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Te conozco, Mascarita

por Horacio Dall'Oglio
23 de marzo de 2024

Desde el 10 de diciembre de 2023 un gobierno elegido democráticamente le declaró la guerra a su población y no ha cesado en su afán destructivo. Apuntes a modo de un primer balance sobre los más de 100 días de hambre, represión y mentiras.

 “Gente sin swing / Prometedores (...)  Pueden fingir hasta que llores. Pero mi amor, son impostores” Fito Páez (1987)
 

"Y en su falso amor / padecen de pasión,  antes de arrepentirse de su error"   Hermética (1989)

 

"Campera por corazón, pura foto sin canción"    Divididos (1993) 

 

Más de 100 días de un gobierno insensible dispuesto a incendiar todo, sin ningún "respeto irrestricto” por el "proyecto de vida del prójimo"; de una estafa electoral repleta de mentiras al por mayor y constantes dispositivos de enmascaramiento y distorsión de la realidad; de todo tipo de piruetas y artilugios discursivos que (auto) legitiman y justifican su plan de saqueo inédito. 

Más de 100 días de exhibición de atrocidades, maldad, cinismo, frivolidad y marketing; de un gobierno destinado al fracaso por poner los intereses de los dueños del mundo por encima de la felicidad de su pueblo; de un naufragio anticipado donde solo hay botes salvavidas para unos pocos afortunados; de una película ya vista (y vivida) con un guión trillado y actores que se repiten, solo que su diferencia está en el grado de crueldad y en la velocidad del hundimiento.

Más de 100 días de una trampa, una desalmada y vil trampa (en tanto artificio), para engañar a su propio electorado con el cebo del ajuste a “la casta” y para cazarnos a todos con una “libertad” fraudulenta; de un reality show de terror con besos monstruosos finamente pautados; de estadías en el hotel de un millonario sionista (y uno los beneficiados de estos tiempos) por supuestas reformas en la Quinta de Olivos que incluyeron jaulas para perros con aire acondicionado; de bailes y llantos en el Muro de Lamentos, como de misas y abrazos en el Vaticano con el otrora “representante del maligno”; de saludos al aire en el balcón de la Casa Rosada con una Plaza de Mayo vacía; de anuncios como el fin "del curro" de las medialunas; de camperas de cuero en pleno verano y selfies con pose adolescente; del tamaño de los pies y peleas con artistas, gobernadores, periodistas y hasta con un actor muerto; de aplaudidores con look de after office y sueldos millonarios; de twitteros en cargos jerárquicos y ejércitos de trolls que se encargan de denigrar a adversarios políticos y de mantener a raya a los propios; de familiares y amigos entongados en todas las áreas; de funcionarios fantasmas que se pasean orondos por los sets de televisión y "periodistas" cómplices y justificadores con un libreto bien aprendido; de "embarrar la cancha" con bombas de humo y confusión constante; de revoleo de leyes con centenares de artículos para que no podamos distinguir qué es lo importante y qué no es, y enredarnos en discusiones estériles acerca de la toga y el martillo de un juez; de imágenes para el consumo masivo de una sociedad del espectáculo donde, como escribió Guy Debord, en “el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso”.

Más de 100 días en los que vivimos dentro de la “Alegoría de la caverna” de Platón, donde un grupo de prisioneros que se encuentra allí cree que las sombras que ven pasar son verdaderas; en los que nadie, que ha podido salir a ver la luz del sol, ha bajado para decir que las sombras son meras apariencias (phantasías) y que hay un grupo de personas que crean el truco que ellos ven, al caminar de un lado a otro con figuras humanas y animales en lo alto que luego se proyectan en el fondo de la caverna gracias a un fuego que está a sus espaldas; en los que, si apuramos el anacronismo, hasta Platón podría ser considerado “comunista”, miembro de la “casta”, opositor “al cambio” o como alguien que “no la ve” por escribir en el mismo pasaje de su República que “la ley no se propone la felicidad de una clase de ciudadanos, con exclusión de las otras, sino el bienestar de todos, uniéndolos por la persuasión y por la autoridad, y llevándolos a participar de las ventajas que cada cual puede aportar a la comunidad”.

