"El Pepe Mujica es nuestro Mandela"

por Agustín Colombo
30 de septiembre de 2016

Tabaré Cardozo cruzó el río para presentarse en San Telmo, Rosario y Córdoba. Una charla sobre esa visión romántica y exagerada que existe de Uruguay en Argentina, las cuentas pendientes de Latinoamérica y los grandes amigos que partieron en el último tiempo.

Intentó con Twitter, pero lo abandonó a los pocos días: duró, en total, 12 tuits. Lo convencieron de que Facebook podía servirle para la difusión de sus conciertos, y aceptó a cambio de que alguien se lo maneje. No tiene iPod, tablet ni nada parecido. Sólo tiene un smartphone porque se le rompió el celular que tenía. "Uno del año cero", se ríe. En tiempos de whatsapp, redes sociales y la vuelta de eBay o Amazon como noticia estelar en este lado del Río de la Plata, Tabaré, el murguero oriental, sigue las enseñanzas de sus maestros montevideanos: la charla y el oído aguzado como únicos medios para encontrar aquellas historias que merecen convertirse en canciones.

Cofundador (junto a sus hermanos Martín y Yamandú), director y letrista de Agarrate Catalina, la murga más importante de la última década y media en Uruguay, y uno de los iconos de la nueva generación de cantores uruguayos, Tabaré llegó a la Argentina para presentar Malandra, su sexto disco como solista. Estuvo en Rosario y Río Cuarto, hoy sábado tocará en la Universidad Nacional de Córdoba y el domingo en La Trastienda, en San Telmo.

Como en los anteriores, en Malandra, los protagonistas de sus letras son los eternos nadies del sistema. Antes habían sido el pibe que le esquivó al destino y logró salir de un cantegril empujando Pa’ delante como un tren; o el bohemio Pistola Marciscano, al que tantas veces dieron por muerto y siempre resucitaba; o la Mitología de los primeros murguistas del siglo. Ahora, el malandraje: esos que sintetizan las causas y consecuencias de sociedades que castigan y son castigadas. Que hambrean y que luego señalan. En síntesis: Tabaré Cardozo le canta al pueblo. A ese pueblo imperfecto, desigual, lleno de inmundicias y de noblezas que lo rodea en cada uno de sus días.       

 

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Es viernes al mediodía y el microcentro de Buenos Aires, como de costumbre, es un caos. Hay ruido de colectivos y de bocinas. Gente yendo y viniendo. Calor, humedad y una nube de humo gris. Nuestro fotógrafo, el compañero Gullo, es víctima de ese escenario: con su bicicleta acaba de atropellar a un chino que cruzaba sin mirar (o mirando sólo a los autos) por el medio de la calle. Hay puteadas en castellano y en mandarín. Entre tanto lío, la tonada uruguaya de Tabaré –el bo, el ta, el tú– ofrece una dosis de tranquilidad. Un remanso sonoro.  

¿Cómo te sentís en la Argentina?

Digamos que la Argentina en general, no sólo Buenos Aires, sino Córdoba, Rosario o algún otro lugar, es lo más parecido a mi país. Yo siempre digo que si un uruguayo quiere buscar qué es lo más parecido que hay en el mundo, es un argentino. Los rasgos identitarios, la manera de pensar son muy similares. Casi todo. Estamos muy cerca. Hay un río que rompe las bolas, pero ta. Así y todo hay diferencias.

¿Cuáles son esas diferencias?

El uruguayo expresa su cariño y sus emociones de una manera, y el argentino las expresa de otra. La personalidad es distinta. Yo considero que los países son como personas. Y si bien no todas las personas de un país son iguales, uno puede hacer un diagnóstico atrevido de cómo es un argentino o cómo es un uruguayo. Yo conozco mejor a las personas que a las sociedades. El uruguayo es más contemplativo, meditabundo. Tiene otro tiempo, es más apaciguado. Es una característica, que no es ni buena ni mala. El argentino está más apurado, quiere que las cosas sucedan ya. Se habla muchas veces de la soberbia porteña y la humildad uruguaya. Pero llevado al extremo todo es malo. La autoestima es buena. Pero si vos tenés un exceso de autoestima, pecás de soberbio. Y si tenés un déficit, no es humildad, es un problema.

