Militantes, docentes, obreros, estudiantes, hombres y mujeres de a pie atravesados/as por una época sangrienta sin derecho al voto. Compartimos anécdotas cotidianas y no tanto en el especial 40 años, 40 historias.
El 23 de marzo de 1976 a la noche un dirigente político habló por televisión. Fue en el marco de los minutos de aire que se le otorgaban a los partidos políticos de cara a las elecciones de octubre. Yo estaba a punto de cumplir 19 años y ya estaba en el padrón. En pocos meses votaría por primera vez y como el dirigente político me había interpelado positivamente desde la pantalla, tenía decidido mi voto.
Una noche también me robaron al que entonces era mi novio. Guardo entre mis tesoros una carta que me pudo escribir a solas con birome azul. Se despedía. Afortunadamente, lo largaron a los pocos días; pero otros que fueron robados junto con él nunca volvieron. Nunca pude olvidar. Ni perdonar.
Y a Lole, mi sobrino de corazón, le robaron sus primeros años de infancia. Y a Celina, a su hija. Y a tantos hijos, a sus padres. Y a las universidades, cerebros. Y a las escuelas, maestros. Y a los gremios, sindicalistas. Al país le robaron toda una generación. Somos los desaparecidos y los que sobrevivimos respirando apenas. Nos robaron el aire.
Mi debut en las urnas fue a los 26 años. Mi hijo votó por primera vez hace muy poco, a los 16. Mientras lo veía meter el sobre, orgulloso y contento, no pude evitar emocionarme. Y pensé fuerte para mis adentros: Nunca más, hijos de puta, nunca más.
El exilio como privilegio
Por José Sancha. Secretario General de la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo
Luego del 24 de marzo del 76 me tuve que clandestinizar, estuve trabajando así algunos meses y en agosto del 77 me aparté de la organización en la que estaba y me fui a España. Considero que en aquel momento el exilio fue un privilegio ya que tuve la suerte de poder seguir siendo quien era, de poder estudiar, leer, opinar. En ese tiempo, se debatía mucho el sentido de la militancia. Éramos muy jóvenes y nuestra generación sufrió desapariciones y las mayores aberraciones.
Creo que este año en particular hay que recordar lo sucedido más que nunca porque los motivos por los que ese golpe se produjo están latentes, los mismos dos modelos de país en disputa se vuelven a enfrentar bajo otras circunstancias, pero sigue existiendo la misma división y desigualdad en la sociedad y en el mundo.
Lo que España no pudo y Argentina sí: vencer al silencio
Para una catalana criada en una España negadora de su pasado, de los crímenes de la dictadura franquista, el 24 de marzo de 1976 y el posterior trabajo colosal y heroico que todos los argentinos han hecho en favor de la memoria histórica representan el triunfo de la humanidad sobre el horror, de la palabra sobre el silencio de muerte. Pero no sólo eso, también representa lo que mi país no supo hacer ni construir. Un ejemplo de cómo nosotros, españoles y catalanes, podríamos haber hecho las cosas para vivir en un país más honesto con su propia historia. En este sentido, el 24 de marzo es una fecha importante no sólo por lo que conmemora, sino por lo que proyecta a futuro: el modo en que los argentinos supisteis explorar el significado ético y político de los crímenes de la dictadura.
“Este no es”
Al poco rato que se fue escuchamos que golpeaban muy fuerte la puerta, y yo pensé que mi cuñado se había olvidado algo. Pero por la forma en que golpeaban sospeché que no era él y me demoré en abrir porque tenía un puñal sobre la mesa que tapé con un repasador.
Por supuesto, cuando salí me llevé una tremenda sorpresa porque había un de ellos apuntándome con una ametralladora y otro que, cuando me vio, dijo “éste no es”, y afuera un montón de policías más en el patio.
En eso, el que me estaba apuntando le dijo a Ángela “señora se le va a caer el bebé”, porque del susto ella no se había dado cuenta de que Hernán estaba en la orilla de la cama -desde ese día no pudo amamantarlo más-. Entonces, les mostré los documentos y después de dar unas vueltas por la casa se fueron.
A Susana le comentaron casualmente sobre el caso. En Alta Gracia sólo se conocían las historias de los hermanos Alicia y Carlos D'Ambra. "Fue como armar un rompecabezas. Hugo era un vecino activo, artesano, había asistido al colegio secundario más conocido de la zona. Sólo tenía a sus padres, era adoptado y cuando ellos murieron quedó huérfano nuevamente de quien lo busque. Lo hemos visto vender sus artesanías, caminar por el centro y a partir de su secuestro la ciudad calló, y una sociedad entera no se preguntó qué fue de él", relató Susana. Hay testimonios de vecinos que vieron cómo se lo llevaron en plena tarde, escucharon sus gritos, cómo le pagaban, los gritos de su madre. Lo tuvieron detenido en la D2 de Córdoba. No hay más registros.
La historia se publicó en 2007 en el diario local Sumario, y en 2010 el Archivo Provincial de la Memoria motorizó el juicio. "Lo desapareció primero el Ejército y luego el silencio de toda la comunidad", reflexionó Susana. Hoy se lo recuerda en cada acto del 24 en la ciudad y existe una placa en la puerta de la casa donde vivía cuando lo secuestraron.
En la esquina de Diagonal Norte y Florida, cuando un cosaco venía a caballo contra nosotros alguien le tiró, de un edificio, un sachet de leche y le cayó al caballo a metro y medio de distancia, y además nos tiraban papelitos desde arriba, como apoyando a los manifestantes.
Para mí en ese momento era como estar en una película que se veía por la televisión, en los domingos de Super Acción, liberando París. Sentía que estaba liberando Buenos Aires.
Mientras me venía corriendo la policía yo huía, y me topo con alguien. El golpe fue fuerte, me topé con uno que venía corriendo también en dirección contraria. Cuando nos miramos con el tipo, la sorpresa: era un policía que venía huyendo de los manifestantes. Nos miramos los dos, y veo que a él se le ladeó el casco con el impacto, nos miramos y el policía siguió corriendo, y yo también seguí corriendo.
Chicha, la mujer que sigue buscando
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