Liliana Herrero abrió las puertas de su casa en el barrio de San Telmo, para recordar su infancia y su carrera.
Liliana Herrero es un río que viene de lejos. Una vertiente que desemboca a través de su voz. Lo saben quienes valoran su canto, ese que es capaz de nadar suave por la superficie o brotar rebelde desde las más hondas profundidades. Un canto que toma riesgos. “¿Sino, para qué es el arte?”, se pregunta esa mujer que como en un viaje en maroma nos permitió navegar un ratito por su cauce: su infancia, la música, el arte y la militancia.
“Soy entrerriana. Nací en una ciudad pequeña que se llama Villaguay, que queda más cerca de la costa del río Uruguay que del Paraná. Así que nuestra infancia siempre fue más uruguaya que argentina. Fuimos para el oriente, para el este. Por eso, para mí, Uruguay, la Banda Oriental, es muy importante y muy significativa; tanto en su música y su escritura, como en sus políticas. Recuerdo esos viajes a Colón y cruzar a Paysandú. O de Concordia a Salto; o de Gualeguaychú a Fray Bentos. En ese momento no estaban esos puentes. Después, veníamos para el oeste, porque mi madre y mi padre habían estudiado en Rosario. Era todo un periplo, por camino de tierra, hasta que lo asfaltaron. Cruzábamos en lancha hasta la isla y después la maroma, que es esa balsa a cadena con la cual se cruzan los autos”
¿Qué música se escuchaba en tu casa?
Mucha, mi padre era un amante de la música. Tenía una gran colección de discos de música clásica, jazz, folcklore, tango. Eso escuchábamos. Sobre todo a la noche. Mi papá dirigía una especie de orquesta intangible. Con la misma fusta que azuzaba al caballo dirigía a su orquesta invisible. Fue una imagen que me quedó muy grabada. Ahí empecé a estudiar piano. Juanita Alsina era una profesora que yo amaba Un día le toqué la puerta y le dije que quería aprender. Lo que sé de lectura y partitura lo aprendí de ella.
¿Hasta qué edad viviste en Villaguay?
Hasta los 17, cuando terminé la secundaria. Después me fui a estudiar a Paraná un año y terminé en Rosario, estudiando Filosofía y Letras. Mi hermano mayo estudiaba Medicina y vivía allí. Más tarde lo hizo mi hermano menor, dedicado a Ingeniería. Todo fue más o menos amable y cordial. Los tres militábamos siempre en las corrientes nacionales y populares, aunque en distintas agrupaciones. Participamos de todos los años preciosos que siempre recuerdo con mucho cariño y mucho aprendizaje, es decir, los años sesenta y principios de los setenta, hasta el golpe militar. Ya en 1975 se había enrarecido todo en Argentina con la Triple A y demás.
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