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Chicha, la mujer que sigue buscando

por Nelson Santacruz
20 de agosto de 2023

Hoy se cumplen cinco años de la ausencia irremediable de Chicha Mariani, la columna vertebral de Abuelas de Plaza de Mayo. En las voces de sus compañeras de lucha y sus afectos la recordamos y seguimos su búsqueda. Por ella, por las y los 30 mil, nos seguimos preguntando: ¿Dónde está Clara Anahí?

Hoy también María Isabel "Chicha" Chorobik de Mariani está esperando a que suene el timbre de su casa en La Plata. Observando desde la mirilla de cualquier puerta, con el pañuelo bien sujeto alrededor de la cabeza, con su bastón de Memoria, con sus canas de la Verdad y con sus ojos hacia la Justicia. Está, sin dudas, cinco años después de que nos mintieron a todos de que se había ido por ahí. Tras tantos temblores en vida, ahora también está preguntando dónde está Clara Anahí. Ella, columna vertebral de Abuelas de Plaza de Mayo, dejó nuestro plano un 20 de agosto como hoy, en 2018, tres meses antes de cumplir sus 95 primaveras. Estará mirando desde "allá arriba", como decía, o tal vez camine por la "vía láctea" para seguir buscando.

Su nuera, Diana Teruggi, y su nieta Clara Anahí de apenas tres meses fueron desaparecidas tras un operativo militar en la casa de la calle 30 de La Plata en 1976. Se supo, gracias a testigos, que de allí sacaron a la niña viva. Desde entonces conocimos a una mujer imparable. Que a pesar de perder también a su hijo Daniel Mariani en manos de la última dictadura, pocos meses después, no bajó los brazos jamás.

 

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“La miré y se parecía a mí. Yo tenía la esperanza de que se pareciera a la familia Teruggi, a la familia Mariani, pero no a mí. Porque ellos eran buenos mozos todos”, Chicha, entre sonrisas, recordando la primera vez que vio a su única nieta.

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El 12 de agosto, hace ocho días, la Asociación Anahí, fundada por Chicha, soltó globos por el cumpleaños 47 de esta nieta que aún seguimos buscando. Esa beba que nació en el 76 a las 20:20hs y que a pesar de que creían que sería varón, nació siendo una niña de tres kilos y medio.

“Mi chiquita, hoy es tu cumpleaños y yo solo puedo imaginarte”, inicia una emotiva carta escrita por Chicha y grabada para uno de sus tantos cumpleaños. Un texto que cierra: “Tu mamá amaba la literatura, tu papá era Licenciado en Economía. Ambos tenían un gran sentido de la solidaridad y compromiso con la sociedad. Algo de todo esto tendrás en tu vida. Seguramente hay muchas preguntas sin respuestas que aletean en tu interior. Te abraza, tu abuela”.

 
LA DULZURA DE CHICHA

Elsa Pavón es abuela de Paula, la primera nieta restituida en democracia, allá por 1984. Actualmente es vicepresidenta de la Asociación Anahí. Su búsqueda no fue distinta a la de cualquiera de las fundadoras de Abuelas. Iba de institución a institución preguntando, tirando de los hilos crueles sin respuestas. Así se topó con cuatro mujeres en un juzgado de menores: “A mi no me iban a atender, entonces una mujer me dijo que me uniera a ellas porque tenían el mismo problema. Fue un agosto como este, en el 78”. Esa mujer era Chicha. “Desde entonces estuve con ella hasta el día de su partida”.

−¿Cómo trabajaba Chicha desde la Asociación?
−Como una persona trabajadora, muy organizada y lúcida. A veces nos decía ‘déjenme pensar un ratito’, y nosotras nos reíamos porque luego teníamos que ponernos patines para responder a todas las cosas que ella planificó tras un ratito de descanso. Al ser profesora de arte tenía la maña de ser extremadamente ordenada, prolija. Tenía una carpeta para cada cosa.

Su costado artístico, tras recibirse de la Escuela Superior de Bellas Artes en la UNLP, la llevó a recibir alrededor de 200 premios por su talento. Elsa la describió como una persona cálida, cuyo cariño se redoblaba al charlar con niños y jóvenes. “¡Igual, también era brava!”, dice. Hizo silencio un rato y sumó: “Hacia los últimos años su médico era un ex alumno de ella, muy cercano. No la dejaba comer dulces por su diabetes. Él pegó carteles por toda la casa. ‘Prohibido traer dulces a Chicha’, decía. Pero ella muy golosa los conseguía igual”. Las risas acompañaron esa anécdota con nostalgia.

