La murga degenerada de Almagro

por Maxi Goldschmidt
20 de febrero de 2016

Un poco porteña y un poco uruguaya, La Redoblona le suma arte, creatividad y circo al carnaval.

En el circuito murguero de la ciudad de Buenos Aires, donde son más de un centenar las murgas, hay una que se diferencia del resto por varios motivos. La Redoblona, que este carnaval cumple 19 años, es una mezcla de argentinos y uruguayos de todas las edades que no sólo combina los estilos murgueros de un lado y del otro del Río de la Plata, sino que también se abre a otras propuestas artísticas. Además tiene otra particularidad: los más de 50 integrantes de la murga se reúnen para hacer juntos los trajes de todos. “Creemos que esta fiesta del carnaval es constructora de alguna conciencia social. Pero desde la práctica, más alla de las teorías. Entonces en La Redoblona nadie hace su propia galera, sino que hacemos las galeras de todos. Y lo mismo con las zapatillas y los trajes. Es un placer inmenso cuando nos juntamos a hacer los trajes, porque además es algo cultural, le vamos enseñando a los más chicos qué significa el traje. Como te cambia estar disfrazado, pintado, ser otro. Cuando el murguista se viste con los colores de la Redoblona no es la persona que sale a la calle todos los días; es un murguista plural de la Redoblona”, sostiene Zulema Barrios, quien tras haber sido la directora de la murga durante 15 años ahora se enorgullece que esa función haya recaído en sus hijos.

El Tano está en el umbral de los 67, es uno de los más grandes de la murga, y también aporta su mirada sobre esa experiencia de ponerse el traje. “Un mes vestido de murguero y once meses disfrazado de gente”, es una de las muletillas de este hombre que trabaja en un negocio de elaboración y venta de pollos, arrollados, milanesas y que asegura que está “once meses esperando febrero, que cuando llega es como la gloria”. No exagera. Es cuestión de verlo en acción -sea bailando, cantando o tocando el bombo con platillos- para darse cuenta que “sacando a mis hijas y mis nietos, La Redoblona es todo para mí”. El Tano, que se llama Roberto, ya a los tres años bailaba en Los pecosos de Chacarita. Después dejó, le pasaron cosas y hace seis años volvió a esa pasión. “Tuve un momento muy feo de mi vida. Casi me voy para el otro lado. Estuve un tiempo sin salir con ninguna murga hasta que conocí a La Redoblona. Ahora no me voy más, esto es algo que no me lo puedo sacar de adentro. Para mí es todo. Es una familia. Hace 6 años que estoy y fueron los mejores carnavales de mi vida”.

Algo especial tiene esta murga, algo que se percibe viendo sus espectáculos, que todos los años cambian, que tienen una temática determinada. El año pasado fue “Medios reptiles”, y le apuntó a los medios de comunicación. En años anteriores hicieron homenajes a la niñez o al circo criollo o se metieron con cuestiones que atraviesan a la sociedad como los miedos o el reciclado. Pero ese algo especial también se percibe bajo del escenario, en la cotidianeidad y hablando con sus integrantes. Guchi, que hace las veces de director de coros y arreglador, cuenta cómo fue su flechazo: “Yo venía de una murga de estilo uruguayo. De cantarle y escribirle al carnaval y tenía ganas de salir a vivirlo en mi ciudad. La Redoblona me conquistó ni bien la vi. Hacían un espectáculo todos vestidos de marcianos, con zancos. Y ahí por una amiga me sumé y cumplí un sueño: ser director de coros. Eso fue hace cuatro años y siento que estoy aprendiendo mucho. El coro cada vez suena mejor y La Redoblona es distinta, por el maquillaje, la vestimenta y porque siempre trata de ofrecer algo diferente”.

