Por un lado, la muerte de Ernestina Herrera de Noble, dueña del imperio mediático Clarín; y por el otro, el triste fallecimiento de Rita Garnica, una de las primeras Madres jujeñas que luchó para que el civil genocida Carlos Blaquier de Ingenio Ledesma, fuese juzgado. La dignidad, a cara y cruz.
Esta semana de junio, en la que se va una Madre que puede dar cuenta de su vida, como ejemplo de lucha por la dignidad y la Justicia, es la contracara de la partida de otra mujer que –por el contrario- no le deja nada a la sociedad argentina. Y seguramente, la diferencia enorme estará en el recuerdo popular. Cuando una persona se va, y la gente la llora, como a Rita Garnica, en sus recorridos por Calilegua y por Libertador General San Martín; la lucha por todos lados, pidiendo justicia como madre, la aparición de sus hijos, y todo lo que significó tratar de encarcelar al genocida Carlos Blaquier, estará siempre en la memoria popular. Con más o con menos gente, con historias, con recuerdos, con libros, con documentales.
En cambio, lo de Ernestina de Noble, desde el mismo día de su muerte, se ve claramente que no hay nadie llorándola en las redacciones. Nadie del periodismo la recordó en algún artículo, o nota, editorial, un gesto valiente frente a la dictadura, o cualquier hecho de barbarie en Argentina. No hay una foto de ella en las calles, ni en ningún lado que merezca el reconocimiento popular.
Estos son los destinos que te traza la vida cuando hacés algo por los demás, por la Justicia, por la democracia, y por la paz. En el caso de Ernestina, lo único que hay es cháchara y dinero, como para poder tener un medio donde poder decir que estás haciendo algo, que en verdad, no lo estás haciendo.
Ernestina nunca será recordada como alguien que estuvo del lado de la defensa de los valores de la democracia o de la lucha popular por mayores derechos. Si no, todo lo contrario. Será recordada como una enemiga de la democracia porque apoyó el Golpe Militar de 1976.
Esta contracara, cuando ocurre en semanas como esta, donde se van dos personas con recorridos de vida tan distintos (uno muy digno y otro muy indigno), fortalece el pensamiento en decir: qué bien hemos hecho en ponernos de un lado de la vida. La palabra que le corresponde a una, Rita, es “Dignidad”. Y a la otra, Ernestina, es “Vergüenza”.

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