 

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"… Así, mirando tan sólo hechos aislados, ¿quién podría olvidar la desaparición de la pequeña Clara Ana Mariani, entre las de tantos otros niños y adolescentes que vivían fuera de la historia y de la política, sin la menor responsabilidad frente a los que ahora pretenden razones de orden y de soberanía nacional para justificar sus crímenes? (…) el ejemplo admirable de las Madres de la Plaza de Mayo está ahí como algo que se llama dignidad, se llama libertad y, sobre todo, se llama futuro". Julio Cortazar.

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“Para ella fue terrible”, comentó Elsa. Quizá uno de los últimos cachetazos a los que tuvo que enfrentarse Chicha fue la aparición de una mujer en la nochebuena de 2015. Acababa de asumir Mauricio Macri, con la frase del “curro de los Derechos Humanos” a flor de piel. La posibilidad de que Clara Anahí llegase a las puertas de su abuela eran remotas, un sueño maravilloso. Luego se supo que era otra posibilidad frustrada: “No fue la única. Cada caso fue doloroso porque cuando se analiza es porque se tiene casi una certeza, no es que se hacen las pruebas por las dudas. Por supuesto Chicha no quería demostrar el dolor”. 

−¿Qué te gustaría decirle a tu compañera de lucha, a tu amiga?
−Quisiera sentarme con ella, a charlar. Pienso, no sé. Pasaron tantas cosas estos cinco años que tal vez debería explicarle todo, qué hicimos en la Asociación, qué hizo el Estado, los organismos. Le contaría que estamos sosteniendo lo que ella quería, no partidariamente. Quizá le preguntaría si lo estamos haciendo bien.

Terminamos de conversar con Elsa, no sin antes hacernos un llamado de atención: “Siento que hoy tendría la misma mirada que tenemos todos, de preocupación sobre lo que pasa en el país. No puedo excluir mi propia opinión, pensábamos parecido, a 40 años de democracia no hay que olvidarla, de ninguna manera”.

SU MANZANO

Leticia Finocchi es nieta del primo hermano del marido de Chicha, su madre fue alumna suya en el colegio y desde niña la llamó "tía Chicha". Hoy preside la Asociación Anahí. A sus 15 años la ayudaba encendiendo la computadora, leyendo algunos mails cuando Mariani empezó a perder la vista. "Ella tenía la cualidad de ver en el otro su rasgo más humano, y lo acariciaba. Así la recordamos, muy fuerte y tierna. Si algo nos enseñó fue a ser receptivas y sensibles ante la realidad que nos toca. No solo deseando encontrar a Clara Anahí sino a todos los nietos y las nietas que faltan".

−Leticia, ¿qué resaltás de toda la historia de lucha de Chicha?
−Que desde el dolor se puede construir un camino. El dolor terrible no la derribó, no la corrió de su costado amoroso. En tiempos de tanta violencia tenemos que pensar en el ejemplo de Chicha. Ella fundó Abuelas porque se reunió con otras, porque entendió que el hacer es con otras. Viajó por el mundo buscando nietos, trayendo información, construyendo archivos que fueron pruebas en muchos juicios, fue parte de la fundación del Banco Nacional de Datos Genéticos. Armó el rompecabezas de tanto horror y a tanto silencio fue poniéndole palabras.

Ante un 30% del electorado que votó a un candidato fascista, quizá, Chicha lo leería como parte de los "ciclos de la historia". Leticia nos contó que su calma era siempre en pos de "sostener desde la ética la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia". No como un mero discurso: "Siento que Chicha fundó la importancia del derecho a la identidad. Por eso hay que recordarla por cómo pensó en otros trascendiendo a ella misma. No como una nostalgia sino como algo que nos permita seguir adelante".

 

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"Aunque el mundo termine mañana, yo plantaré mi manzano". Chicha Mariani.

