, para otros un lugar para encontrar nuevos militantes, pero pasar del neoliberalismo más ramplón a la auto organización de la sociedad a través de asambleas, donde en muchos casos la única afinidad que tenían sus integrantes era que vivían al lado, fue al menos un poco pretensiosa.
 ¿Qué expectativas tenés del juicio por la represión del 20 de diciembre para establecer responsabilidades políticas y policiales, teniendo en cuenta el sabor amargo de la absolución a Fernando De La Rúa?

 Expectativas uno siempre tiene, si no se muere. Hace poco le comentaba a una persona ajena al tema sobre el juicio y no podía creer que había pasado tanto tiempo, y sin una causa para intentar al menos contemplar algunas responsabilidades. No te digo sentencias firmes. Es cierto que es muy difícil después de tantos años establecer estas responsabilidades; hay gente que está en otra condición, hasta gente que murió. Recuerdo durante la producción del libro que nos comentaban las dificultades técnicas para establecer responsabilidades, ya que no se contaba con testigos directos en la mayoría de los asesinatos ni con pruebas fílmicas, salvo en el caso del HSBC. De todas maneras hay abogados que hicieron un esfuerzo enorme, buscando nueva tecnología de audio para poder interpretar algunas grabaciones y los ecos de los estallidos de los disparos de las escopetas policiales. La palabra de muchos testigos etc.  Creo que para las víctimas  y sus familiares es importante poder esclarecer al menos algo. Pero a veces pienso que nos joden como sociedad determinados temas y, en sentido general, no sé si como sociedad nos interesa saber hoy qué paso ese día y quiénes son los responsables de los asesinatos. Realmente lo dudo. Habría que ver en la justicia hasta dónde importa también. Fueron muchos años de dilación por diferentes motivos, más allá de la racionalidad judicial. Y creo que lo de De la Rúa es una prueba de esto ¿Cómo puede ser que una persona que ocupaba la presidencia de la nación ignorara que sus fuerzas policiales estaban asesinando personas cuando sólo bastaba abrir la ventana de su oficina?  Perdón, pero no lo acepto como respuesta válida.  Además por las primeras audiencias, todas parecen ser recursos-chicanas jurídicas para entorpecer, paralizar el juicio. Pero por el dolor que aún subyace, espero que establezcan al menos algunas responsabilidades concretas.

A dos años de su edición, y con un camino hecho en pos de rescatar la memoria reciente ¿Cómo creés que puede servir el libro para aquellos que en un  futuro quieran repensar el 2001?
 
Este libro, tanto como La Rabia (González Arzac, 2011) sirven para conocer las experiencias de varios actores que tuvieron una participación destacada en el proceso que derivó en un cambio de época del país. Sirve para estudiantes, para futuras investigaciones más profundas, para reelaborar ideas. Para seguir discutiendo el tema que me parece no está cerrado ni mucho menos y, fundamentalmente, para recordar que el 2001 no fue el corralito y la cacerola  solamente, sino el estallido de un germen que terminó con muchas formas de hacer ciertas cosas y el amanecer de pensar y hacer muchas cosas de otra forma. Es decir, destrucción total de aquella frase emblema del neoliberalismo de los ?90 de que ya estaba todo inventado, todo hecho y que el único camino posible era la burbuja neoliberal. No señores, hubo y hay otros caminos posibles.