Las mujeres de los yuyos

por Nelson Santacruz
Fotos: Agustina Salinas
09 de febrero de 2023

De recorrida por la Ciudad, conocemos a las responsables de que los saberes ancestrales sigan vivos. Las yuyeras asisten cada fin de semana a las ferias en los barrios populares y en sus puestos proveen de hojas, ramitas y raíces para combatir desde una gripe hasta una bronquitis. La sabiduría de nuestros pueblos latinoamericanos está en sus manos. 

Las altas temperaturas de este verano nos hicieron recorrer algunos puestos de los barrios populares de la Ciudad de Buenos Aires donde se esconden muchos saberes naturales ancestrales. De esos que aromatizan o dan sabor a cualquier mate o tereré y que no son reconocidos por la academia. Entre lo verde de las hojas, las raíces o los pedacitos de troncos, muchas afecciones comunes como la gripe, la tos, la bronquitis, las dificultades menstruales o digestivas hallan soluciones en antiquísimas sabidurías que, en general, prevalecen gracias a las mujeres y a su historia campesina.

Sobre la Avenida Iriarte, en la Villa 21-24 de Barracas, se levanta colorida la feria de todos los domingos donde trabajadoras como Teresa Cáceres despliegan sus yuyos para recibir al menos 50 clientes por jornada que vienen a buscar propiedades curativas para dolores puntuales o simplemente consultan por su “pohã ñaná” (hierbas medicinales en guaraní) para sus mates o tererés. “Esto lo aprendí, sobre todo, de mis abuelas, mi mamá y mi marido con quien vendo. Es cultural”, dijo mientras acomodaba algunos de los productos regionales que también nos ofrece: porotos, yerbas artesanales, miel natural, dulce de guayaba o de maní.

Teresa nos enseñó tres variedades posibles a la hora de comprar estos productos. Por un lado, los yuyos frescos o en planta como el toronjil, el burrito, el suico, el jengibre o el ajenjo. También aquellas “secas” como la manzanilla, el anís, el eneldo o la surubina. Y, finalmente, esas que vienen de Perú, en paquetes más industriales, que son mezclas que varían desde suplementos dietarios hasta para los dolores musculares.

Katy Motta y Carmen Ojeda son del barrio Fátima, en Villa Soldati. Ambas nos contaron que si bien es un oficio alucinante, cuesta mucho llegar a fin de mes siendo trabajadoras ambulantes de los yuyos. “Yo vendo mucho por encargo. No se puede vivir solo de esto pero es un buen complemento para ayudar con gastos básicos de la casa”, resume Katy. Ella es peruana pero se introdujo en este aprendizaje gracias a su suegra que es paraguaya.

La mayor parte de las yuyeras son de nacionalidad guaraní y gran porcentaje de los clientes también: “Disfruto haciendo mezclas personalizadas. Estoy armando hielos con yuyos ya incorporados dentro, elegidos por mí. Una combinación que me encanta es el tarupé (para dolores de articulaciones), el kapi'i kat (útil como antiespasmódico) y las hojas de cola de caballo. Todo a 200 pesos”.

Carmen, que es paraguaya, rememora aquello que no quiere perder: “Mi abuela nos curaba de los golpes o quebraduras usando la savia de varios árboles o con el té de alguna planta que servía de anestesia”. A la vez, mantiene su tradición con productos para comidas típicas de su país: harina de maíz, grasas, quesos de campo, maní y almidón de mandioca. “Tenemos miles de plantas como el boldo que es el más conocido o la malva, que ayudan a las vías urinarias”, recomendó Carmen.

“Esto lo aprendí, sobre todo, de mis abuelas, mi mamá y mi marido con quien vendo. Es cultural.”

 
Experiencias plurinacionales

Muchos de estos conocimientos provienen de países hermanos o de zonas fronterizas y tienen confluencia en los barrios más postergados de Argentina. La legitimidad de las plantas curativas varían según la región. En Paraguay, donde más consumen los yuyos, el Ministerio de Salud recomienda tener cuidado con las mezclas azarosas porque “científicamente no están estudiadas”. En Perú, por otro lado, el Instituto Nacional de Salud expresa que “actualmente las comunidades, especialmente rurales, las utilizan acumulando prácticas ancestrales de selección, manejo y conservación de conocimientos que han transmitido de una generación a otra”.

Allí comprobaron la existencia de alrededor de 5000 variedades que son usadas para rituales y medicina, más de la mitad son hierbas silvestres. También el Ministerio de Salud boliviano estimó hacia 2017 que poseen unas 1700 plantas que fehacientemente son soluciones para 200 enfermedades.

En Argentina, en cambio, no hay estudios oficiales tan profundizados al respecto. Pero cabe destacar dos experiencias yuyeras muy importantes. Por un lado, hacia finales de 2022, el Ministerio de Salud de la Nación creó la primera planta estatal del país dedicada a la producción de derivados médicos del cannabis. La misma Carla Vizzoti recorrió el lugar en Jujuy: “El apoyo a la investigación médica y científica del uso medicinal del cannabis y a los proyectos de cultivo y producción nacional forman parte de los ejes estratégicos que estamos impulsando con el objetivo de impactar en el acceso a productos de calidad y seguros para la población”, explicó y dejó paso a muchas preguntas de un tema que, sin dudas, merecen una nota aparte.