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−¿Cuál fue el manzano que plantó?
−Todas las instituciones que ayudó a fundar, el llegar a nuevas generaciones. Ese es su manzano. Recibimos alrededor de 200 escuelas al año no solo en la Asociación Anahí sino en la Casa Mariani Teruggi que es un Espacio de Memoria. Hay que tenerla presente como una persona excepcional, una abuela y madre amorosa y una mujer artista que siempre apostó por el entramado cultural.

 
¡AHORA Y SIEMPRE!

A Laureano Barrera, Chicha le decía "El pariente". En 2014 comenzó un trabajo periodístico que le llevó cuatro años para la escritura del libro "La casa de la calle 30", un perfil de la vida de la activista. "La primera vez que la vi hablamos del árbol genealógico porque teníamos una especie de lazos de sangre. Resulta que mi viejo estudió economía en La Plata y había sido compañero de su hijo Daniel. Ellos se juntaban a estudiar sin saber que mi papá era su tío segundo. Esto saltó casualmente en nuestra conversación y me quedó por siempre. Nunca me llamó por mi nombre. Primero me decía en chiste 'mi biógrafo', y después 'El pariente'".

En el libro se relata la infancia de Chicha como uno de sus momentos más felices. Nació en 1923 en Cañada Seca, San Rafael, Mendoza. Su apodo viene de esos lares como la hija brillante e inquieta de Juan Chorobik, un polaco que aprendió español leyendo la biblia en el barco que lo trajo a Argentina y de Luisa García, una mujer mendocina. También tiene un hermano, Blas, su "gran compañero de juegos en la infancia". Laureano resaltó: "Esa etapa lo apreciaba porque no era de muertes. Tuvo un vínculo muy amoroso en su niñez cuando su papá le transmitió la importancia hacia los animales y la naturaleza. Lo recordaba con orgullo por esas lecciones".

−La viste los últimos cuatro años de su vida casi cada quince días. ¿Qué recordás de ese momento?
−Nunca dejó de sorprenderme cómo resistió tantos golpes. La entereza para seguir buscando a su nieta. No fue solo el ataque a la casa de donde la robaron, donde mataron a su nuera o que unos meses después también asesinaran a su hijo. Todo lo de después, con instituciones que en dictadura y en democracia le cerraban las puertas fue duro. La trataron de loca y de ingenua. Ese ninguneo fue muy doloroso como las muertes y desapariciones. Es decir, no solo le quitaron casi toda su familia sino que el Estado no quería ayudarla.

 

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“María Isabel no tiene quien la acompañe. Ella es madre de subversivos. Los amigos cruzan la vereda o desvían la mirada. El teléfono está mudo. Nadie le dice nada, ni siquiera mentiras. Sin ayuda de nadie, va metiendo en cajas los añicos de su casa aniquilada". Eduardo Galeano.

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Hacia finales de su vida mantenía una memoria impresionante. Casi un siglo de vida no afectaron los detalles de sus recuerdos iniciales pero sí los más inmediatos. "Ver eso no era fácil", admite Laureano. "Me dio mucha libertad. 'Abrí cualquier cajón, cualquier estante, mirá cualquier documentación', me decía en confianza. Le gustaba la idea de un libro que ordenara sus recuerdos, que eran un montón. Siempre fue muy franca y jamás me dijo que omitiera algo". 

−¿Cómo fue observar que Chicha se estaba yendo?
−Me acuerdo que arranqué el libro con notas en el living de su casa, la entrada de la Asociación. Me ofrecía un mate y si había algunas masitas. En el último tiempo me vi en su habitación. Ella recostada y yo con una silla al pie de su cama para conversar. Chicha no era para mí una fuente, hablando técnicamente como si fuese una entrevista casual. Era una persona muy querible, era imposible sustraerse de un vínculo de cariño y de amistad.

 

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"María Isabel quisiera encontrar en el revoltijo algún recuerdo de sus hijos y de su nieta, alguna foto o juguete, libro o cenicero o lo que sea. Sus hijos, sospechosos de tener una imprenta clandestina, han sido asesinados a cañonazos. Su nieta de tres meses, botín de guerra, ha sido regalada o vendida por los oficiales. Es verano, y el olor de la pólvora se mezcla con el aroma de los tilos que florecen. El aroma de los tilos será por siempre jamás insoportable”, Eduardo Galeano.

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Por ella, por las y los 30 mil, nos seguimos preguntando: ¿Dónde está Clara Anahí?