Lucía Sena, una vecina de la escuela N°49 de Moreno, donde en agosto de 2018 murieron Sandra y Rubén, se hace cargo de la olla de un comedor comunitario dos veces a la semana. En el barrio San Carlos asusta más el hambre que el Covid 19.
Lucía Sena no es una persona mayor pero sufre de asma, y desde que se enteró que formaba parte del “grupo de riesgo”, dejó de dormir bien por el temor a contagiarse de coronavirus.
Sin embargo, el miedo a enfermarse no la paralizó. De hecho Lucía pudo transformar ese miedo en algo positivo cuando tuvo que salir y sumar manos y voluntad en la cocina del SUM: el salón de usos múltiples donde antes del aislamiento jugaban y hacían arte les pibes del barrio San Carlos, en los márgenes del gigantesco partido de Moreno. Un salón que como muchos espacios barriales fue reconvertido por la pandemia, y por estos días funciona como comedor los miércoles y sábados, con 500 raciones diarias de almuerzo.
“Nos organizamos para ayudar a quienes la están pasando peor, porque uno a veces se queja pero al final sabés que al menos tenés el plato de comida. En Moreno hay mucha necesidad, acá la gente tiene hambre. Nosotros tenemos un merendero, acá en el barrio, que se llama Luz y Esperanza. Entonces ya traemos incorporado el trabajo comunitario, sabemos cómo llevarla. Hacemos esto desde chicos”, le dice Lucía a Cítrica.
"Nos organizamos para ayudar a quienes la están pasando peor que una"
Lucía tiene un entrenamiento arduo en esto de llenar la olla y alimentar a tanta gente hambrienta del conurbano bonaerense. Y al mismo tiempo, sabe de desgracias y de contener el aliento, como cuando a unas cuadras de su casa explotó la primaria Nº49, Nicolás Avellaneda.
Esa mañana del 2 de agosto de 2018, Lucía estaba lista para salir rumbo a la escuela con sus dos nenas. Hasta que retumbaron los vidrios. Pensó que había sido un pelotazo en la ventana. Cuando Lucía fue a ver qué había ocurrido, la 49 era un caos. Habían perdido la vida Sandra Calamano y Rubén Rodríguez, vicedirectora y auxiliar del colegio.
Fue la explosión –por una fuga de gas que habían denunciado en más de una ocasión- lo que generó el repudio de toda una sociedad harta de la desidia estatal. “Lo que pasó en la 49 cambió todo”, siente Lucía.
Es la “conciencia social” y la “cultura” de la olla popular que emerge y se respira desde aquel día, a cada paso en el barrio.
Después de la explosión, Lucía y otras mamás consiguieron leche y donaciones de alimentos. Con la colaboración y la vocación de lxs maestrxs, con mesitas y sillitas improvisadas en el terreno baldío que linda a la escuela, organizaron comilonas para todo aquel que tenía hambre. Y fundamentalmente para garantizarles el plato de comida a las familias de la 49, donde lxs alumnxs de jornada completa recibían gran parte del alimento de cada día.
"Yo me voy tranquila de acá sabiendo que un pibe comió y tiene algo en la panza antes de irse a dormir"
Hoy, naturalmente, la escuela 49 permanece cerrada por el Covid-19 y una vez por mes, auxiliares y docentes se encargan de hacer la entrega de los bolsones con mercadería que envía Nación por medio del Consejo Escolar, para cerca de 443 alumnxs y 350 familias. Pero no alcanza.
Familias que subsistían haciendo changas o trabajando como empleadxs en casas ajenas de Capital Federal. Familias que en un santiamén se han quedado sin laburo, sin ingresos y sin plata en los bolsillos.
Familias que ahora, casi dos años de la explosión de la 49, llegan a los comedores del barrio, con sus tuppers enormes y sus barbijos; cuando se enteran a través de los grupos de whatsapp que hay olla popular en el SUM donde participa Lucía, o en el polideportivo de enfrente. O en algún otro dispositivo de gestión popular del barrio donde haya un plato de comida caliente: “Es dar una mano como podemos. Todos tenemos obligaciones y cosas qué hacer, pero venimos igual. Yo me voy tranquila de acá sabiendo que un pibe comió y tiene algo en la panza antes de irse a dormir”.
Las ollas populares de Sandra y Rubén
Cuando murieron Sandra y Rubén, lxs docentes y vecinxs de barrio San Carlos organizaron ollas populares para sostener el pedido de justicia y alimentar a las familias de la escuela 49. Hoy, frente a la pandemia del hambre, sostienen los comedores que garantizan el plato de comida del día en Moreno.
Volver a la escuela sin Sandra y Rubén
La primaria 49 es una de las pocas escuelas que volvió a clases en Moreno, desde que explotó la desidia hace tres meses, y Sandra y Rubén perdieron la vida. Pero la tragedia despertó algo más que tristeza: toda una comunidad sigue en pie de lucha por la educación pública.
Las escuelas de Moreno están en emergencia
Denuncian fugas de gas, problemas eléctricos y malas condiciones edilicias. Ya perdieron la vida dos personas en la Primaria N° 49 y hoy una pérdida de gas alarmó a la Media Nº1.