Más de 100 días de repetir chamuyos estrafalarios que esconden siempre el doble fondo de sus verdaderas intenciones, como que vienen a revertir "un siglo de decadencia" (que prácticamente coincide con el inicio de la era democrática en nuestro país); que su propósito es "devolver libertades a los argentinos" (sin explicitar a qué argentinos); que "cada punto de inflación es responsabilidad del gobierno anterior" (sin hacerse cargo tanto de las consecuencias inmediatas de la mega devaluación a dos días de asumir como de la liberación de precios); que "estamos haciendo lo que los libros de texto dicen que hay que hacer" (es decir, intentar que la realidad encaje en su teoría insensible); que sin la aprobación de sus mamotretos legales, ni siquiera escritos por sus propios funcionarios, se avecina una catástrofe "de proporciones bíblicas", o que "si esta ley no se vota el país va a ir a una explosión" (como ejemplos de las extorsiones apocalípticas que ocultan la defensa incondicional de un puñado de empresarios y corporaciones); que no hacen "futurología", pero saben que hay “luz al final del camino” (en una reedición de la ya conocida historia de vidas sacrificables en el presente por un supuesto porvenir venturoso que nunca llega) y que “en un lapso de 45 años nos permitiría” ser como Irlanda.

Más de 100 días de ensañarse puntualmente con los jubilados para que paguen el ajuste debido a que son "la franja etaria menos empobrecida" (y quienes cuentan con menos organicidad para defender sus intereses); de represión dirigida especialmente a periodistas, fotógrafos y camarógrafos en movilizaciones y marchas, con escopetas y gases extremadamente dañinos, en lo posible apuntando sus caras y a sus ojos, como una forma de disciplinar a quienes pretendan registrar y difundir la violencia estatal (más que necesaria para implantar sus políticas macabras), sin respetar siquiera su nefasto “protocolo antipiquete” con fuerzas de seguridad que cortan las calles “por las dudas”, efectivos reprimiendo con armas de fuego en la cintura y  policías motorizados amedrentando en veredas y plazas.

Más 100 días sin que les aflija la falta de comida en los miles de comedores y merenderos comunitarios de todo el país; sin que se desvelen por el hambre de un pueblo esquilado a propósito en menos de tres meses; sin que se perturben por los precios descomunales de los alimentos porque el plan es secarnos; sin que se inmuten por frenar la asistencia a personas con cáncer y enfermedades crónicas que se encuentran en situación de vulnerabilidad; sin que se apenen porque el ministerio de Salud no funcione en medio de una epidemia de dengue, ni se inquieten por los damnificados de inundaciones y temporales.

Más de 100 días de un primer mandatario que desprecia el Estado que dirige y sostiene que "es una asociación criminal"; que no registra al otro, sin empatía ni solidaridad, ni aun cuando un joven se desvanece a su lado y este prefiere hacer un chiste sobre “zurdos” antes que socorrerlo; de “flashear” Guerra Fría entre (ellos) los defensores de las “democracias liberales del mundo” y (nosotros) los “sucios comunistas”; de reemplazar la lógica amigo-enemigo por la polaridad "argentinos de bien", que aceptan mansamente las políticas destructivas, y los "orcos" e "incivilizados", que protestamos cuando nos intentan dar "más libertades".

Más de 100 días de vaciamiento simbólico, discursivo y cultural porque la idea es asfixiarnos económicamente pero sobre todo aplastarnos anímicamente, por eso necesitan romper todo tipo de vínculo social-afectivo y apelar a un individualismo berreta para “terminar con estos colectivos innominados como patria, partidos, movimientos; (y) poner en el centro al individuo”, como si fuese posible escindir las experiencias individuales de la sociedad en la que se insertan; de regocijarse en la angustia y el dolor ajeno; de venir por nuestra alegría y nuestra dignidad porque saben muy bien que “los pueblos tristes no vencen"; de diseminación de la violencia y el odio como efectos buscados.

