Algunas almas sensibles que conocieron de cerca al maestro Grinberg hablan de los brotes que han germinado para siempre, del camino por continuar y de la presencia imborrable más allá de la ausencia.
La Operación Grinberg
Por Pablo Semadeni*
Comprender la acción vital de Miguel Grinberg (1937-2022) implica un desafío cultural, que las personas allegadas a él recién comenzamos a afrontar. Dimensionar los andariveles por donde transitó su existencia mutante, los emprendimientos que impulsó, las semillas que sembró con mano maestra. De hecho, se trata de un complejo imaginario que fue pergeñando a partir de la década de 1960 (en plena juventud), con su famosa revista Eco Contemporáneo, pero que continuaría enriqueciendo a lo largo de las décadas en otros medios gráficos, radiales, agencias de noticias, sellos editoriales, emprendimientos cooperativos y en donde siempre se necesitaba la acción.
Lo que podríamos definir como “Operación Grinberg”, contempla el traspaso de conocimientos más evolucionados y de vanguardia a un país estancado, donde durante las décadas de 1950 y 1960 todavía se miraba a París (con su estela de existencialismo sartreano), mientras otros se refugiaban en la especulación liberal (por ejemplo la revista Sur), o en proclamas en donde se anunciaba una inminente revolución social (como un espejo de lo ocurrido en Cuba en 1959). Para lograr esta proeza, Miguel Grinberg se fue deslizando a través de diferentes sensibilidades y disciplinas, como el pacifismo, la meditación, la ecología y sus preceptos, la espiritualidad, el arte en un sentido holístico y los emprendimientos autogestivos, espacios en donde siempre creyó ver germinar la semilla de lo nuevo, emergencias creativas no contaminadas por las posturas atávicas.
Fue también Miguel Grinberg el impulsor de una “Generación mufada”, luminosamente beat, que asolaba las redacciones y los espacios de encuentro con posturas contraculturales y underground (al respecto, su viaje iniciático a Estados Unidos en 1965 le abrió las puertas a un fértil campo de percepción). Merecería la Argentina, por lo tanto, que se compile una biografía de Miguel Grinberg y de sus movimientos tácticos, a donde fue sumando a nuevos pasajeros y generaciones, a quienes transmitía ese concepto tan caro en él, como el de Planetariado, el reverso de una sociedad depredadora y consumista, con impulsos homicidas, refractaria a una comprensión profunda del papel de la civilización humana en el ancho universo.
Porosidad y sutileza lo caracterizaron, su fino guante de pasador y de traductor cultural, por lo que no creo exagerar si afirmo que enriqueció los basamentos de la cultura rioplatense. Para esto trabajó capa sobre capa y de manera reticular (las “Fundaciones Paralelas” era uno de sus conceptos fuerza, esquivar las durezas instituidas, labrar tierras vírgenes) recepcionando, traduciendo y divulgando una larga lista de maestros espirituales y de intelectuales que, sin su incansable labor, acaso hubiéramos tardado mucho en conocer. Un hombre que evitó los falsos dilemas y las trampas que a menudo tiende el mundo y nuestra doliente Argentina, especie de órgano expandido que siempre nos invitó a ver más allá.
*Co-editor junto a Miguel Grinberg de la revista El Ojo.
Todos los caminos conducen al Sol
Por Perla Gabisson*
El 4 de marzo abandonó su vida terrenal un ser luminoso dueño de una lucidez implacable, capaz de vaticinar y comprender los procesos de cambio y ver más allá. Miguel Grinberg fue entre otras cosas periodista, escritor, poeta, ecologista, maestro de meditación, educador, fotógrafo, investigador, traductor, documentador de testimonios de resistencia contracultural planetaria y por sobre todo sembrador de semillas para generar conciencia.
A lo largo de sus 84 años de vida este profundo pensador dejó sus huellas grabadas en distintas esferas, ya sea desde la ecología, la espiritualidad, la poesía, la música, el rock, la radio, el cine, los diarios, las revistas, la contracultura como alternativa a lo establecido.
La Contracultura en Argentina fue el campo fértil donde impulsó sus distintas publicaciones que tanto ayudaron a las generaciones a ver la vida desde otro lugar, siempre desde el amor como forma de manifestarse ante tanta oscuridad. Protagonista y observador privilegiado de fenómenos artísticos, sociales y culturales, su obra constituye un aporte fundamental para la comprensión e interpretación de nuestra historia.
Pionero del periodismo alternativo, a través de distintas revistas. También en los 80 fundó la Multiversidad, una experiencia alternativa que incluyó cursos, talleres y grupos autogestivos. Su sentido del humor ácido y ocurrente estaba siempre presente en sus charlas y reuniones.
Durante varios años nos encontramos y meditamos juntos ante diferentes consignas que tenían que ver con la concentración en la respiración y una música que seleccionaba Miguel. A través de un estado de sintonía, a partir de una dinámica grupal, fuimos estimulados por gamas de sonidos artificiales y naturales, activando núcleos imaginativos adormecidos y despertando potenciales cerebrales raramente estimulados.
La Meditación Esclarecedora, diría Grinberg, “consiste en varios ejercicios de concentración en el acto de respirar, de manera espontánea y armónica, fuera de las rutinas cotidianas, con intención de lograr un momento de silencio interno –propio y personal– donde despierten todos los potenciales personales de amor, serenidad e intuición. Solamente prestando atención al acto de respirar, en un ámbito calmo y envueltos en una música apacible, el niño o el adulto participante comienza a sintonizar su auténtica naturaleza, donde lo que denominamos espiritual es otra forma de llamar a una vida plena. La vida necesita cómplices y conspirar es respirar juntos”.
