Compartir

Ocho horas de trabajo por día

por Revista Cítrica
Fotos: Rodrigo Ruiz
01 de mayo de 2025

Este texto refleja una crítica sobre la realidad del trabajo en la actualidad, conectando las luchas del pasado con las del presente. Una reflexión que acompaña la movilización del primero de mayo en la Ciudad de Buenos Aires.

No es la demanda de un repartidor que pedalea jornadas interminables para hacer llegar los pedidos, ni el pedido de quienes, en distintos oficios y actividades, tenemos dos, tres o más laburos para pagar las cuentas.
Ocho horas de trabajo por día era uno de los reclamos de los obreros industriales de fines del siglo 19. ¿Les suena “los mártires de Chicago”? Los ahorcaron por pedir ocho horas de trabajo diario.

En el origen de esta conmemoración del 1º de Mayo hay una demanda y, como respuesta, un castigo por querer arrancarles a los patrones un poco de tiempo. Aquellos obreros del siglo 19 pedían algo muy sencillo: 8 horas para trabajar, 8 horas para descansar y 8 horas para compartir con amigos, con familia, para ser libres.

¿Estamos muy cerca o muy lejos de esa división horaria que se reclamaba, insistimos, a fines del siglo 19?
Hoy lo habitual en la mayor parte de la clase trabajadora es la multitarea, el pluriempleo, las cabezas quemadas y los cuerpos cansados... la vida precarizada por ir en busca del mango.

La precarización de los repartidores de plataformas como Rappi en la Ciudad de Buenos Aires es un ejemplo claro de cómo la lucha histórica por los derechos laborales sigue vigente hoy en día, pero bajo nuevas formas.

En la actualidad, uno de los sectores más visibles de esta precarización es el de los repartidores de plataformas como Rappi, Uber Eats y similares. En la Ciudad de Buenos Aires, miles de personas se ven obligadas a trabajar en condiciones de extrema vulnerabilidad: sin salario fijo, sin acceso a prestaciones de salud, sin cobertura ante accidentes, sin un horario establecido. Estos trabajadores, que pedalean y arriesgan su seguridad en cada entrega, son la cara moderna de una explotación que recuerda a los obreros del siglo 19.

A pesar de ser considerados "colaboradores independientes", estos repartidores son, en realidad, víctimas de un sistema que no les reconoce los derechos básicos de los trabajadores. El pago por entrega, a menudo por debajo de lo que debería ser el salario mínimo, y las jornadas laborales que se extienden de manera interminable, empujan a los repartidores a aceptar trabajos cada vez más precarios para cubrir sus necesidades básicas. Las largas horas bajo el sol, la lluvia y el tráfico de la ciudad son apenas el precio que pagan por un "mango" que jamás les garantiza estabilidad.

Este modelo de trabajo, promovido por las plataformas digitales, es un claro reflejo de la precarización laboral que se apodera de sectores cada vez más amplios de la clase trabajadora. La promesa de ser “dueños de su tiempo” se disuelve rápidamente cuando la realidad es que, para sobrevivir, deben estar todo el día trabajando, sin saber si al final del mes podrán cubrir sus gastos o si llegarán a tiempo para ver a sus familias.

Por eso, el reclamo por un trabajo digno y por condiciones laborales justas, que comenzaron hace más de un siglo con aquellos mártires de Chicago, sigue tan vigente hoy. El futuro que merecen los repartidores de Rappi no es otro que el de un empleo que les garantice derechos, seguridad, estabilidad y tiempo para descansar. Porque la lucha no es solo por un salario justo, sino también por la dignidad y la libertad que se pierden cuando el trabajo se convierte en una constante amenaza de agotamiento.

Ni siquiera los viejos y las viejas pueden permitirse el “júbilo” después de décadas de trabajo, porque las jubilaciones que cobran son miserables. “Más tiempo de ocio, menos tiempo de trabajo”. “Volver a jugar, volver a ser libres” “No trabajar fuera del horario laboral” “Ver más a nuestros amigos y a nuestras familias que a nuestros jefes” “Tener un solo trabajo” Esos son apenas algunos de los deseos de la clase trabajadora que no pierden vigencia en la complejidad argentina del presente.

La tarea es ardua pero, tomando la inspiración de Norma Plá, somos más laburantes que patrones para revertir las desigualdades del siglo 21 que se parecen bastante a las del siglo 19.

Mientras tanto, el Gobierno liberal libertario, que aplica la motosierra a todos los derechos conquistados, planea seguir avanzando con la Reforma laboral. Dos siglos de retroceso para felicidad de los patrones.

Tenemos algo bien claro en esta vereda, la de los, las y les laburantes: nuestro futuro NO ES POR AHÍ.