Compartir

Prolongada endemia de absurdismo invade el país

por Revista Cítrica
13 de noviembre de 2014

Desde el subte A a todo la Argentina, viaja con la pluma de Jorge de Mendonça

Prolongada endemia de absurdismo invade el País

 

Nota: Ante el dudoso romance de las líneas que siguen, y la sospecha de etimologías inadecuadas, el autor sugiere leer el correspondiente bestionario al final de las mismas.

 

Tal lo informa la realidad, ignomiosa proveedora de certera información, unas cajas de aire acondicionado se encapricharon en querer electrocutarse con la línea aérea de la línea A del enterrado metro de Buenos Aires (Ciudad que está habitada por la mitad de los ciudadanos que el Honorable Alcalde ordena debe tener).

 

En el mismo caso, unas rueditas muy chinas, gordas de fábrica, no quieren entrar a rodar si las vías no se abren ante ellas. Soberano capricho de reglas y normas inventadas por no se sabe que tipo de inútiles que quisieron que las vías estén en el mismo lugar que en el resto de los túneles. Rueditas de coches comprados por los pocos mismos que, absurdamente, insisten en que no era su responsabilidad velar por la vida de los 52 de Once del 22F.

 

Un tal Brecht insiste en golpear la puerta de los vecinos de Avenida Rivadavia porque perderían su metro subterráneo histórico, pero tal otros casos, que ahora relataremos, absurdamente no salen a responder el llamado para ir hacia la yugular de los absurdistas responsables de tan culinaria tarea: El asado al vagón.

 

El primer síntoma de la endemia que comenzara a arreciar sobre Argentina, fue cuando pese a que todos los argentinos sabían que fabricábamos locomotoras poderosas capaces de llevar trenes a 140 Km/h (Y miles habían viajado con ellas), silenciosa y resignadamente aceptaron la noticia de todos los medios del país, controlados por el gobierno de turno, diciendo que las había diseñado un mozo de café. Ni Brecht lo hubiera imaginado, pero una semana después, aplaudían la compra de importadas locomotoras de más de 6 marcas diferentes. Eso sí, por lo menos tenían las rueditas y carrocerías en la forma que las tontas normas querían...

 

Desde aquel asesinato mediático al mundialmente reconocido Ingeniero Saccaggio en 1956, en que dijeron que era un mozo de café, pasando por el aplauso al abandono de pueblos y la queja por la invasión de inmigrantes internos que venían de esos mismos pueblos, el absurdismo invadió el aplauso y la resignación de los argentinos.

 

Los absurdistas ejecutarían una absurdez tras otra con el seguro respaldo de que los que avisaban, los que nos advertían de las verdades, serían acusados de intolerantes, de reaccionarios. De peligrosos.

 

Y Brecht siguió avisando que golpeaban puertas, pero no lo escuchamos. Siempre eran otras puertas, otras absurdas puertas.

 

Un absurdo alcohólico, asesino demostrado, recibió absurdo aplauso por que enviara a nuestros valientes al sacrificio seguro. Absurdo silencio que no permitió recibir a los héroes, más que en la futura estigmatización de sus vidas. Absurdo aplauso a una gestión de vergüenza recibe la noble nave por haber sido una justificación más al aumento de la hipoteca argentina, tal si hubiera ido a invadir los bancos internacionales, a punta de bayoneta, para que acepten nuestras escrituras por nuevas deudas de dineros que nunca llegan y que ni nuestros bisnietos podrán cancelar. 

 

Es que al volver la vista al frente, solo vemos el camino que vamos desandando mientras volvemos los pasos sobre la estela que jamás deberíamos haber vuelto a pisar.

 

Títulares de diarios, ordenados por algún gobierno y leídos en mesas de café que resoplaban sobradoras diciendo "Ves?, para qué vamos a estar pagando ese trencito en el Chaco si es solo para llevar agua?". La endemia de los hacedores logró su mejor caldo de cultivo en la insensatez del destinatario de los "beneficios inversos".

 

Zonzeramente, siempre justificamos los "errores" de los muchachos suponiendo que es por un negocito. Sí, que hay negocito, hay negocito, pero es mayoría el error por inútilles que por vivillos. Eso sí, cada absurdo error es reparado con más negocios y, como es lógico, con más absurdos. Un ciclo absurdamente virtuoso.

 

Hacer un asado con coches históricos, un asado en un museo de la muerte o un asado con los restos de detenidos desaparecidos, quiere dar lo mismo, aunque la cultura, la ética y el compromiso social quieren insistir en que entiendan que la realidad de la ignomiosa realidad es otra realidad y no la realidad que les pintan día a día. Minuto a minuto. Programa a programa. Discurso a discurso. Gobierno a gobierno.

 

Quiero despertar solo una mañana, en la que me digan que nadie nos endeudó más, que un niño especial fue tratado en la escuela común como cualquier otro, que un colectivo tiene aire y piso bajo porque lo necesitamos y no porque es un negocio de funcionarios. Quiero terminar el día habiendo escuchado que la responsabilidad social empresaria no es una monedita del absurdismo silenciador, sino la simple obligación de contratar profesionales, técnicos y empleados que tengan como meta hacer las cosas simplemente bien.

 

Quiero brindar el año sabiendo que, si hay putas, que sean libres y que decirle a alguien "sos un hijo de político", no sea insulto, sino felicitación.

 

No quiero que un líder carismático se torne en fármaco aniquilador del absurdismo, sino que deseo fervientemente, que seamos un colectivo social en el que, juntos, heterogéneos, diferentes, locos, soñadores, en una mezcla mágica seamos en sí mismos la vacuna contra el absurdismo endémico argentino.

 

 

Absurdismo: Pensamiento o realización ilógica convertida en "respetable" profesión (Def por autor)

Bestionario: Bueno, eso, un diccionario para mencionar cosas que hacen las bestias absurdistas.

Endemia: Patología epidémica prolongada en el tiempo.

Ignomiosa: Sin nombre, que persiste en reconocer el nombre que le damos (Def por autor)

 

Enero 10 de 2013 - Jorge de Mendonça - Ingeniero White