Su inmenso legado es el gran desafío de la Asociación Civil Centro Mutantia, que se ocupa de la recopilación y clasificación del archivo de Miguel Grinberg a fin de preservar, estudiar y difundir su obra en todas sus formas y en todo contexto posible.
Durante el recorrido de su vida ha plantado semillas de conciencia y sabiduría, enriqueciendo la vida de muchísimas personas y creando un legado que nos va a acompañar hoy y siempre. Un visionario que dio todo para poder agregar un poquito de valor a quien estuviera cerca.
*Integrante del Centro Mutantia.
En su espíritu
Por Juan Carlos Kreimer*
Por momentos me parece que todavía estuviera en su departamento de la calle Venezuela, al cuidado de Flavia. En otros, cuando recorro nuestra relación --sesenta años-- entre los recuerdos se filtra un tema subyacente en nuestras charlas: ¿por qué, si lo que planteaba era tan profundo, tan profundamente así, y lo formulaba de manera tan fácil, cómo fue que siempre estuvo moviéndose en un círculo de ya convencidos?
Su primera respuesta era la trillada: “Cada uno necesita darse cuenta de esto y decírselo a sí mismo… a estas ideas no se adhiere por afinidad sino por la voz de la vivencia propia”.
Miguel, su figura, sus escritos, sus programas radiales, sus intervenciones, jugaba de detonador y muchos de los que lo escuchaban, aunque coincidieran en sus perspectivas, no dejaban anclar en ellos lo que les resonaba. Por equis motivos, preferían hacer como si eso que se daban cuenta no fuese de vital importancia. O directamente se decían es utópico, mejor sigamos adaptándonos a los acontecimientos, aunque esta postura nos lleve a la mierda.
En ninguna oportunidad lo escuché tratando de convencer a nadie. Los mismos que no daban la atención debida a sus planteos, cada vez que aparecía él o su nombre en un debate, lo respetaban. La actitud era tramposa: convertirlo en “de culto” era una manera de no tomarlo en serio. Ni darle visibilidad.
Tampoco él hacía nada por lograrlo. Ni le interesaba hacer nada para ganar adeptos para la causa. Ni ponerse de moda. O ser popular. Hasta hace dos o tres años, cuando su biología comenzó a impedirle desplazarse e interactuar en público, nunca bajó los brazos ni dejó de aprovechar toda oportunidad que se le presentara para introducir, de una manera u otra, con cierto tono profético o humor, su recordatorio: “Hay algo que nos vuelve imbatibles, algo que responde más a nuestra sensibilidad que a nuestro alcance racional”.
Podía referirse a ella como sensibilidad perceptiva, sensibilidad angelical, sensibilidad de titanes... Como la llamara, siempre aspiraba a transmitir la necesidad de “despertar” esa sensibilidad latente, más distraída que dormida. Adoraba el verbo “desaletargar”.
Sensibilidad que, de paso cañete, todos los seres humanos traemos incorporada de fábrica y la cultura pragmática tiende a eclipsar. No es fácil, ni muchas veces posible, responder a esa sensibilidad en el plano físico y de la así llamada realidad. A duras penas, podemos mantener cierta coherencia. De ahí a pretender que se vuelva un modelo de aplicación masiva…
Entro en esta cuestión para señalar otro límite que compartimos: el que hay entre el difundir pensamiento y el hacer política a partir de éste. Él nunca quiso hacer política para poner en acción sus ideas. “La conciencia no puede digerir sapos”, decía. Y las ponía en acción directamente. Hasta donde le daba.
Le pasó lo que nos pasa a muchos: algo todavía nos impide llevar un tipo de vida personal más radicalizada, más acorde con las aspiraciones profundas. Debemos conformarnos con que solo una parte de nosotros puede expresarlas y otra todavía sigue siendo parte del Sistema que querríamos transformar.
Somos cuerpo, mente y receptores-retransmisores de un plano menos constatable. Sí, me refiero a nuestra presencia real --tan real como la que consideramos real- en un campo más sutil, del que todos vinimos y al que Miguel ya volvió. Desde ahí, conociéndolo como muchos lo conocimos, puede que su espíritu esté observando los que fueron sus desplazamientos en el reino del mundo de acá y que sienta que la misión por la que encarnó en su cuerpo y en su mente --su “zona de lucidez implacable”-- haya tenido el sentido que buscaba su sensibilidad, la perceptiva, la angelical, la de titán...
Lo que alcanzó a comunicarnos no murió hace un mes con él.
*Autor de “El artista como buscador espiritual”, (Ed. La Llave Barcelona y Grupal Argentina 2022). Compartió con Grinberg el equipo editorial de Eco Contemporáneo.
Miguel Grinberg, el ser que vio el futuro
Sentido del humor, reflexiones profundas e impulso creador convivían en un humano que llegó antes que nadie a todo: el rock, la autogestión, la agroecología y más. Siempre con un espíritu colectivo y esperanzador, Miguel nos dejó infinitos legados. Entre otras cosas, la semilla de Cítrica.
Lo que aprendimos del periodismo cítrico
Con la excusa de las 100 ediciones de la revista impresa, hacemos un balance del camino recorrido y los horizontes que queremos construir desde esta vereda de la comunicación y la vida. Una historia de 12 años con la guía de maestras y maestros, compañeres de trinchera y la certeza de que el periodismo se construye desde los territorios.
Miguel Grinberg: la música sin tiempo
El mítico periodista de rock y de tantas otras vanguardias organizó el festival Mariposas de Madera, donde leyendas de la música nacional compartirán escenario en el Gran Rex (CABA). El recuerdo de Spinetta, los cambios con respecto a los orígenes y una frase que le duele: “El rock como género quedó atrás”.