“Tengo miedo de que me mate un fanático del Gobierno”
por Revista CítricaFotos: Rodrigo Ruiz
25 de junio de 2024
Juan Ignacio Spinetto, abogado y docente, fue una de las 33 personas que cayeron en la cacería policial durante la sanción de la Ley Bases en el Senado. Ya en libertad, relata la violencia sufrida durante los días de detención, rescata la solidaridad recibida y advierte sobre el escenario generado por Milei.
Por Juan Ignacio Spinetto
Estoy en libertad, pero a nivel anímico mal. Me siento como en pausa, paralizado. Lo único que me mueve es conseguir la libertad de las cinco personas que quedan detenidas. A mí me tocó convivir con tres de ellos durante la detención y dentro de toda esta pesadilla fue como un sabor amargo salir yo solo en libertad. Teníamos la expectativa de que nos íbamos todos.
Todavía no pude ponerme para conseguir algún tipo de tratamiento psicológico para seguir poniendo en palabra todo lo que pasó ese día y los siguientes. Tengo mucha expectativa de lo que pueda resolver la Cámara en los próximos días, ojalá decida la libertad de las cinco personas todavía detenidas: Cristian Valiente, David Sica, Facundo Gómez, Roberto de la Cruz Gómez y Daniela Calarco Arredondo. Yo estuve detenido en Ezeiza, donde llegamos de madrugada en un camión del Servicio Penitenciario Federal después de que nos denegara la excarcelación la Dra. María Servini.
Ahora ya entré en contacto con otras personas que pasaron por las mismas circunstancias, familiares que estaban tejiendo ya desde antes una red. Primero la red se tejió entre familiares y amigos y después, a medida que íbamos recuperando nuestra libertad, nos fuimos sumando a esa red; aparte de una red inmensa de organizaciones y personas que de alguna manera nos han apoyado desde el primer día a quienes estábamos pasando toda esta situación tan difícil.
No tengo más que agradecer la solidaridad de tantas personas y organizaciones que me apoyaron a mí, apoyaron a mis compañeros y compañeras y siguen apoyando a las cinco personas que quedan detenidas. Los varones seguían en el Pabellón 1 de ingreso de Ezeiza y Daniela en el Complejo de mujeres. Todos por delitos que no han sido aprobados prácticamente en ningún caso. Las acusaciones del fiscal Carlos Stornelli son disparatadas, no han podido ser probadas.
Toda la causa fue mal instruida, de hecho, al principio eran dos causas. La causa federal, de Stornelli y Servini, que arranca por la gente que fue detenida más cerca del Congreso. Ahí actuaba la Policía Federal y por ende, desde un primer momento, el fiscal fue Stornelli y la carátula federal. En cambio, 22 de nosotros fuimos cazados como animales por la Policía de la Ciudad en la avenida 9 de Julio, cuando todos estábamos huyendo justamente de la represión.
La detención
En mi caso, fue a 5 o 6 cuadras de mi casa que me detienen entre dos, tres motos de la Policía. Fui detenido en la 9 de Julio, en Lima y México. Yo iba solo, huyendo de la Policía. Ya habían detenido a dos de las estudiantes de la UNSAM (Camila Juárez y Sasha Lyardet), a Sofía Ottogali y a Nicolás Mayorga. Suben unas motos, a mí me pegan y el resto de los detenidos, que estaban mirando, se preocuparon porque pensaban que me iban a matar.
Aparecieron las motos y a los segundos ya estaba en el piso, reducido. Yo no recuerdo bien porque me tiran al piso, me empiezan a pegar en la cabeza con bastones. Hay fotos de ese momento, por eso estoy muy agradecido al valor de la gente que seguía haciendo fotos, que se puso enseguida en contacto, me buscó. Todo para aportar a la causa, porque estamos necesitando videos de lo que pasó.