Más de 100 días de una “batalla” que va más allá de lo “cultural”, por eso la celebración frente al cierre del INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo); los recortes en el INCAA justificados bajo la falaz dicotomía de "o financiamos películas que no ve nadie o le damos de comer a la gente", nuevamente, apelando a un concepto genérico como mera excusa de su programa de sometimiento neocolonial; por eso el intento de cerrar el Instituto Nacional del Teatro y el Fondo Nacional de las Artes, como de desfinanciar la CONABIP (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) y el INAMU (Instituto Nacional de la Música); por eso los despidos en la Agencia Nacional de Discapacidad, en el Servicio Meteorológico Nacional y en el Instituto Nacional Geográfico; por eso el cierre del  INAFCI (Instituto Nacional de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena) y los despidos, porque no les interesa la soberanía alimentaria ni la producción de alimentos sanos a precios justos; por eso el ahínco especial contra Télam (Agencia Nacional de Noticias y Publicidad), sus trabajadoras y trabajadores y su importancia para la democratización de la información; por eso la descalificación, estigmatización, desfinanciamiento y despidos en el CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y en todo el sistema científico; por eso cortaron el Fondo Nacional de Incentivo Docente a las provincias y no actualizan el presupuesto de las universidades públicas, fomentando de esta forma la privatización o el cierre  de las mismas.

Más de 100 días sin poder obtener las tan deseadas facultades delegadas para actuar como una monarquía; sin poder privatizar todo el patrimonio nacional; sin tener la potestad para endeudarse como quieren; sin poder aplicar una reforma laboral esclavista y una reforma jubilatoria regresiva; sin poder prohibir la protesta social ni el derecho a huelga; sin agravar las penas por resistencia a la autoridad, ni legalizar el gatillo fácil; sin la desregulación total de la economía; sin poder derogar leyes ni cambiar legislaciones para regalar los glaciares a empresas mineras y petroleras y sin poder arrasar con los bosques para el expandir el agronegocio.

Más de 100 días desde que “Mascarita y su Triste Comparsa de Saqueadores” aplican un dispositivo de apariencia por el cual el carnaval para pocos que inauguraron, con arlequines mediáticos y mucha espuma discursiva, es necesario venderlo como la solución a todos nuestros males; desde que este mismo carnaval inició porque “hay pagar la fiesta” de comer dos veces al día, producir, tomar mate, viajar en colectivo, cepillarse los dientes, estudiar, cargar nafta al auto, ir a trabajar; en fin, de vivir.

Más de 100 días de un gobierno que no es la dictadura pero sí su mejor banda tributo, repleto de negacionistas que tienen sueños húmedos con la liberación de genocidas, y como tal le declaró la guerra sin tregua a su propio pueblo; de gente sin swing, prometedores e impostores que fomentan la incertidumbre, el desamparo social y el caos premeditado; de gente sin swing (y sin corazón) que padecen de pasión, antes de arrepentirse de su error.

Más de 100 días de manifestaciones espontáneas, asambleas y reorganización de la de la bronca y la angustia; en los que constatamos que el amor solo no vence al odio y que hace falta dejar de lado la indignación de las redes digitales y salir a tejer, cuerpo a cuerpo, codo con codo, nuevos rituales analógicos con la tribu; en los que marchamos contra el mega DNU inconstitucional y la “Ley de Bases y Puntos de Partida para el Saqueo de los Argentinos” y entendimos que no podemos dar vuelta esto si nos quedamos en las luchas sectoriales, ni en nuestras casas esperando que todo mejore. Más de 100 días de corroborar que la esperanza se construye a diario, como nos enseñaron las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, sin bajar nunca los brazos porque, como dijo Taty Almeida en el paro general del 24 de enero, “se lo decimos nosotras, las locas, que a pesar de los bastones y las sillas de ruedas seguimos de pie". Por eso, como cada 24 de marzo, y contra los más de 100 días de hambre, represión y mentiras, vamos a estar en la Plaza pidiendo, una vez más, por Memoria, Verdad y Justicia.