¿El apuro del que hablás no tiene más que ver con el ritmo de Buenos Aires que con el de toda la Argentina?

Seguro. Pero si vos comparás la ciudad más grande de Argentina, que es Buenos Aires, con la más grande de Uruguay, Montevideo, siempre va a estar más apurado el de Buenos Aires. Y si vos comparás el pueblito más chico de Argentina, como puede ser Sacháyoj, y otro de Uruguay, como Fraile muerto, el andar de la persona del pueblito uruguayo siempre será más cansino. León Gieco la otra vez me dijo que Montevideo era Buenos Aires unplugged. Creo que es una buena definición.

Algo así decía Eduardo Galeano: que Montevideo es una de las pocas capitales a la que todavía se puede disfrutar caminando.

Por suerte tiene eso. Yo me crié en el barrio del Buceo, que es un barrio obrero entre Pocitos y Malvín. Todos esos barrios son costeros. Y vos salís a caminar por la rambla como si fuera algo normal. Después, cuando conocés distintos lugares en el mundo, te das cuenta de que no todos tienen ese privilegio. En el centro mismo de Montevideo, en plena 18 de Julio, si vos caminás diez cuadras te encontrás con el agua. Es determinismo geográfico: vos estás más predispuesto a estar tranquilo.

 

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En sus 45 años de vida, Tabaré Cardozo nunca comió en un McDonald. Lo cuenta jactándose, como si se tratara de un triunfo mínimo pero valorable. Dice que su país lo ayuda. Que una de las características que más le gustan del Uruguay es que allí no prima el glamour ni las modas impuestas desde afuera. Lo celebra y lo remarca. Aunque enseguida busca un contraste: “El uruguayo tiene fama de tolerante, pero tampoco tiene una inmigración muy importante. Entonces está la idea de que es muy abierto, pero habría que ponerlo a prueba. Hay una visión muy romántica del Uruguay: como que todo es perfecto. Y no es tan así”, indica. Y agrega un problema vinculado a su profesión: “En mi país no hay una valoración del artista: entonces Eduardo Mateo se murió de hambre y a Zitarrosa no le dieron el lugar que merecía”.

Se lo dieron después de morir.

Claro. Eso pasa permanentemente en todos lados, pero en Uruguay es una característica. O sea: triunfas porque morís.

¿Zitarrosa es tu referente?

Creo que es el referente de todo uruguayo. A Zitarrosa lo querían hasta los milicos en plena dictadura. Es una cosa increíble de pensar: un tipo anarco, medio comunista, era querido por todos, incluso por ellos. Es una de las pocas personas de las que nadie habla mal.

 

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En el disco anterior a Malandra, Un zoológico en mi cabeza, Tabaré incluyó una suerte de homenaje al legendario Washington Canario Luna, fallecido en 2009, que tituló Ruido a ciudad. En el final de la canción, como si hubiese preparado su partida, se escucha la voz del Canario hablando sobre la muerte:

Algún día los voy a ver de arriba

pero cuando vengan pa' arriba, muchachos

vengame esa copa, llena de amistad

porque allá algo debe haber

no baja nadie, alguna copita se están tomando

Cada vez que toca ese tema en vivo, Tabaré se hace un tiempo para hablar del Canario y también de otro amigo y emblema de la música uruguaya como José el Sabalero Carbajal, quien murió unos meses después que el Canario. “Seguro que allá arriba, ellos dos se están tomando una copita”, grita.  

¿Cómo reaccionaste ante sus muertes?    

Fue tremendo. El único consuelo que encuentro es que ambos pudieron desarrollar sus carreras y sus vidas. Artísticamente, la muerte no existe. Cuando mueren personas de esa envergadura son irremplazables. Cada uno es único; es un cronista de su propio tiempo. Deja el legado. Pero el vacío es la pérdida humana, el amigo que se fue. Los dos murieron cerca del ocaso, aunque jóvenes. El Canario con 70 y el Sabalero con 66. Un poco apurada la parca. Pero tanto el Canario como el Sabalero la vivieron a full. Gastaron la cuenta y eso está buenísimo. Apretaron a fondo el acelerador. Se tomaron todas las botellas de vino que había para tomar y cerraron todos los bares que había que cerrar.

