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“Las personas con discapacidad recibimos violencia a diario”

por Estefanía Santoro
Fotos: Rodrigo Ruiz
30 de julio de 2024

Julia Risso Villani es locutora y profesora de teatro. A los ocho años le diagnosticaron cifoescoliosis. En esta nota habla sobre su primer libro, en el que relata cómo, contra todos los pronósticos, el deseo le ganó al dolor desde su experiencia disca.

Julia llega a la entrevista cargada, tiene una mochila y una bolsa, pero dice que son livianas. Hace un tiempo volvió a vivir a su San Miguel del Monte natal después de alojarse varios años en la ciudad de la furia. Es locutora de radio y televisión y profesora de teatro, además brinda talleres de Educación Sexual Integral y Discapacidad y este año publicó su primer libro, titulado Curvaturas. El dolor nunca tuerce el deseo, un relato que nos sumerge en la intimidad más profunda y detallada sobre su experiencia disca. 

En Curvaturas, editado por Chirimbote, Julia escribe un diario íntimo con las palabras justas, narra con exactitud sus dolores, amores, alegrías y tristezas. En su pluma hay humor, honestidad brutal, una cuota de sarcasmo y una cadencia que conmueve en cada página. Las horas que pasó en clínicas y hospitales, el día que tuvo sexo con un pibe que le gustaba, su estadía en una granja para tratar dolores crónicos. Todo eso y más sucede en Curvaturas, mientras detalla con exactitud de fonoaudiologa cómo suenan las voces de las personas que se van cruzando en su camino.

“Mi diagnóstico es un collage de diagnósticos. Cifoescoliosis congénita con agenesia de cuerpos vertebrales, fue el inicial, pero después un neurólogo le agregó la palabra severísima, la esposa de mi traumatólogo le agregó con sospechas de médula anclada. En mi estudio genético figuran características compatibles con síndrome Jarcho-Levin. En los papeles de la obra social dice con vejiga neurogénica, ausencia de fuerza en miembros inferiores y apneas de sueño. Mis favoritos son los diagnósticos que no están comprobados del todo, como si el cuerpo se enfermara de posibilidades.”

–¿Te infantilizan por tu discapacidad?
–A mí no me gusta la palabra infantilización porque me parece que la violencia que ejercen sobre las personas con discapacidad no puede ser sinónimo de infancia. El otro día alguien me discutía esto y me decía: “suponete que sos una persona de 30 años que tiene Síndrome de Down y te dan la mano para cruzar la calle porque creen que no podes cruzar sola, te están infantilizando”. Yo creo que no la están infantilizando, la están violentando porque le hacen algo que esa persona tal vez no desea y eso es violencia. Entiendo que si todo es violencia, nada es violencia pero me parece que la palabra infantilización se usa para maquillar o se usa un eufemismo para no decir que las personas con discapacidad recibimos violencia a diario.
 
–¿Cómo describirías tu infancia y tu adolescencia? 
–Muy enfrascada, como muy adentro de un raviol. Siempre fui muy cuidada, tan cuidada que mi diagnóstico me lo enteré a los ocho años cuando me dijeron: “Tenés esto y esto se soluciona con una operación o quizás no se solucione nunca”. Sabía que tenía un problema en la columna pero es muy loco cómo se va configurando la imagen corporal en la infancia, porque yo nunca tuve la idea en la cabeza de que tengo un cuerpo diferente -entre comillas- al del resto. En un punto eso lo recontra agradezco porque me llevó a no frenarme, aunque es doloroso porque llegas a un punto en el que te chocas con los límites como con una pared. También creo que ese cuidado que recibí fue hermoso porque me permitió disfrutar la infancia como una niña más de todos los niños que me rodeaban y creo que por eso la adolescencia fue mucho más dura porque el choque con la diferencia es más fuerte 

–¿Sufriste discriminación de tus pares?
–En la secundaria sí, cuando se usaba el fotolog me acuerdo que no podía subir una foto mía porque me escribían cualquier cosa, ese es el encuentro con la adolescencia y la identificación que sucede en la que empezás a mirarte en los cuerpos de las demás, sobre todo de mis amigas, veía que a mí no me queda la ropa como a ellas, no podía usar la misma ropa o estábamos en tal lugar y nos íbamos caminando 10 cuadras y yo llegaba agotada, eso también me dejaba afuera.

–¿Cómo te llevas con el dolor?
–Muy mal, los respeto muy poco, la verdad y ellos me respetan muy poco a mí 

–¿Te pasan factura?
–Me pasan factura y la medicina en general también porque la pelea es irreconciliable. Los dolores siempre estuvieron muy presentes, de hecho, uno de mis primeros recuerdos es llegar del jardín con el guardapolvo de salita amarilla, sentarme en el suelo de mi casa, ponerme a llorar y decirle a mi mamá que me dolía mucho la parte de arriba de la espalda, que por qué me pasaba eso. Ahí hay un encuentro muy precoz y rápido, eso estuvo presente durante toda la primaria, lo que pasa es que a veces ese dolor se agudiza cuando pones tanto esfuerzo por ser igual que el resto. Hoy ya estoy un poco más relajada con eso y pedir ayuda me resulta un poco más fácil pero no es sencillo y sobre todo no es sencillo cuando te pones en la cabeza que tenés que ser igual a los demás.

