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El negocio de la educación

por Mariana Aquino
23 de febrero de 2018

La derecha promete formación de calidad para las hijas e hijos de la exclusión con las mismas recetas de los 90. Detrás de un discurso disfrazado de progreso y desarrollo, otra vez el mercado se mete en las aulas.

En los últimos años, America Latina abandonó su rumbo progresista para volver a una corriente neoliberal que ya había signado la década del 90 en este lado del continente. Igual pero diferente. La derecha aprendió de sus errores y cambió la receta en políticas educativas para instalar las mismas prácticas excluyentes que caracterizan su esencia. 

El discurso de los nuevos gobiernos neoliberales no contiene frases como “hay que arancelar la educación” y “las universidades son un gasto”; sino que adoptó uno más vinculado a la meritocracia y el emprendedurismo con una fuerte redefinición del sentido de la educación.

Estas gestiones tienen una visión más empresarial y hasta alientan la inserción laboral de los sectores más populares. Eso sí, al mismo mercado expulsivo, pero lo hacen desde una arenga más convocante. Prometen educación de calidad para las hijas e hijos de la exclusión. “En los 90, los gobiernos neoliberales atacaban la educación pública. Ya no. Ahora reconocen que el momento cambió. Por eso es que hablan de eliminar la pobreza, pero desde un proyecto que genera más desigualdad. Estamos ante una visión empresarial productivista y -esta vez- peligrosamente atractiva”, advierte Pablo Gentili, secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).

Hay pérdida de soberanía nacional en general, a partir de la pérdida de soberanía en la educación

La doctora en Pedagogía Adriana Puiggrós hace foco en la presencia de bancos privados, fundaciones y multinacionales -como Google y Facebook- en las aulas de Argentina. “Las empresas quieren invertir en la educación porque es un gran negocio. En el país, se están aplicando las mismas políticas que se ensayaron en Chile durante la época de Pinochet. Estamos ante el plan más concertado de la derecha. Hay pérdida de soberanía nacional en general, a partir de la pérdida de soberanía en la educación”.

Pasa en Chile. Frente a la crisis económica del último año y medio, Sebastián Piñera vuelve al poder con la promesa de aumentar la gratuidad universitaria porque está interesado en el “crecimiento social”. Para Jesús María Redondo, profesor de Política Educativa en la Universidad de Chile, en un país donde sólo el 15 por ciento accede a la universidad estatal y únicamente el 35 por ciento de la educación básica y media está en manos de lo público, funciona el discurso renovado de Piñera. “Este nuevo Gobierno cree que la mejor educación se da en el mercado, por eso van a financiarlo. La gente demandó una necesidad de mejorar los servicios públicos y responder a ciertos derechos. La respuesta es: ‘Tienen razón, pero lo vamos a hacer a través del mercado´”.

Lo primero que hacen es romper la columna vertebral: los gremios. Sueñan con un mundo sin sindicatos.

La titular de Políticas Públicas en Educación de la Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil), Dalila Andrade, agrega: “Los sectores de derecha cambiaron sus estrategias y eso les funciona. Tienen mucho de lo que demandan las clases medias de Latinoamérica: la idea de que van a poner el país en el mundo del progreso y el desarrollo. Ahora para estos gobiernos no se trata de achicar o acabar con el Estado sino orientar su camino”. 

En Paraguay, la fundación Juntos por la Educación, que reúne al empresariado y a los propietarios de medios de comunicación, incide a tal punto en las políticas públicas que en 2017 participó de la creación de la nueva Carta Orgánica del Ministerio de Educación. Además integra el Consejo de los Fondos de Excelencia para la Educación. “Estamos en una etapa de injerencia directa de lo empresarial en la toma de decisiones en las políticas educacionales. Toda la inestabilidad política por los cambios de rumbos en Paraguay, se tradujeron en una falta de continuidad de las políticas educativas”, reconoce Rodolfo Elías, investigador y docente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de Paraguay. 

Para que las cuentas cierren, se necesita de docentes globales, sin identidad ni pertenencia gremial. Pasa en toda Latinoamérica. En enero de este año, el presidente Mauricio Macri modificó la paritaria nacional docente por decreto. “Lo primero que hacen es romper la columna vertebral: los gremios”, dice Puiggrós. Y Miguel Duhalde, de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA), coincide: “El macrismo entiende a la educación como servicio y al conocimiento como una mercancía. Sueñan con un mundo sin sindicatos”.

Hablan de eliminar la pobreza pero desde un proyecto que genera más desigualdad. Estamos ante una visión empresarial productivista, peligrosamente atractiva.

Los gobiernos proponen universidades más dinámicas, modernas y adecuadas para la economía capitalista; retoman viejas consignas del progresismo y las resignifican con las leyes del mercado. Como era de esperarse, el cambio es sólo discursivo: dicen que apoyan la educación pública pero la ahogan con presupuestos cada vez más reducidos, dicen alentar la participación sindical pero deslegitiman y debilitan a los gremios. Hablan de competitividad y desarrollo para justificar que se está consolidando la idea de la educación como un negocio en pocas manos. Las mismas de siempre.