El cuerpo de Magalí Ojeda fue hallado el lunes 27 de agosto y conmovió a la localidad de Coronda. Tenía 16 años. Los medios locales publicaron información falsa sobre su vida privada. La familia, en medio del dolor, pide justicia.
Hace calor. Una nube de tierra envuelve el camino de llegada a lo de la familia Ojeda. Rubén aguarda en la vereda de su casa, ubicada cuatro cuadras hacia el este del Rancho Grande en la localidad de Coronda, en la provincia de Santa Fe. El silencio inunda el comedor de la familia, y el padre intenta sostener la mirada sin quebrarse. Magalí Ojeda tenía 16 años cuando un chico que pasaba a caballo encontró su cuerpo, ya sin vida, bajo un puente en la cañada del pequeño barrio Mitre, en Coronda. “Ella, desde el domingo que no apareció” comienza a relatar Rubén. Con las manos temblorosas y la voz a punto de flaquear, intenta encontrar las palabras para no trabarse en su relato. “El domingo a la mañana salí a buscarla. No pude dar con ella. Salimos con el hermanito a buscarla. 'El Joaquín', que va cumplir 11 añitos. En todos lados nos decían que no la habían visto”.
De acuerdo al relato de su papá, su tía Soledad y sus abuelos paternos, Magalí no tenía problemas con nadie. “Era buenita, nunca se metía con nadie. Se vivía riendo de todo, pero no le gustaban las bromas hacia ella. Si ella tenía problemas por ahí me hubiera dicho, y no me dijo nada”, se convence Rubén fijando la mirada en sus manos. “Hasta el sábado que estuve con ella no me dijo nada”, se repite como quien se reprocha no haber indagado un poco más. La adolescente vivía con la abuela porque ahí se sentía cómoda: siempre había gente y las amigas eran del barrio. Rubén es empleado en la fábrica de helados Grido y pasa más de la mitad del día en el trabajo. Por eso, su hija prefería vivir con su abuela y abuelo. Hija de padres separados buscó compartir su infancia con su padre y luego con sus abuelos paternos. Con su mamá tenía poca relación.
Con el rostro de quien no ha dormido lo suficiente, y los ojos de quien ha llorado pocos minutos atrás, Rubén nos cuenta sobre la desaparición de su hija.
LA AUSENCIA
Cuando notaron que Magalí no aparecía comenzaron a buscarla. Coronda es una ciudad que se ubica en el centro - este de la provincia de Santa Fe, a 47 km de la ciudad de Santa Fe y a 122 km de Rosario. La familia Ojeda vive justo en la entrada. Sin embargo, la abuela de Magalí- Estela Farias- vive a unas 10 cuadras alejadas de la ruta principal, y a 400 metros de “la cañada”.
El domingo 26 de Agosto, la familia de Magalí comenzó a recorrer la zona, inquieta por la prolongada ausencia de la muchacha. Maga, como la familia la llamaba, no solía ausentarse tanto tiempo sin avisar dónde estaba. Siempre estaba mandando mensajes desde los celulares de la familia porque no le gustaba llevar uno consigo. Los últimos dos se le habían roto, e insistía con que no lo necesitaba.
“NO VINO LA MAGA , PÁ”
“El domingo a la noche fuimos de la abuela y no estaba, le dijo al tío que se iba a la casa de la amiga, y se quedaba a dormir ahí. El lunes lo voy a buscar al Joaquín para llevarlo a la escuela y me dijo: ‘No vino la Maga, pá’. “Bueno te cambio rápido y la vamos a buscar”, sigue comentando Rubén, mientras intenta recordar cronológicamente lo sucedido. “La buscamos más o menos por donde podía estar y no, no, no y no (suspira y hace silencio), nadie sabía nada”.
Dijeron que Magalí se prostituía y tenía una adicción a las drogas. No era cierto.
Rubén comenta que ese día volvió de trabajar y tuvo que ir a Santa Fe a realizar unos trámites. Volvió y continuó con la búsqueda. Alrededor de las 20 horas del lunes lo llamó el hijo más grande y le dijo que encontraron el cuerpo de “una piba”. Contiene la respiración y vuelve a levantar la mirada sacudiendo la cabeza con negación. “Y ahí me entró la desesperación. Ya andaba buscándola. El domingo fue que ya no estaba”. Trata de armar un mapa con las manos del recorrido que hizo buscándola: “Cuando me dijeron que la vieron el lunes, un hombre me dijo que la vio como a las 16. 30.” Rubén recuerda una y otra vez, la cantidad de advertencias de que se cuidara y no volviera tarde. “Siempre me decía donde estaba, y yo pasaba y le decía: andá temprano para la casa”. La búsqueda se volvió intensa y extensa. La familia numerosa se había distribuido por la zona para encontrar alguna pista. Cuando no sabían nada de ese cuerpo -hasta el momento desconocido- acudieron al hospital de Coronda. Tenían que esperar que llegue el forense. Hasta tener la certeza de quién se trataba la joven, Rubén apelaba a la información que pudieran darle. Si tenía aros, tatuajes, el “pelo pintado”. Y no. Nada podían decirle. ”Todo le pregunté”, afirma una y otra vez.