–Hay una frase que está en el libro que dice “el dolor nunca tuerce el deseo”. ¿Qué significa para vos? 
–La escribió una amiga, me parece que es algo que me excede y que debería ser un lema o deseo colectivo, que los dolores, los pesares del cuerpo no tuerzan, no venzan, no apaguen el deseo y me parece que esto está íntimamente ligado con el sistema médico que nos apaga porque el único deseo que te pone enfrente es la posibilidad de curarte y la posibilidad, entre muchas comillas, de ser normal. Entonces de repente todo el resto de tus deseos se ven limitados, como en una burbuja deseando la normalidad, ahí si hay un límite, ese límite lo crucé bastante tarde, me hubiera gustado que sea de más chica. 

–¿Cómo te llevas con el discurso médico hegemónico? ¿Sentís que hay una subestimación de lxs pacientes de parte de lxs profesionales de la salud?

–Creo que lo primero que hay que hacer es preguntarnos por qué en el sistema de salud nos llamamos pacientes. Yo paciencia a ellos no les tengo, a mi misma menos, que me expliquen a qué le tengo que tener paciencia o que alguien me convenza de que esa palabra me representa, creería que no van a poder. Me llama la atención porque hoy tengo mucha información sobre mi cuerpo y cuestiones relacionadas a mi salud y me doy cuenta que hay médicos que se sorprenden de eso. Viví esa subestimación sobre todo de chica, igual sigue existiendo pero ahora tengo otras herramientas para detectarla. Lo que me pasa también es que todo ese tiempo en el que tuve poca información me ha llevado ahora a creerles muy poco. No me sirven, de hecho, no voy a un traumatólogo hace 10 años, pero porque siento que no tengo nada que hacer ahí.

–¿Optaste por otras alternativas medicinales?
–Me fui para el lado de la osteopatía, la acupuntura y me fue hermoso. Lo que me harta por completo cuando voy a un médico es que me digan: "uy, qué complicado lo que vos tenés". Si no arranca con esa frase ese profesional trabaja bien. Tengo a mi acupunturista de cabecera que es como mi taller mecánico, voy dos o tres sesiones y me deja como nueva y ahí tiro un par de meses más y después vuelvo y con el osteópata lo mismo. Creo que está bueno preguntarse y cuestionarse qué vamos a buscar al médico, me parece que si uno va con el deseo claro y le expone a su médico el deseo claro, quizás tenga una batalla ganada, si ese médico no escucha ese deseo, hay que buscar por otro lado siempre. Cuando empecé rehabilitación por dolor crónico hice terapia ocupacional donde, por ejemplo, se tratan actividades de la vida diaria, te enseñan a modificar tus conductas para tener menos dolor, te dicen dónde ubicar las cosas, cómo bañarte para hacer menos esfuerzo. Un día fui a esa terapia y le dije a la terapeuta que me iba de viaje, me acuerdo que cambió todo lo que iba hacer y dijo ‘vamos a ver conductas para el viaje’. Esa actitud que para ella debe haber sido algo tan pavo, para mí fue muy importante porque escuchó lo que yo tenía para decir. Ser paciente es una relación donde se nos educa mucho para la pasividad y de repente cuando abandonas ese estado de pasividad al profesional lo pones en otro lugar y se da cuenta que tiene que pensarte de otra manera y a algunos los descolocas.

–¿Cómo te imaginabas de adolescente en tu futuro?
–De más chica tenía la idea de que sería abogada o contadora, después dije que quería hacer periodismo deportivo. Ahí apareció la radio como un deseo, me imaginaba haciendo tira todos los días pero nunca me imaginé estar en el movimiento que tengo ahora, ni escribir un libro, ni meterme en política.

–¿En qué partido estás?
–Empecé a militar por cuestiones relacionadas a discapacidad y en las elecciones del año pasado me sumé al PJ con la idea de generar una renovación dentro de Monte. Es un electorado chico, somos 26 mil personas y debe haber 18 mil electores, donde viene gobernando el radicalismo hace cuatro años. Fui parte de la lista de Unión por la Patria como concejal y además soy parte del equipo de comunicación del bloque. No entré como concejal por 100 votos, me ganó la banca un libertario, ese va a ser el título de mi próximo libro (risas).

–Además de la escucha y la participación en políticas públicas ¿Qué cosas crees que necesitan las personas con discapacidad en un mundo capacitista como en el que vivimos?
–Lo primero no solo es escuchar a las personas con discapacidad sino correrse del centro para que tome el centro una persona con discapacidad. Entiendo que hay personas que son aliadas de nuestra lucha, banco que suceda y me parece necesario  pero creo que hay que recuperar el centro de las luchas sobre todo. Me parece que el movimiento de personas con discapacidad es demasiado heterogéneo. Tal vez, nuestra lucha queda difusa porque hay tantas realidades dentro de un mismo colectivo que es muy difícil de aunar. Las discapacidades son distintas y hasta el mismo diagnóstico cada persona lo vive diferente. Para mí es problemático que le sigamos haciendo juego a la medicina agrupándonos para luchar de acuerdo a nuestros diagnósticos. Según mi certificado de discapacidad y según la medicina tengo una discapacidad motriz pero no se sí pienso igual que todos los discas motrices. Hoy, por ejemplo, estoy muy cerca de compañeros y compañeras neurodivergentes porque me identifico con eso y me parece una vivencia interesante que hay que escuchar. No soy parte de ese colectivo porque no soy una persona neurodivergente, creo, hasta donde sé, al menos por ahora (risas).