Cuando nos detienen en la 9 de Julio nos dejan alrededor de dos horas ahí sentados. Nicolás Mayorga tenía dos disparos en el pie y le habían pegado sobre los disparos para que sienta más dolor. Esperamos dos horas para que nos suban a un móvil, de ahí nos trasladan al Obelisco, al Centro de monitoreo de la Policía de la Ciudad. Estuvimos secuestrados, detenidos-desaparecidos por alrededor de seis o siete horas hasta que nos mandan a la Alcaidía 4 de Barracas. Nos habían sacado los celulares y nadie sabía adónde nos estaban llevando.
Violencia y maltratos
Llegamos, nos dan ingreso en la Alcaidía 4 donde había un comisario que nos trató bastante mal. A mí me dijo que íbamos a hacer un pacto de caballeros y que yo podía elegir, ya que era una persona que no tenía antecedentes, entre ser alojado en un calabozo con la población, donde me detalló que había 45 “homicidas” y 20 detenidos por “abuso sexual”), o estar en el patio a la intemperie. Yo le pregunto “¿vamos a estar todos juntos?” y me dice “no todos”, como diciendo “yo puedo decidir sobre la vida de ustedes y si los pongo en un lugar donde pueden pasarla muy mal”.
Ahí nos llevan al patio, nos van ingresando de a uno, todos esposados. Nos hizo pasar la noche a la intemperie, sin una frazada ni nada. La gente empezó a congregarse, yo sé que estuve acompañado porque en todo momento escuchamos cantar afuera.
Todo el tiempo recibimos muchísima violencia por parte de la Policía de la Ciudad y del Servicio Penitenciario Federal. El Servicio Penitenciario Federal está para cuidar a los internos, su seguridad, y la Policía, tanto de la Ciudad como la Federal, está al servicio de la comunidad para prevenir delitos, no para torturar, interrogar, preguntar en todo momento ¿de qué organización sos?, ¿por qué tiraste piedras?, ¿por qué incendiaron autos?. Así fue en todo momento, en todo lugar que fuimos. En cualquier trámite siempre empezaba de vuelta este interrogatorio.
A nosotros nos imputan delitos comunes del Código Penal, pero en el caso de la acusación de Stornelli son delitos que tienen que ver con el orden constitucional. El Presidente de la Nación salió a decir en un tuit que éramos terroristas, que habíamos querido hacer un golpe de Estado, y eso habilitó toda esa descarga contra nosotros de violencia institucional. Sin la presión del Poder Ejecutivo sobre el Poder Judicial no habría pasado todo lo que pasó.
Todas las entrevistas que tuve con la defensa oficial fueron con la Policía presente. Es un derecho básico tener intimidad o privacidad en la entrevista con tu defensa, pero yo tenía que hablar por un teléfono que me daban ellos o contarle a la persona que me defendía cómo nos habían detenido y golpeado, en presencia de ellos. De hecho, la Policía Federal investiga estos casos.
Ser un preso político
La mayoría de las pruebas que podrían ayudarnos y demostrar cómo fueron las detenciones arbitrarias son de las cámaras de la Ciudad, que hasta este momento no sé si las entregaron o no. La prueba que tienen es únicamente testimonial por parte de los agentes de la Policía que nos detuvieron y en muchos casos ni siquiera eso, porque te detenían y te entregaban a otro equipo con otras policías. Entonces, en algunos casos es lo que dijo tal oficial que estabas tirando piedras, ni siquiera hay testigos directos. Por algo nos liberaron y hay 28 faltas de mérito.
La instrucción es un desastre, se perdió la trazabilidad de las detenciones, no se sabe bien quién detuvo a quién. A nosotros nos leyeron dos veces los derechos porque cambió de fuero, de la Ciudad a Federal, y nos hicieron constatar dos veces el domicilio en vez de usar la misma constatación de domicilio. Cuando pasa al fuero federal, en muchos casos la causa arranca casi de cero.
A mí me llevaron a Ezeiza, donde llegamos de madrugada en un camión del Servicio Penitenciario Federal después de que nos denegara la excarcelación la Dra. María Servini. Hubo muchas irregularidades en la instrucción de la causa, hubo mucha violencia institucional hacia nosotros y nuestros familiares. Esa violencia institucional también se vio cuando me querían entregar cosas en Ezeiza y ponían trabas de todo tipo o cuando tuve la única visita en el penal, que también fue muy maltratada.
