Los viajes y los libros

por 8300 web
21 de agosto de 2014

Las lecturas de los mochileros y una elección tan arriesgada como disfrutable.

Sinceramente, los libros que compré en este tiempo eran nuevos. No es que tenga algo contra las librerías de viejo, las de usados. Todo lo contrario, me fascina entrar a ellas y revolver cosas, pero si mal no recuerdo nunca compré un libro usado. Simplemente me gusta (o gustaba) estrenar libros, ser el primero en leerlos, marcarlos, disfrutarlos. Esta costumbre inevitablemente iba a tener que ser modificada. Y parte del viaje por el continente iba en esa dirección. Dejar algunas costumbres y adquirir otras. Principalmente cuando se sabe que la lectura y los libros van a ser una de las mayores compañías en un viaje largo. Y acumular libros además de costoso es enormemente perjudicial para la espalda del mochilero. Si bien tampoco tengo nada contra accesorios como el Kindle o similares, donde se puede acumular libros indefinidamente en un aparato tecnológico; sigo siendo un fundamentalista del papel, del olor a libro (nuevo y usado), no me considero amigo de estas tecnologías, aunque sean muy cómodos y prácticos. Y porque justamente, el viaje también se hace intercambiando libros. De esto se trata.

En los meses previos al viaje, quería leer cosas que me metan en tema. Más allá que ya tenga muchas cosas leídas de literatura y novela latinoamericana, o como parte de mi formación como cientista político en sociología, política, historia; quería enfocarme más que nunca en contexto histórico general. Y bucear de a poco en el género de la crónica latinoamericana. Por ser un género que me fascina y por ser principalmente una fuente de inspiración para textos propios que busco producir.

Cometí un pequeño desliz, que fue darle unas primeras lecturas a En el Camino, de Jack Kerouack. No por el libro en sí y lo que representa (una especie de autoreferencia del autor en su viaje iniciático en la década de los 60 por todo lo ancho de Estados Unidos), un libro de culto y que evidentemente marcó una época. Básicamente, no era lo que buscaba leer. Quería Latinoamerica; quería autores nuestros. Sea historia, novela, crónica periodismo. No era el momento de leer a Kerouack. Ya tendrá su revancha. No por nada es una edición de fines de los 60 que estaba en la biblioteca familiar. Arranqué entonces con Historia de la Nación Latinoamericana, de Jorge Abelardo Ramos. Creo que fue la mejor decisión haber empezado mi buceo en las lecturas contextuales con este libro. Por ser un libro de culto en la formación de la izquierda latinoamericana, por entremezclar categorías marxistas de análisis con conceptos como Patria Grande , por la revisión y el recorrido hisórico que realiza de nuestro continente. De eso, pasé sin escalas a La Ciudad y los Perros, de Mario Vargas Llosa, otro histórico en la biblioteca familiar. Como para meterme en tema Lima, El Callao, Miraflores, el Leoncio Prado y un poco de peruanismo. Ya tenía leídas cosas de Vargas Llosa, pero La Ciudad y los Perros era un pendiente de hace años. Buen momento de leerlo y hoy que me encuentro en Lima, recuerdo varias referencias y pasajes del libro.

Ya en víspera de tomar ruta, mi vieja me regaló “Por los caminos del Che, crónicas de Latinoamérica” de la editorial Sudestada. Una gran compañía en mis rutas por Bolivia fue leer esta compilación de periodistas de la revista Sudestada en los viajes que cada uno de ellos realizó por distintas latitudes de la América Profunda. Gran forma de acercarme al tema del género crónica de viaje o crónica periodística.

Tenía entonces un primer libro que me acompañaba y un par de anotadores. A leer, a inspirarme; y a plasmar en las hojitas de los anotadores ideas, sensaciones, cosas que van pasando. En Sucre me encontré con una Feria del Ministerio de Comunicación. Visualizo que en un stand regalaban libros del Evo. Casi que fuí corriendo a buscarlos. Dos libros sobre la historia del Evo pero más vinculado a la CIA y sus intentos por desestabilizar el Gobierno, la guerra del Agua, la coca y demases. Uno era de Stella Calloni. Lo confieso: no los leí. De Evo tenía muchas más ganas de leer Jefazo, de Martín Sivak. Lo busqué en Argentina antes de irme. No lo conseguí. Agotadísimo. En Cochabamba encontré una edición en una librería bastante interesante especializada en Ciencias Sociales. No estaba muy barato. Ya cargaba tres libros. Pucha, será en otro momento. Era el libro que más quería leer y no lo tenía en mis manos. Ya está, me arrepentí. Tendremos revancha en otro momento. Seguía cargando libros. Llegado a La Paz, además de hospedarme en su casa, Mariano Vázquez (autor de este gran blog) tuvo un par de gentilezas más, como darme algunos consejos clave sobre el viajar, latinoamérica y su historia política, el fanatismo y la pasión por el Strongest y prestarme para que lea algunos textos de Antología de Crónica Latinoamericana Actual; compilación hecha por Darío Jaramillo Agudelo. Como para seguir cebándome con el género de crónica latinoamericana, del periodismo literario y anotar nombres de autores y revistas, este libro era perfecto.

El viaje siguió. Seguía cargando los libros. Ya había terminado el de Sudestada y pasé más de un mes sin leer nada. Me sentía mal. No leía y casi tampoco escribía. Y evidentemente una cosa lleva a la otra, la inspira, motiva. Llegado a Lima, me encontré con la existencia de la Feria Amazonas, algo así como un parque de diversiones en lo que es compra-venta-canje de libros usados. Ahí fuí. Me saqué de encima los tres libros que venía cargando casi desde el arranque del viaje. Los intercambié por La Cuarta Espada, de Santiago Roncagliolo (historia de Abimael Guzmán y Sendero Luminoso) y La Acción Escrita, de Genaro Carnero Checa. El segundo (actualmente me encuentro en la lectura de éste libro) es un ensayo sobre la etapa periodística de José Carlos Mariátegui.

Entendí y aprendí que los libros se intercambian.Y es casi un placer cuando se lo hace. Llegan a uno, se leen, se disfrutan, y se van. Porque es así. Los libros vienen y se van. Pasan de manos. Y fundamentalmente en un viaje, donde hay que priorizar espacio y peso, sin perder el placer de la lectura, los libros tienen que circular constántemente.

No por nada elegí estos dos libros. Es parte de la compañía literaria que busco: historia, periodismo literario, política, sociología, crónicas. Me puse como objetivo personal dos ejercicios: seguir en este hermoso camino de intercambiar libros usados y al finalizarlos (además de buscar el canje) poder hacer una reseña sobre los mismos, un comentario personal. Como bien dije, son dos objetivos. Dos ejercicios. Será cuestión de mantener la regularidad en la lectura, la escritura y encontrarme con nuevos textos.

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