La titular de Abuelas de Plaza de Mayo nos había contado cómo buscaba a su nieto. Y también que lo iba a encontrar.
Estela camina al encuentro. Viaja, atesora, recuerda. Todo para Guido, su nieto. Para el día con el que sueña. Le guarda cosas de su derrotero de 35 años buscándolo. Cajas con botones, documentos de seminarios, recuerdos de congresos, camisetas de fútbol que le regalan de los países que la invitan. Guarda todo eso en una caja con fotos de su familia. Todo lo que Guido necesitará conocer. En Abuelas, todos los nietos tienen una caja esperándolos, con recuerdos de sus familias. “Es un archivo biográfico familiar, filmaciones y fotos de todo lo posible. De la mamá y el papá del nieto. Grabaciones de los abuelos, de los vecinos, de los amigos de la infancia y militancia. Para que cuenten cómo eran sus padres”, explica Estela. A Guido, al igual que a todos los nietos que aún no han recuperado su identidad, esa caja lo está esperando. Y Estela camina con ilusión -como es la única forma de caminar- hacia ese día. Porque cree que llegará: “Yo sé que no me va a vencer el pesimismo, al contrario, soy optimista. Si se han resuelto ciento seis casos, ¿por qué no se va poder resolver el mío? Y hago todo lo que puedo porque tengo confianza, y ojalá que me dé la vida para poder abrazarlo y contarle algunas cosas”, dice Estela llorando y haciendo llorar.
Las Abuelas de Plaza de Mayo ya han recorrido un largo trayecto. Las búsquedas mutan. No cambian los objetivos, pero sí los métodos. Aunque siempre caminando. Porque alguna vez, el camino fue la espera. Otra vez fue buscarlos por toda la ciudad. Otra, por el exterior. Otra, avisarles que podían ser sus nietos. Otra, convencerlos de que la que ellos creían que era su familia no era su familia en verdad. “No nos imaginamos que esos chiquitos no iban a venir a vivir con nosotros. Teníamos una inocencia terrible. La lógica era que las personas que tenían retenidas a nuestras hijas nos hicieran llegar el bebé. Nunca llegaron, esperamos, pero nunca llegaron”.
Luego, se dieron cuenta de que el camino era colectivo. Como todas las luchas que valen la pena, según nos enseñó Oesterheld antes de que la dictadura militar acabara con su vida y la de todas sus hijas. “Nos juntamos, estábamos muy solas. Algunas, antes; otras después, y con las manos juntas fuimos avanzando”. Y colectivamente descubrieron lo peor. El plan macabro y siniestro. “Nos dimos cuenta de que no venían los nietos a nuestro lado porque había un proyecto de apropiación. Nos fuimos enterando a partir de la gente liberada, de lo que pasaba con las embarazadas. Nos enteramos que las dejaban vivir hasta que naciera el niño y después las mataban”.
Los niños, entonces, estaban en algún lado. El siguiente paso fue realizar todo lo posible por encontrarlos. Inventaron de todo para decirle al país que estaban buscando a sus nietos.
Teatro por la Identidad, Música por la Identidad y muchas otras acciones culturales no son más que ejemplos de su lucha solidaria, colectiva y, a pesar de la inmensa bronca por las nefastas leyes de Obediencia Debida y Punto Final, sin agresiones, en busca de justicia.
El camino funcionó. Los nietos, que ya no eran niños, fueron apareciendo. “Son personas insertadas en la sociedad, con un trabajo, con familia tal vez, capaz son padres o madres. Algunos dudan, la duda les viene de lejos, de chicos ellos han preguntado a señores que no eran sus padres por qué no se parecían, por qué tenían gustos distintos, y nunca recibieron respuestas sino castigos. Se crece con eso y llega un momento en que explota la necesidad de descubrir por qué pasa eso. Empiezan a buscar y ven que existimos las Abuelas que buscamos chicos robados y se acercan voluntariamente para averiguar su identidad”.
Sin embargo, para una persona de veinte o treinta años es muy difícil enterarse de golpe y aceptar que los padres que la han criado no son su familia biológica. “Hay un montón que no busca porque no se da cuenta qué es eso que siente. Y si duda, tiene miedo. En general, se apoyan con amigos o novios o novias y vienen, pero a veces no”. Y ahí, las Abuelas, cuando creían que sus piernas habían gastado ya todas sus fuerzas, las vuelven a poner en marcha con el cariño que solo una abuela puede tener por su nieto.
“Muchas veces, llega a Abuelas una denuncia anónima de que en tal lugar hay un chico que tiene la edad de los nietos y todas las características que dan que puede ser uno de ellos. Acá, tenemos un pequeño equipo de investigación, no queremos molestar a nadie, cuando ya está la certeza de que es un nieto, tenemos un equipo de aproximación de chicos y chicas jóvenes que le tocan timbre en la casa, lo visitan, le dicen ?mirá, somos de Abuelas de Plaza de Mayo y hay una posibilidad de que seas uno de los chicos buscados?, y la respuesta puede ser positiva o un portazo en la cara. A veces no quieren saber nada y se insiste una o dos veces más, y cuando ya la negativa es total, no cabe otra solución- porque es un delito- que la denuncia como un caso posible de Abuelas”.