El recibimiento que nos dieron en el penal fue brutal, si bien a nosotros no nos tiraron gases lacrimógenos en los ojos como habían hecho el día anterior en Marcos Paz con otros detenidos, sí hubo una tortura psicológica: “¿Qué hiciste? ¿Por qué tiraste piedras? ¿Te gusta tirar piedras? Mirá acá dónde vas a estar...”. Con los detenidos comunes muchas veces se expresa en violencia física, con nosotros se cuidaron, pero sí nos verduguearon duro. Cuando nos daban una frazada nos decían “esto te lo manda Milei”.
Por ejemplo, días antes habían entregado a los internos de Ezeiza una provista mensual de elementos para higiene, como papel higiénico, jabón y un par de cosas más, y a los que llegamos después no nos daban nada. Yo agradezco y voy a estar eternamente agradecido con mis compañeros del Pabellón 1A, porque fueron muy solidarios conmigo y también con mis compañeros. Compartieron la comida que traían sus visitas, me dieron papel higiénico, jabón... privado de tu libertad, cualquier elemento tiene un valor material enorme. Por ejemplo, una bolsa de nylon para tapar la ventana rota donde te entra todo el frío a la noche.
Quienes fueron mis compañeros de detención esos tres días nos decían que era imposible que nosotros hayamos hecho lo que nos imputaban y fueron muy muy solidarios. En el fondo sabían y nos reconocían que habíamos salido por los derechos de ellos, de sus familiares, para que puedan jubilarse sus madres, por ejemplo. Incluso una vez me preguntó el jefe de la seguridad interna “¿por qué fuiste?, ¿qué es la Ley Bases?”. Le empecé a explicar y se me quedó mirando, como que entendió por qué habíamos ido, por qué esa ley va a traer tantos perjuicios al país.
La vida en libertad
Mi único objetivo ahora es conseguir la libertad de mis cinco compañeros que siguen detenidos, porque su detención es tan injusta como la mía, independientemente de si en algún caso puede haber alguna prueba o no. Si uno lee la acusación contra mí, yo tiro piedras y si uno busca en el Código Penal, no es un delito tirar piedras; puede existir el delito de daño si yo rompo una vidriera, puede existir el delito de lesiones leves o graves si yo lastimo a cualquier otra persona, pero tirar piedras de por sí, que en 44 años jamás tiré una piedra, no es un delito. Eso también tiene que quedar en claro, que las personas siguen detenidas arbitrariamente.
Nosotros queremos probar nuestra inocencia para desvincularlos completamente, pero siempre fue así, estuvimos detenidos arbitrariamente sin que exista prueba. Nos cazaron como animales, primero dejaron hacer, sobre todo lo que pasó en las inmediaciones del Congreso, y después salieron a cazar gente.
Tengo 44 años. Soy abogado y profesor en Enseñanza Media y Superior de Ciencias jurídicas de la UBA. Desde 2019 trabajo en docencia. Tengo distintas materias: Derecho, Formación ética y ciudadana, Educación ciudadana, Introducción al Derecho y otras materias de Ciencias Sociales. Doy clases en 10 escuelas para llegar a fin de mes.
Va a ser duro para mí retomar la rutina, subir a un colectivo, bajarme. Prácticamente no usé transporte público desde que salí. Salgo a la calle para no quedarme encerrado acá en mi casa, pero tengo miedo de que me agreda o me mate un fanático del Gobierno.
Justo con mis estudiantes estuve trabajando todo el año sobre la democracia, la importancia de la participación y lo que era el derecho a la protesta. Fue todo como perfético. También trabajé sobre el triple femicidio de las lesbianas en Barracas por los discursos de odio. La verdad es que nunca me prestaban demasiada atención, salvo algunos estudiantes, y ahora todo se resignifica.
