La película chilena Jesús impactó en la Competencia Latinoamericana del Festival de Mar del Plata al cuestionar la versión oficial sobre el crimen de Daniel Zamudio. El director nos cuenta cómo y por qué los medios prefirieron callar la realidad.
Jesus está basada en un hecho real: el crimen contra el joven homosexual Daniel Zamudio, por parte de supuestos neonazis, que conmocionó a Chile en el año 2012. Pero al director Fernando Guzzoni, esa versión de los hechos transmitida por los medios de comunicación, le hacía mucho ruido: "Me daba rabia y me incomodaba escuchar eso, sentía que la intención de los medios era resignificar este crimen con la idea de que los asesinos eran neonazis, y resolverlo todo ahí, pero detrás de esas etiquetas, que funcionan como placebos para la sociedad, me parecía que había una reflexión bastante más compleja y profunda". Entonces investigó y confirmó lo que suponía. Y eso cuenta en Jesús. El cineasta chileno da, en su largometraje, una nueva versión sobre el crimen: los jóvenes asesinos no son neonazis, sino chicos sin contención social que, como la mayoría de los jóvenes latinoamericanos, vienen de familias fragmentadas históricamente. "Eso con los años termina generando el caldo de cultivo de un odio que está ahí latente hasta que explota".
¿Por qué crees que los medios de comunicación optaron por contar el crimen de una forma tan alejada de lo que realmente había pasado?
Mi sensación es que la oficialidad establece siempre una suerte de etiqueta o de estereotipo que permite que nos quedemos tranquilos. Busca generar un placebo. Eso es muy del establishment. Los medios, al poner en el centro de la escena la idea de que los asesinos eran neonazis, daban todo por resuelto, no había más que hurgar. Eso es lo que a mí me incomodaba. La película también surge un poco de eso, cuando algo te inquieta y te molesta convivir con eso.Me daba mucha rabia, porque sentía que esos cinco personajes -los cuatro asesinos y la víctima- eran como "Los olvidados", de Buñuel: niños que tienen una responsabilidad punible concreta, y está bien que paguen por el delito, pero la reflexión detrás de eso es bastante más compleja y profunda. Y esos niños no son lúmpenes tampoco. La historia del lumpenaje hace como el darwinismo social: dice “como estos son pobres entonces son asesinos”, y a mí eso me parece muy facista. Éstos son jóvenes que podrían eventualmente ser de clase media. Podrían tener acceso a la educación, pero a la larga hay como un triunfo espiritual del modelo que finalmente hace que igual los excluyan.
¿La idea de la película surge enteramente del hecho en sí, o ya tenías una historia previa en mente?
No, esta película se inició primero como una relación padre-hijo. A mí interesaba narrar sobre eso porque me parecía algo muy arquetípico, una relación muy paradigmática. Pero quería buscarle una particularidad, y pensé en la historia de un niño que había nacido en democracia y en un padre que había nacido en los años '50 y que tenía un background de la dictadura, mientras que el hijo, por ser más contemporaneo, tenía una influencia norteamericana y oriental.
Para mí esas dos miradas representan un poco a este Chile nuevo de los últimos 25 años, un Chile bastante diferente al de antes. Entonces padre e hijo eran también el cruce y el choque de dos generaciones entre dos Chiles opuestos. Empecé a escribir el guión con mucha imaginería de ese tipo y cuando estaba en eso pasó este crimen, que aparentemente era un acto homofóbico, pero que finalmente no lo era. Y lo que definitivamente me hizo incorporar el hecho del crimen a la película fue que, cuando hice la investigación, descubrí que tanto los asesinos como la víctima tenían una fuerte ausencia de la figura paterna. Entonces vi en eso el reflejo de la sociedad patriarcal latinoamericana: la idea del guacho -que en quechua significa huérfano- que cruza la historia de la colonia hasta hoy, y de cómo el mestizaje generó eso: los españoles llegaban a América, se cogían a una mujer, la abandonaban y de ese acto nacía un niño huérfano. Eso mismo es lo que está en los tejidos de nuestra idiosincrasia. La figura paterna es la que te da la identidad, es la puerta a la sociedad, es como decía Lacan: en el fondo, es el padre el que decide cuando te quita la identidad. Te da, te quita, y te abandona cuando quiere. La figura de la mujer no, ella es la contención y el amor, pero el padre es la regla social.
¿Creés que la ausencia del padre también puede interpretarse como una ausencia del Estado?
Sí, yo creo lo siguiente: como latinoamericanos nuestra estructura familiar no es para nada idónea, y ese es el núcleo básico. Al no estar la familia como la composición básica de la sociedad, ese niño se convierte en un ser social que no tiene contención. Y en la sociedad sucede algo similar, no hay nada que funcione como paraguas, entonces se termina educando bajo criterios muy dispares o extraños.
En la película mostrás algo que es muy característico de la adolescencia: el querer probarlo todo, la experimentación, tanto con las drogas como con la sexualidad, y también la crueldad, tal vez sin mucha consciencia...pero los chicos cruzan un límite: matan a golpes a una persona ¿Cuál es tu opinión sobre la violencia?
Con respecto a la experimentación, el parque público, en donde transcurre la película es un lugar de fiesta y de excesos. Y ahí mismo es donde tienen sexo. Eso sucede porque no tienen intimidad en sus hogares, entonces no les queda otra opción que ir a coger a los parques, que terminan siendo lugares de búsqueda, de encuentro de identidad, y de exceso también. Y en cuanto a la violencia, yo creo que es bien constitutiva de nosotros, es como algo sustancial al hombre. En algunos casos hay más filtro, otros criterios o alienaciones, pero en este caso, estos chicos no lo tienen y yo creo que mi intención fue indagar en eso, en este cruce donde de pronto no hay retorno. Si bien ellos están gatillados por un montón de elementos como el alcohol o las drogas, en el fondo, detrás de eso, no hay cultura, no hay educación, solo hay exclusión. En Chile, por ejemplo, estamos discutiendo la gratuidad de la educación, un derecho que es universal. En comparación con otras sociedades estamos en pañales. Lo mismo sucede con la ecología, por ejemplo. Si tengo acceso a la educación, a la cultura, a un buen trabajo, es evidente que todo se empieza a modificar. En los barrios en donde sucede la película no hay áreas verdes, todo es puro cemento, y la gente se demora hasta cuatro horas en ir al trabajo y volver a su casa. Es un cúmulo de cosas las que pasan, por eso la violencia está ahí, está subterranea y en algún momento surge de la manera más incontrolable. A mi no me cabe duda de que esos chicos vienen de familias fragmentadas históricamente y eso es caldo de cultivo de un odio que está ahí latente hasta que explota. Yo creo que Jesús, que es uno de los asesinos, también podría haber sido la víctima. Siento que eso también se obvia desde la oficialidad porque es algo muy incómodo.
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