Galeano y Messi, según Fernández Moores

Eduardo Galeano era fana de Leo Messi y de Barcelona. El Barça, claro, le llegó antes. Por la resistencia a Franco. Por Cruyff, Vázquez Montalbán, Joan Manuel Serrat. Messi fue la frutilla. Dos amores en uno. Todavía lo recuerdo una noche, cómo mantenía agarrada una camiseta 10 de la Selección autografiada que le mandó Messi a través de Fernando Signorini en una cena que compartimos en 2009 en un restaurante de Palermo. Hasta comía con una mano, porque con la otra tenía la camiseta, temeroso, bromeaba, de que se la robara el mozo. ¿Se habrá enterado Eduardo que el matrimonio que parecía eterno se ha terminado?

Intuyo que le daría la derecha a Leo. Que hace ya tiempo estaría triste porque el gran Barcelona era desde hace años un equipo más, con una dirigencia que también empeoró hasta lo imposible. Y que comprendería las razones de Leo para irse porque quiere seguir ganando. Más aún si ese futuro, Manchester City, implica volver a juntarse con Pep Guardiola. Sería una forma distinta de renovar el amor por la pelota, más allá de Barça, al que igualmente seguirá viendo y sosteniendo aún cuando el vacío se haga más profundo. Galeano nunca abandonó a los perdedores.