En segundo término, otra política pública en torno a las plantas fue la creación del Hospital Intercultural Ranguiñ Kien, inaugurado en Neuquén hacia 2021. En ese espacio las comunidades mapuches hacen uso de las propiedades curativas de muchos yuyos de la Patagonia. Aún así, todavía no se rompió con el sentido común muchas veces impulsado por la Organización Mundial de la Salud que favorece a las grandes cadenas farmacéuticas. 

Ahora bien, para las culturas ancestrales presentes en nuestra sociedad estas plantas contienen una simbología y materialidad espiritual importante. En Semana Santa, por ejemplo, la comunidad paraguaya frecuenta al uso del "Pindo Karaí", hojas de palmas trenzadas de diversas formas que luego son bañadas en agua bendita para posteriormente ponerlas en la casa para "alejar los males".

Otra planta con propiedades espirituales, utilizada con caña a inicios de agosto, es la ruda contra la envidia y las energías negativas. Desde ese plano, los yuyos evocan también a la salud mental y a la tranquilidad de los hogares creyentes.

En muchas villas, de hecho, ya se tienen las petacas de cañas preparadas con diversas hojas adentro para venderlas. Esto último no es una fecha casual, teniendo en cuenta que el 1 de agosto se celebra el Día de la Madre Tierra, la Pacha, una jornada muy simbólica en las costumbres andinas de Latinoamérica. 

 

Los yuyos como resistencia

Marta Braez también es de la Villa 21-24. Siempre fue una enfermera que se dedicó al cuidado de pacientes de manera independiente hasta que su maternidad, y las dificultades económicas coyunturales, le impidieron continuar. El estallido de 2001 la llevó a vender sopa paraguaya, empanadas y otras comidas entre las calles Luna e Iriarte de su barrio.

“De a poco fui incorporando yuyos que ya conocía porque así me criaron en Paraguay”, recordó y siguió: “Allá la salud pública es muy complicada, todo lo tenés que pagar, por eso es muy frecuente el uso de las plantas. Cuando de niña me dolían los huesos, mi vieja me preparaba alcohol con ruda y alcanfor para masajearme con eso”.

"Ojalá que alguna vez las hierbas medicinales puedan ser legitimadas, mientras eso no pase seguiremos por acá en las ferias."

A Marta la entrevistamos, justamente, en medio de un mate con boldo, manzanillas y anís: “Los primeros son buenísimos para cuestiones de inflamación estomacal. El anís aromatiza y le da un sabor muy peculiar”. Ella es consciente de que estos saberes no tienen una aceptación general pero aun así sus clientas le confirmaron que la doradilla les reguló el flujo menstrual y que las surubinas, pequeños trocitos rojos de tronco hervidos como té, pararon sus afecciones urinarias.

“Ojalá que alguna vez las hierbas medicinales puedan ser legitimadas, mientras eso no pase seguiremos por acá en las ferias. Uno va al médico por una hepatitis y seguramente te pinchan, te ponen suero y te dan antibióticos, pero nuestras ancestras indias nos enseñaron que también lo podemos prevenir machacando un poco de cocú de vez en cuando”, reflexionó.

Todos estos remedios refrescantes, estos saberes, siguen ahí mismo bajo nuestras narices. Son parte de lo que a veces elegimos desconocer o no queremos explorar para evitar caminar por fuera de cualquier norma. No son competencia para los avances medicinales, no resuelven pandemias, pero cobran un valor simbólico y material que nos complementan y también merecen ser reconocidos.


Instrucciones para un rico tereré

*La jarra o el termo tiene que estar bien cargado con hielo. Si son de material de aluminio o vidrio ayudan a mantener más prolongadamente el frío. 

*Combinaciones de yuyos de a tres: no llenar la jarra con hierbas al azar. Se pueden juntar, por ejemplo, perdudilla con burrito y raíz de coco. Se puede poner cedrón, gajos pequeños de jengibre y cocú. Se toma algo rico también usando raíz de Santa Lucía, kapi'i kat y hojas de menta.

*La manera de incorporar los yuyos al agua, comúnmente, es luego de machacarlos en algún mortero o similar. También sueltos, pero tardan más en darle el gusto al tereré. 

*Elegir yerbas de “palo”, idealmente sin saborizantes artificiales. 

*Es preferible que los mates sean de madera. Si son las “guampas”, usadas tradicionalmente en el litoral o Paraguay, mejor.

*Si les gusta pueden exprimir medio limón en la jarra. 

*También, a gusto, pueden poner rodajas de limón o cáscaras secas de naranja en el mate para complementar y darle sabores frutales. ¡Y a disfrutar! 

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