Cuando vuelva a las aulas les voy transmitir que hay que querer más a la democracia, preo creo que ya aprendieron todo solos. Más que transmitirles, quiero agradecerles y seguir aprendiendo de ellos, porque ya entendieron todo. No hay mucho más para decir. Ellos saben que de un día para otro desaparece un profesor de la escuela por causas políticas, aunque sea inocente, y que si me pasó a mí le puede pasar a cualquiera de ellos. No sé si necesito transmitirles algo.
Muchos de mis estudiantes hicieron colectas para mí y se movieron, fueron a la marcha en Plaza de Mayo, fueron a Comodoro Py. A mí todo eso me emociona mucho. Me crié en Ramallo, pueblo de la provincia de Buenos Aires, y allá toda la gente se movilizó mucho, visibilizó mi caso y deconstruyó eso que querían imponer mediáticamente las primeras horas, los primeros días, de que era una especie de monstruo sindicalista.
La Argentina represiva
El análisis que hacen algunas personas que integran distintas organizaciones, que tienen muchos años de experiencia, es que lo nuestro tuvo dos objetivos. En primer lugar, imponer terror a la población para que no se manifieste y que pase toda la legislación y el ajuste que tenga que pasar hacia la sociedad argentina. El segundo objetivo es que van por las organizaciones. Toda organización que teja solidaridad, trabaje por el bien común, por la gente y se movilice, va a ser criminalizada si esto sigue así.
En Argentina hay un recrudecimiento de la violencia, la represión, la criminalización de la protesta. Que exista gente con causas prácticamente sin pruebas, que haya detenidos no es novedoso. No hay nada de innovación en eso, pero sí es inédito, como en nuestro caso, el modo en que se instruyó la causa, viciada irregularidad, sobre todo la causa de Ciudad. En cuestión de horas decidieron sobre mi vida y mi libertad y me mandaron a un penal de alta seguridad con presos de máxima peligrosidad.
Algunas de las chicas detenidas tienen ataques de pánico, de ansiedad, no pueden salir a la calle. Lo que nos pasó, que vayas a una marcha y tengas la mala suerte de quedar detenido, es parte de lo que quizás varias personas vivieron en estos 40 años de democracia en la Argentina, porque hubo distintas marchas que terminaron así. Pero que enseguida nos hagan pisar un penal, como nos pasó a nosotros, no es nada común.
Yo quiero ser cuidadoso y no banalizar lo que pasó durante la dictadura. Lo que nos pasó fue diferente, porque fue 40 años después en un gobierno democrático, pero hubo prácticas que tienen que ver con los apremios ilegales, con las torturas que estuvieron también en aquella época, estuvieron durante los 40 años de democracia y van a seguir.
Una persona que esté detenida por cualquier otra causa suele estar alojada en alcaidías o comisaría durante meses porque no hay cupos en el Servicio Penitenciario Federal; a nosotros, por delitos totalmente excarcelables, menores y que no se pudieron acreditar (por eso la jueza nos dictó la falta de mérito a mí y a 27 personas más), nos mandaron a un penal de máxima seguridad.
Es un mensaje claro del terror que quieren imponer y para decir que el próximo puede ser cualquiera, que pueda terminar en un penal por ir a expresar un derecho constitucional. Lo nuevo es que cualquier persona, por ir a una marcha ejerciendo el derecho a la protesta, que viene de la Constitución Nacional de 1853, el derecho de peticionar a las autoridades, puede ir presa.
Nosotros les estábamos pidiendo a los señores senadores que no voten eso. Se consiguió quórum con lo justo y yo pienso que si el presidente de la UCR (Martín Lousteau), traicionando todos los principios históricos de su partido, no se hubiese sentado en su banca, esa sesión no habría existido. Yo habría estado tranquilo en mi casa y no habría vivido todo lo que viví. Si no hubiese habido represión para alejarnos totalmente del escenario donde se votaba esto no sabemos qué habría pasado.
Lo que me pasó a mí, me pasó porque no fuimos los suficientes. Si somos muchos, como pasó en la marcha universitaria, no hay posibilidad de represión ni protocolo anti-piquete que valga. Pero esto es una circunstancia especial, porque se estaba votando algo para seguir saqueando al pueblo, entonces ahí no iban a permitir que pasara nada que hiciera peligrar esa ley.
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