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Diferencias que matan

por Gisela Romagnolo
25 de noviembre de 2016

Gorila, relato de una obsesión, de Mariana Cumbi Bustinza, refleja la discriminación que se da entre vecinos de una pensión del conurbano bonaerense. Y hace foco en cómo el discurso sistemático y prejuicioso se repite por costumbre, casi sin pensarlo.

Relaciones de amor, odio, muerte y discriminación. Las miserias humanas que todos quieren ocultar. Con el conurbano bonaerense como escenario. Conflictos realistas, discursos plasmados de estereotipos y dos clases sociales que muchas vecen se parecen más de lo que creemos. Eso cuenta Gorila, relato de una obsesión de Mariana Cumbi Bustinza: “Hay una opresión que se hace presente, y al mismo tiempo dialoga con lo que muestra la obra, ese lado más primitivo donde se hace evidente que existen dos clases sociales muy parecidas entre sí. Una de ellas más aspiracional que la otra, que quiere ocupar un lugar inexistente, menosprecia a la clase más baja y la denigra”, explica la dramaturga y directora.   

La obra hace cómplice al público que reacciona con risas nerviosas ante algunos relatos de fuerte violencia verbal. Y también lo interpela a través de los discursos discriminatorios y xenófobos de la sociedad. Gorila pone en escena conflictos realistas a través de discursos plasmados de estereotipos sociales y de dualidades cotidianas entre vecinos del conurbano bonaerense.  “Creo que estas historias se suceden en cualquier lugar, inclusive en Capital Federal”, aclara la directora. Dos familias se conocen en el pasillo que comparten, ante la reciente mudanza de una pareja joven, impulsiva y extrovertida. Gorila es un thriller psicológico que muestra una realidad, muchas veces negada, sobre los conflictos entre clases.

La discriminación, el desprecio y el odio hacia los nuevos vecinos son abordados a través de las palabras de Jimena, una adolescente interpretada por Catalina Boucau, que reitera de modo sistemático y prejuicioso, discursos ajenos, cargados de lugares comunes, con los que su madre no concuerda. Las situaciones logran desatar discusiones intensas que los vecinos escuchan detrás de las paredes. Miserias humanas que todos quieren ocultar.

Gorila viaja del presente al pasado en un constante movimiento entre escenas para abordar el relato desde los diferentes protagonistas. “Si bien escribí la historia de modo lineal me pareció más interesante contarla moviéndolo en el tiempo para que funcione”, detalla Mariana sobre los giros temporales que generan esa tensión necesaria para mantener al público expectante al hilo del relato.

Con cumbia de fondo y una escenografía con luces bajas e intimista, en la casa afloran las emociones más salvajes y primitivas; se esconden algunos secretos y la poesía cobra cierto protagonismo. Se visibiliza los dramáticos enfrentamientos sociales, las peleas entre pobres y el odio entre clases, hasta la muerte. Gorila nos sumerge en la tarea de repensarnos socialmente, posicionarnos en el lugar de los otros, y finalmente cuestionarnos.