Estela Miranda, promotora de Alimentación sana de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), explica los engaños de los empaquetados y ultraprocesados y exige la Ley de Etiquetado Frontal.
Por Estela Miranda*
Han cambiado los tiempos. Se ha generado un contexto en el cual no hay tiempo para dedicarle a la cocina. Al mismo tiempo, hay mucho de lo que es la comida rápida. Tendríamos que volver a los tiempos de antes, a los de cocinar nosotras mismas, y así poder saber lo que estamos comiendo. No consumir salchichas o hamburguesas. Yo antes no usaba mucho ni verduras ni legumbres, y hoy, cuando damos las charlas en los comedores, contamos sobre una diplomatura que aprendí en el Mercado Central donde me enseñaron muchas cosas. Enseñamos que no es solamente comer fideos o arroz, sino implementar también verduras y legumbres, qué significa ir a un supermercado y aprender a leer los empaquetados. A veces vemos una publicidad de una hamburguesa o una salchicha, y nos dejamos llevar por el diseño, y lo compramos. Y los chicos también son así de impulsivos. A veces hasta lloran para que se lo compremos. Pero la gran mayoría de la gente no sabe cómo está elaborada esa comida, y es por eso que surgen las enfermedades.
En mi caso, yo quería probar Nutella -que es supuestamente el dulce de leche más rico- pero en una charla nos dimos cuenta cómo está compuesto ese producto, que no tiene nada de nutritivo, y está lleno de azúcar, con lo cual es muy adictivo. Actualmente lo que se hace es tratar de ir a cocinar lo que es más rápido y más fácil, pero lo que hay que hacer es implementar comidas más sanas, como las legumbres, las frutas y las verduras, con las que podemos mezclar colores, y además hacer una comida muy rica. Es -sencillamente- volver a los tiempos de antes.
Prefiero entonces hacer un jugo de pelón o un jugo de linaza -que me alimenta bien y es sano-, antes de ir a comprar un producto como el Ades
Cuando damos nuestras charlas, hablamos de la agroecología y de incentivar a comer sano. También implementamos el tema del agua, que es muy importante. Lo que nosotros hacemos es plantar en forma agroecológica y sin agrotóxicos. Y en los talleres buscamos saber qué es lo que estamos comiendo, con el objetivo de analizar y tratar de desarmar este sistema alimentario corporativo.
Yo aprendí –y a la vez enseño– qué es comer sano. Son conocimientos y saberes que antes teníamos y que los hemos perdido. Por ejemplo, comer una sopa de maní o la quinoa. Son culturas de comidas que a veces uno no elabora porque los tiempos son muy rápidos. Necesitamos aprender y volver a todo esto. En las charlas surgen datos sobre viejas recetas, cuando una compañera dice “mi mamá hacía esto” o “mi papá cocinaba tal cosa”.
Yo me acuerdo que -en algún momento- a las hojas las molíamos, les sacábamos la leche, y ahora eso viene en un envase con leche de soja. Y yo la tomaba pensando que estaba tomando soja y que era algo nutritivo, pero después -en esas mismas charlas- surgen cómo están hechos los productos ultraprocesados y te das cuenta de lo que estás tomando. Yo prefiero entonces hacer un jugo de pelón o un jugo de linaza -que me alimenta bien y es sano-, y yo misma lo estoy haciendo, antes de ir a comprar un producto como el Ades, pensando falsamente que me estoy nutriendo, y no es así.
Estos conocimientos surgen desde las charlas con los compañeros y las compañeras. Y también de los recuerdos de nuestra niñez: por ejemplo, de mi mamá, que me enseñaba hacer muchas cosas en la cocina, y hoy en día no lo implemento, porque a veces el tiempo no alcanza, y muchas veces se va hacia lo más rápido y que no es alimenticio. Por eso necesitamos el etiquetado frontal. Hoy es el momento.
*Promotora de Alimentación sana de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT)
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