Fue tan grande la cloaca mediática incrementada por los distintos monopolios comunicacionales que ahora el Frankenstein se les fue de las manos.
Crearon al pequeño monstruo tan sutilmente durante tantos años que ya no lo dominan, pasó a tener independencia, los superó en capacidad de autodestrucción.
En las últimas elecciones de Estados Unidos la candidata del establishment político/económico/mediático era Hillary Clinton, mientras que el outsider, esta nueva denominación de los candidatos hasta ahora casi siempre fascistas que emergen desde fuera de la política tradicional, era Trump.
El poder establecido no quería a alguien sin relaciones de entendimiento mutuo y que no comprendiera la materia política en los términos tradicionales, temía que no le debieran favores. Le generaba duda que la condición de derecha “racional” sea superada por el grotesco artilugio de decir lo que el electorado quería escuchar, que paradójicamente era lo que venía escuchando desde hace décadas en su pantalla predilecta, la que ellos dominan.
Brasil está en una situación parecida. Bolsonaro no era el candidato de la red O’globo, la propia red no tenía un candidato para instalar. No tenía una derecha liberal limpia y sanguinaria como de costumbre. Solo tenía para proponer el candidato de reventa del preso político Lula Da Silva, una especie de segunda marca del PT, no por capacidad, falta de trayectoria o incluso futuro, sino simplemente por no ser el carismático Da Silva. Y por el otro lado un especie de banda tributo de Donald Trump, pero en el país con mayor población negra de toda américa.
¿Son ahora peores porque no cuidan ni sus oscuros pensamientos? ¿Eso garpa? ¿El escrutinio electoral es casi como elegir una serie de netflix?
Cayeron en su propia trampa. No pudieron decir nada bueno de los “corruptos del PT” ya que fueron pieza clave de toda la maraña judicial para que Lula terminara preso por un departamento en una playa que ninguno de los porteños fanáticos del Carnaval hubiera pensado ir ni conocer, ni habría escuchado nombrar en todos sus años de vida.
Mientras tanto, el “nuevo” candidato, ya sobrepasado de opiniones irreproducibles por los propios periodistas de horarios centrales, superó todo tipo de expectativas del ala derechosa brasilera. Aquí el problema.
¿Llegan los herederos de la correcta derecha liberal y corrupta de siempre? ¿Son ahora peores porque no cuidan ni sus oscuros pensamientos? ¿Eso garpa? ¿El escrutinio electoral es casi como elegir una serie de netflix? Lo importante es ver la que “todos ven”...
¿Los candidatos outsiders se tiran un pleno, si ganan se quedan, si no siguen en sus negocios?
¿La cultura de partidos políticos tradicionales está agotada como fuente de candidatos con algún tipo de trayectoria que los avale?
Éstas, más y mejores preguntas quedan flotando en el aire hasta la segunda vuelta, que promete un final oscuro para el mayor socio comercial de la Argentina.
Esperemos algo inesperado.
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Comunista y formado al calor de las luchas sociales, Luciano Concheiro es amigo y consultor permanente de López Obrador. La influencia del zapatismo, la estrategia para enfrentar al narcotráfico y las mineras, la alianza con los medios sociales y los sueños revolucionarios del nuevo gobierno mexicano.