Y ninguno iba a McDonald seguramente…

Porque no venden vino en el McDonald. Sino el Sabalero estaba ahí también (risas).

Un sábado de 2010, un par de semanas antes de que muriera, al celular de Tabaré llegó un mensaje de texto del Sabalero Carbajal.

–¿Taba estás despierto? –le preguntó.

–Sí, ¿pasó algo? –respondió. “Imagínate, yo a las dos de la mañana estoy fresquito como una lechuga”, dice riéndose ahora Tabaré.

–No, nada. Estamos acá en un asado con amigos, meta cantarola. Y te mando mensaje porque estamos cantando canciones tuyas –le escribió el Sabalero.

Tabaré recuerda el mensaje y se emociona. Dice que su muerte lo devastó, que fue como perder a un tío muy querido. “Yo toda mi vida canté canciones de él hasta las cinco de la mañana. Y justo él me avisó de eso”, dice con orgullo.

 

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Desde su creación, allá por 2001, Tabaré se encargó de ponerles letras a las canciones de Agarrate Catalina. En esas letras, la murga, como casi todas las murgas, dejaba en claro que era de izquierda. El problema vino cuando el Uruguay comenzó a ser gobernado, después de 40 años de lucha y resistencia, por el Frente Amplio. Al principio, durante el gobierno de Tabaré Vázquez, la esencia más o menos se mantuvo. Ahora, que volvió a la presidencia, también. Pero cuando en 2010 arribó el Pepe Mujica, Agarrate Catalina tuvo un dilema existencial: ¿criticar, como lo indica la tradición murguista, o apoyar al hombre por el cual habían votado?

El dilema se intensificó en 2011, cuando Agarrate Catalina abordó, en el cuplé La violencia, un tema urticante: la delincuencia y la inseguridad. Lo hizo sin estigmatizar, y tratando de promover una reflexión colectiva. Pero muchos no lo entendieron. Y tal vez lo que más les dolió, fue que muchos frenteamplistas les soltaron la mano. Con Malandra, la canción que le da nombre al disco, Tabaré Cardozo siguió en esa búsqueda:  “Es una invitación a hacer el ejercicio intelectual de imaginarse en el lugar del otro, para los dos lados. No solamente le plantea al ‘hombre de bien’ que se ponga en los zapatos del delincuente, sino que le propone al delincuente ponerse en los zapatos de un padre o una madre de familia a quienes les destrozan la vida”, dice.

¿Es incompatible ser murguista y oficialista?

El más grave conflicto psicológico es entre lo que uno es y lo que uno cree que debería ser. El murguista tiene que criticar. Pero sí: de un lado tenés parado al Momo y del otro al militante. Yo soy de izquierda por historia. Ideológicamente estoy cerca de las políticas sociales de la izquierda: sacar a la gente de la pobreza, favorecer a los pobres. Pero también veo que hay cosas que están muy mal: temas endémicos de nuestra Latinoamérica empobrecida que vienen de atrás, que son una herencia maldita, como la delincuencia.

Yo entiendo que es antipático para la izquierda pensar en el asunto pero hay que arreglarlo. A la gente la matan en la calle. Y a una persona que le mataron un hijo no hay como justificarlo. Estoy cerca de la igualdad, que es el principio básico de la izquierda, pero también estoy cerca de la libertad, que es el principio básico del liberalismo. Entonces no estoy debajo de una bandera. Sí me encolumno detrás de gente. Por ejemplo, el Pepe Mujica es un crá. Ahora, como lo tuvimos en tareas domésticas, lo discutimos. Es como un abuelo que vos querés mucho pero te rompe las bolas porque se levanta a las seis de la mañana. Vos querés dormir y lo puteas. Pero el día que se muere decís “bah, que crá era este tipo, por qué no lo aproveché”. Creo que eso nos pasa a los uruguayos con el Pepe. Él es nuestro Mandela, el Mandela latinoamericano. Su vida es un ejemplo.

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