Los vendedores senegaleses que trabajan de forma ambulante en Once, Constitución y Flores denunciaron la persecución y hostigamiento que sufren diariamente en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, y también en sus propias casas. En la Legislatura porteña recibieron la promesa de generar una mesa de diálogo con el Pro.
Por su correcto castellano, fue Jackson el senegalés designado para romper el hielo en la Legislatura porteña. Estaban invitados a ser escuchados, a que con voz propia cuenten cómo son hostigados por la Policía de la Ciudad sistemáticamente en las calles de Buenos Aires: “Ahora hay muchos chicos que no trabajan en la calle porque tienen miedo de que les peguen, les quiten sus mercaderías, los metan presos. La policía hizo muchos allanamientos y se llevaron las cosas de nuestros compañeros. Estamos sufriendo en las calles y estamos sufriendo en nuestras casas. Porque la policía nos persigue en el espacio público, y llegan a nuestras casas y nos sacan todo. Estamos sufriendo mucho”.
Jackson defiende a los suyos, dice que la idea no es competir con los locales de los centros comerciales de la ciudad, ni robarle el trabajo a nadie. “Los chicos trabajan de vendedores ambulantes para poder sobrevivir. Solo estamos trabajando para ayudar a nuestras familias”.
“Sí, venimos de muy lejos. Viajamos desde miles de kilómetros hasta acá para cambiar nuestra situación y nuestras vidas, para mejorar. Senegal es uno de los países más pobres del mundo, todos los saben. Y muchos de nosotros viajamos por otros países hasta llegar a la Argentina. Venimos acá porque elegimos este país. Y no queremos estar en la calle, no queremos estar sin trabajo. Necesitamos ayuda”, pide Alpha en la reunión convocada por la Comisión de Violencia Institucional, presidida por Myriam Bregman en la Legislatura porteña.
Contra la colectividad senegalesa hay un ataque especial. Hay mucho racismo y xenofobia en la Ciudad.
Todos tienen algo para decir, hechos que denunciar o lindos gestos para agradecer. Pero no todos manejan bien el idioma local, entonces se refugian en los compañeros que sí hablan castellano; miran curiosos, preguntan, tratan de entender por qué tanto ensañamiento con una comunidad con presencia en el país hace más de una década, pero ferozmente perseguida en los últimos dos años. En la mesa redonda está Kane Serigne Dame, quien fue agredido por la policía de la Ciudad e Infantería en Flores el 5 de junio. Y eso no es todo: después de la represión vino la causa por resistencia a la autoridad.
Mohamed, otro vendedor ambulante que toma el micrófono, asegura que la situación de los senegaleses viene empeorando semana a semana. La policía los persigue y reprime. Y como única solución, el Gobierno de la Ciudad les ofrece subsidios de tres mil pesos, que -además de ser una cifra que no les permite ni pagar el alquiler de un cuarto de hotel- no soluciona el problema de fondo: los más de mil vendedores ambulantes senegaleses que transitan las calles porteñas solo quieren trabajar.
“Los muchachos están acá para tener una vida mejor, para ayudar a sus familias. Pareciera que por cuestiones raciales, los persiguen hasta en sus casas, le sacan todo lo que tienen. A nadie le gusta estar en la calle, lo hacen porque no les queda otra. Nuestros hermanos están sufriendo mucho, en las calles y en sus casas”, asegura Arfang Diedhiou, presidente de la Asociación de Residentes Senegaleses en Argentina.
Los cambios en política migratoria en el país complican aún más a los senegaleses. Obtener la documentación para poder transitar libremente se volvió imposible y las causas –por violación a la Ley de Marcas o por presunta resistencia a la autoridad– ponen en riesgo su permanencia en el país, después de la reforma por decreto de Mauricio Macri a la Ley de Migraciones.
La policía nos persigue en el espacio público, y llegan a nuestras casas y nos sacan todo.
La policía de la Ciudad no actúa con violencia porque sí. Tiene el respaldo de la Justicia. La Fiscalía Penal, Contravencional y de Faltas N° 35 -a cargo de Celsa Ramírez- ordenó varios allanamientos simultáneos en hoteles donde viven vendedores senegaleses. Nicolás Caropresi, referente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (Ctep), explica: “La cantidad de recursos que se están usando para perseguir a vendedores ambulantes no se ve en ningún otro tipo de persecución. Los kioscos de droga tienen mucha más tranquilidad que un vendedor ambulante. Los de Espacio Público se llevan la mercadería y no entregan actas; les inventan causas y hay una movida mediática donde se trata a los senegaleses de narcotraficantes, mafiosos o terroristas”.
¿Y si el problema de fondo es el racismo y la xenofobia? “Sin dudas”, nos responde Bregman, presidenta de la Comisión de Violencia Institucional, después de la reunión: “Hay mucho racismo y xenofobia en la Ciudad. Hay una avanzada sobre los sectores más desprotegidos, los más vulnerables, pero contra la colectividad senegalesa hay un ataque especial”.
“En la mayoría de los allanamientos los llevan por negros, no porque están cometiendo una infracción. No importa si están vendiendo o no. Los ven, y por negros, los llevan. La situación es insostenible”, denuncia Caropresi.
Es insostenible que los detengan por su color de piel, por ser migrantes, porque sólo quieren ganarse la vida dignamente. Y sin embargo sucede: “Si la policía ve a un chico caminando por Flores con una mochila, no importa si vende o no, la policía lo va a detener, le va a preguntar, lo va a maltratar. Solo por caminar nos detienen y nos piden documento. Nos están golpeando y discriminando. Por eso necesitamos ayuda”, insiste Jackson, ante referentes de varios organismos de Derechos Humanos.
Si no trabajamos no podemos alquilar una casa, pagar nuestras cuentas, no podemos comer.
Para Mohamed, también es muy complicado trabajar en la calle. “Pero si no trabajamos no podemos alquilar una casa, pagar nuestras cuentas, no podemos comer. Con la policía en el espacio público estamos sufriendo porque nos persiguen pero necesitamos trabajar”.
Por primera vez en la Legislatura, los trabajadores senegaleses denunciaron la persecución, la represión y la xenofobia que sufren en la Ciudad de Buenos Aires. “Solo queremos trabajar”, “Queremos otra oportunidad”, “Nosotros elegimos este país”. Esas son las palabras que más sonaron en la reunión de la Comisión de Violencia Institucional. Explicaron ante diputadas y diputados, opositoras y oficialistas, que migrar no es un delito. Ellos tienen derechos, los conocen y los van a defender.
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