Al respecto Paola Bertorelli, una de las directoras, dice que “nosotros somos degenerados. No encajamos en un género determinado. No somos una murga uruguaya, porque tenemos baile y circo. Y tampoco cumplimos con los requisitos de las murgas porteñas tradicionales, con trajes de levita, guantes, galera y todo bombo con platillo. Nosotros nos maquillamos toda la cara y todos los años cambiamos el vestuario según la temática que elijamos. Pero igual nos sentimos una murga porteña. Eso sí, somos una murga rebelde”. A lo que hace referencia Poli es al circuito oficial de murgas. En la ciudad de Buenos Aires son más de 120 las que participan del circuito, en el que hay tres categorías (centros murgas, agrupación murguera y agrupación humorística musical) y al que se accede tras un pre-carnaval que se realiza en noviembre. Luego, a cada murga se le da un calendario de salidas para los fines de semana de febrero y el primero de marzo, que incluye los feriados de carnaval. Allí las murgas van pasando por diferentes corsos y en dos noches son observadas por un jurado que les pone puntaje. De acuerdo a este resultado (A,B o C), son las cantidades de funciones que se le otorgan. A la hora de la evalución, los jueces tienen en cuenta diferentes aspectos de lo que se conoce como la murga porteña tradicional. Justamente lo que no es la Redoblona. “Nosotros creemos que somos como las murgas antiguas. Antes las murgas cambiaban los vestuarios todos los años, tenían temáticas, criticaban con parodias al poder. Nosotros rompemos el esquema, rompemos el molde. Es más, trabajamos para eso. Si hay algo que nos gusta, lo hacemos. No pensamos qué van a decir. No miramos si entramos o no en el reglamento o si perdemos puntos”, enfatiza Nacho, otro de los directores. Nacho es el responsable de que el circo se haya sumado a La Redoblona, otro de sus puntos distintivos.

Además de contar con malabaristas, contorsionistas y clowns, la Redoblona siempre le da un lugar fundamental al mensaje que dejan sus canciones. “El carnaval no es solo broma. También tiene que servir para reflexionar. Por eso uno siempre critica o se ríe de los que nos gobiernan, de los políticos de la oposición que son para llorar de risa o de costumbres culturales que están arraigadas en nosotros y que son horribles. Se puede hablar en serio y con profundidad sin perder la alegría”. 

LA TRIBU, SU CASA

De aquellos inicios en 1997, cuando solo eran un coro y subían al escenario con todas cosas prestadas por El Grupo Catalinas Sur, de la Boca, a este presente en el que tienen un corso propio en el corazón de Almagro. Aunque siempre hay algún vecino que se queja porque le cortan la calle, en general La Redoblona es muy celebrada en el barrio. El mécanico de la cuadra, por ejemplo, desde hace años manda a alguien a que le guarde un lugar en primera fila. Y hasta no les cobró algunos arreglos a algunos integrantes de la murga. “Hacer el corso es recibir esa fiesta popular y callejera en nuestro barrio. Y allí también todos hacemos todo. Es un trabajo muy comunitario. No hay nadie que no tenga una tarea para hacer. Y obviamente también hacemos un corso diferente. El carnaval, en su sonoridad, tiene que tener diversidad. Y por eso no sólo pasan murgas, sino también comparsas de candombe, y hay espacio para el tango o la cumbia. Este año lo abrimos con una murga de niños del centro cultural Lola Mora. Y también en nuestro corso hay sillas para sentarse, porque hay vecinos que tienen sus años y no puede estar cuatro horas parados mirando el corso. Así como los niños disfrutan de la espuma, los grandes también tienen que tener su espacio”, cuenta Zulema, quien como el resto de sus compañeros, en febrero transpiran y respiran carnaval. “Siempre intento hacer los trajes en julio pero no puedo. En julio no tengo la magia. Cuando se va acercarse febrero, ay mamá. Ahí sí, nos llamamos, nos emocionamos, inventamos trajes, investigamos. Una magia que te entra y es un viaje de ida. 

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