“BUENO PAPÁ, VAS A TENER QUE SER FUERTE”
Se hicieron las 00.30 horas iniciando el lunes. Cerca de la 1 am un policía le dijo como palabras de consuelo y una palmada en el hombro. “Bueno papá, vas a tener que ser fuerte y ver si es ella”. Rubén contiene las lagrimas, y devuelve a la mirada manteniendo firmeza. “Creí que esperaba lo peor, pero lo peor vino después”.
A Magalí Ojeda la encontraron en la cañada. Un monte alejado, en barrio Mitre, a casi 400 metros de la casa de la abuela. Debajo de un puente, boca abajo contra el barro. Por distintos medios trascendió que la joven se prostituía y tenía problemas de adicción. Pero la realidad manifestada por la familia, vecinosy vecinas es otra. “Era una piba buena. Muy buena. Era rebeldona pero era buena”. La familia cuenta que hace poco había empezado un trabajo ocasional en un Jardín comunitario, gracias a la psicóloga que la recomendó. Magalí había comenzado terapia después de un intento de suicidio, producto de un rumor. Unas conocidas le hicieron creer que al padre lo mataron, y como volvió a su casa y no encontró a nadie intentó quitarse la vida. La encontraron desvanecida, y terminó internada en el Hospital Mira y López de la ciudad de Santa Fe. Luego del alta, la psicóloga hizo un seguimiento exhaustivo, y sostiene ahora que Magalí estaba dando buenos avances. “Estaba muy bien y contenta por el trabajo, y por comenzar a estudiar el próximo año”, relata el padre.
Lo que quiero es justicia, a fondo. No quiero que quede en la nada. No puedo vivir así. Me encierro y lloro todo el día.
“PIDO JUSTICIA, NADA MÁS”
“Ahora lo que quiero es justicia, a fondo. No quiero que quede en la nada. No puedo vivir así, vivo amargado. Me encierro ahí y lloro todo el día (señala la habitación con la cabeza). Todo va a ser difícil, me dijo el fiscal. Por cómo murió. Se borraron muchas pruebas con el barro. Por cómo estaban las manitos en el barro, ella casi no tenia uñas era más difícil sacar muestras”, comenta desesperanzado.
La información brindada por la Fiscalía aclara que Magalí no fue violada. Probablemente murió por asfixia, dado que los pulmones contenían barro. No hubo en el cuerpo signos de maltrato.
EL ESTIGMA SOCIAL
De la reciente muerte se dijeron muchas cosas. La familia y allegados aclaran que la joven no se prostituía ni tenía problemas de adicción como algunos medios expusieron. No iba a la escuela porque tenía problemas, y no quería ir hace tiempo, no le gustaba. Pero gracias al tratamiento psicológico iba a retomar pronto, y eso la animaba. “No sé por qué salieron a decir cosas sin preguntarnos primero”, reclama a los medios el padre.
El paso a seguir en la investigación es el cruzamiento de datos de los teléfonos celulares. La familia tiene sospechas de algunas personas de la zona y la policía ya tomó las declaraciones pertinentes. “El bombero que la encontró me dijo que tenía la nariz y la pierna quebrada, que le tuvo que acomodar la pierna. Pero después en la autopsia no decía eso. Por eso hay algo que no me cierra, que uno diga que no y el otro sí. Yo creí en ellos. No sé, creo. No quiero dejar de creer. Es todo muy difícil. No tengo palabras. No quiero ni pensar, lloro desconsoladamente. Pienso la imagen de ella, de la última vez. Y después de las fotos de la morgue. No quiero ni pensar. Tengo fe en el trabajo que están haciendo. Se me fue el ánimo, pero no quiero perder del todo la fe”.
LA SOLEDAD DEL PARAJE
Rubén nos acerca al lugar del hecho, y la escena habla por sí misma. Un monte aislado a más de 400 metros de la ruta, camino adentro donde no hay siquiera alumbrado de luz. Mira el piso, vuelve a mirar el barro. Intenta desde la más profunda tristeza, tener una pista de algo. Se cruza de brazos y hace silencio. “Siempre le decíamos con la abuela: cuídate Maga, cuídate…. “¿Qué me va a pasar, abuela, eh? ”, se reían. Y mirá ahora”.
La comunidad de Coronda se vió azotada como nunca antes. Una joven de 16 años perdió la vida producto de una muerte cruel y violenta. Mientras hay más preguntas que respuestas, la familia pide solemnemente que con Maga no pase lo que siempre pasa. Piden que esta vez haya justicia.
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