Llega un momento difícil de la caminata. El turno de la Justicia. “El juez hace lo mismo que nosotras. Lo convoca y si no va, a la tercera vez lo llevan por la fuerza pública, le dicen que tiene que hacerse un examen para averiguar las posibilidades. Se hace con respeto, con dignidad, nadie lo va a maltratar ni se va a sentir ofendido, pero son ciudadanos que tienen deberes y derechos. Una vez que se sabe que es un nieto buscado, el juez le dice cuál es su familia y le pregunta si quiere conocerla. A veces dicen sí y a veces dicen no”. Cuando la respuesta es la segunda opción, cansada de tanto caminar y una vez que se creía vencedora, la abuela debe armarse de paciencia para caminar y luchar por un amor no correspondido. Pasó muchos años caminando en busca de una persona que ahora no la quiere ver. La abuela, por el amor y por toda su lucha previa, insiste: “El encuentro puede ser muy feo, muy agresivo. No me pida que la quiera, señora, porque yo a usted no la conozco?. Y la abuela le dice que lo quiere mucho y lo va a esperar. Y le lleva fotos, regalitos que al principio no quiere agarrar, pero a la larga empieza a preguntar, se integra, se reconoce en su familia y acepta su identidad”.
Maldad diabólica
-El año pasado Victoria Montenegro, una de las nietas recuperadas por Abuelas, declaró que uno de los proyectos de la dictadura era quedarse con los bebés porque los consideraban inteligentes y querían usarlos a su favor ¿Coincidís?
-Yo creo que no. A lo mejor, a ella le pareció por el tipo de apropiación que tuvo. El torturador y militar (Ramón) Camps le dijo a un medio de prensa español: “Personalmente mandé a matar 5.000 subversivos, pero nunca maté un niño. A los niños les buscaba otra familia que los criara diferente que sus padres, porque si no las Abuelas los iban a hacer subversivos como sus padres”. La filosofía era criar a los chiquitos de manera distinta que sus papás. Lo que no se explica es cómo podían criar al hijo del enemigo. Pienso que ellos pensaban demostrar que eran los dueños de la vida y de la muerte. Así como robaban la heladera, el televisor, la plata, las joyas, se robaban el niño. Eran dueños de todo. Demostraban el poder de Dios. Muchos decían: “Soy Dios”. Supongo que la intención era mantenerse en el poder muchos años; un país con niños robados por razones políticas es un país con miedo, una cosa no resuelta, inhumana, insoportable. En Europa, una niña se pierde y la busca todo el mundo. A los 400 niños argentinos los buscamos las Abuelas; tendríamos que buscarlos todos, porque concierne a la humanidad. Ellos pensaron que nadie los iba a buscar por miedo. El miedo de que te puede pasar lo mismo que a esas señoras que perdieron a sus nietos. Combinaron una estrategia para quedar bien con una señora que no podía tener hijos o aquella a la que se le murió la hija biológica. Es perverso, diabólico, el concepto era mantener desaparecidos vivos que existen con una historia y nombres distintos de su realidad biológica. Las Abuelas estamos para devolverles esos derechos. Queremos contarles a los nietos las historias de sus padres y hacerlos libres.
-Una de las consecuencias del miedo que instauró la dictadura militar fue que durante muchos años hubo temor de protestar y de revelarse ante lo injusto. ¿Hoy esto finalmente ha cambiado?
-Hoy hay cultura de protesta. Nada pasa desapercibido. Porque se ha tomado conciencia, nos hemos “culturalizado” con la democracia, porque no teníamos cultura democrática, nosotros habíamos tenido dictaduras desde 1930. Nos acostumbramos, fuimos pasivos y me incluyo. Aunque hubo un sector social siempre luchador y contestatario. Lógicamente, la democracia más larga de nuestra historia ha servido para ir abriendo las conciencias, educando al ciudadano, y fuimos parte de esa docencia que se hizo: visitamos las escuelas y los barrios para dar charlas en todo el país. Hoy nada se calla, todo se manifiesta. Se habla de política, se discute, se descubre. Y también hay un gran valor de la informática, que es muy moderna y que hace que nos comuniquemos unos con otros en un instante. Todo está hecho de una manera muy ágil. Nosotros vemos con mucha satisfacción el rol de la juventud, que está totalmente comprometida con el presente y con el futuro. Quieren ser parte de la historia, quieren caminar la historia, hay una juventud pujante muy linda que se está organizando políticamente. Y también hay una adolescencia preadulta que es increíble el compromiso que tiene. Chicos de doce años preguntan, se involucran, exigen saber, cuestionan. O sea, se habla; antes era “de eso no se habla en la casa, vos andá a estudiar y no te metas”. Ese fue el miedo de la post dictadura. Los chicos de hoy de esa edad no tienen miedo. Entonces, en la casa preguntan los por qué, y el padre tiene que responderles, se hace un intercambio de opiniones de acuerdo con la edad, de acuerdo con su cultura, que es muy interesante para enriquecer la participación ciudadana. Hoy, creo que todos caminamos la historia, no la vemos pasar”.
Y así, sin darse cuenta, Estela cuenta lo que ha logrado. Ha conseguido que sus alumnos aprendan a caminar de la mejor maestra. “Queremos hacerlos libres”, dice.

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