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De Roca a Milei, una tradición anti-mapuche

por Adrián Moyano
02 de julio de 2024

La prohibición de la bandera wenu foye en Parques Nacionales y ciertas declaraciones de funcionarios invitan a revisar la trama de la Historia argentina, construida de espaldas a las comunidades que habitaban los territorios cuando no había fronteras ni Estado.

Desde Furilofche/Bariloche.


Cuando en 2022 Javier Milei decidió apurar el tranco en dirección a la Casa Rosada identificó a los “pueblos originarios” como factores que “destruyen los valores de la sociedad”, junto con “la ideología de género, la agenda ecologista y el lenguaje inclusivo”. Su compañera de bancada y actual vicepresidenta, Victoria Villarruel, presentó un solo proyecto a su paso por la Cámara Baja: derogar la Ley 26.160, norma que suspende desalojos contra comunidades indígenas. 

Con esos antecedentes, no sorprendió que, a partir del 10 de diciembre, designara ministra de Seguridad a Patricia Bullrich, de reconocido perfil anti mapuche. En 2024 y al renovarse la ofensiva, la Administración de Parques Nacionales (APN) arremete contra la bandera del pueblo preexistente en combinación con legisladoras rionegrinas, que procuran una interdicción similar para edificios públicos de la provincia patagónica. En un punto, la arremetida carece de toda originalidad.

Las áreas de conservación todavía no tenían estatus jurídico en el andamiaje del Estado cuando comenzaron los desalojos en desmedro de familias mapuches y pobladores de otros orígenes. En 1916, una resolución ministerial designó a Jorge Newbery encargado ad honorem de la reserva que, seis años después, serviría de base para el Parque Nacional del Sud. Formalmente, la Campaña al Desierto había finalizado en 1885 y todavía no asumía en la Argentina el gobierno de Hipólito Yrigoyen. El “encargado” era estadounidense y aunque se llamaba igual, no hay que confundirlo con el pionero de la aviación, de quien era tío.

La estancia Chacabuco

A partir de la designación “se intensificaron los conflictos por la tenencia de la tierra, ya que Newbery inició una agresiva política para erradicar a los pobladores de los terrenos del Parque Nacional, a la vez que reclamaba para sí algunos de los territorios expropiados”, señala la historiadora Laura Méndez en su libro Estado, frontera y turismo. Historia de San Carlos de Bariloche (Prometeo, 2010). Cualquier similitud con el presente no es mera coincidencia: “Newbery acusaba permanentemente a los pobladores chilenos e indígenas de intrusos, culpándolos de ser los responsables de los reiterados incendios y del robo de ganado que los colonos vecinos faenaban y comían a diario”, añade la investigación.

De profesión dentista y cercano a Julio Roca, sus dichos deberían integrar cualquier estudio sobre genealogía del racismo en Patagonia: “Nadie más que el Gobierno es responsable por las depredaciones que cometen estas hordas irresponsables diseminadas por toda la vasta extensión de tierra enmarañada donde la vigilancia de la autoridad es un imposible, por el hecho de permitir o tolerar que continúe este sistema de colonización sin contralor de ninguna especie, faltos absolutamente de educación en cuanto a se refiere a los hijos nacidos en el país e influenciados por el mal ejemplo que reciben constantemente de los padres habituados al robo y al pillaje”, aseveró en uno de sus informes (las cursivas son del autor de esta crónica). El estereotipo del “indio ladrón” gozaba de buena salud, aunque la resistencia mapuche armada se había agotado en 1885.

Sus apreciaciones mal disimulaban aspiraciones concretas. “Simultáneamente a estas sugerencias, reclamó un total de 26.175 hectáreas de su propiedad dentro de los límites del Parque Nacional del Sud. De dos de ellas, las correspondientes al lago Traful y al río del mismo nombre, poseía títulos de propiedad y había instalado un establecimiento ganadero. De las correspondientes a la costa del lago Nahuel Huapi, el brazo Huemul o golfo de Nahuel Huapi, no poseía título alguno”, estableció la historiadora.

En la actualidad, subsisten conflictos en la segunda de las zonas, donde se encuentran los espacios territoriales de las comunidades Melo y Kinxikew (léase Quintriqueo). Se trata de parajes hermosos desde la perspectiva paisajística, sobre la Ruta 40 en el tramo que une Bariloche (Río Negro) con Villa La Angostura (Neuquén). La recorren miles de visitantes durante las temporadas turísticas.

Emilio Frey en 1932, antes de asumir como intendente del Parque Nacional Nahuel Huapi, en Villa La Angostura. Crédito: Colección Capraro en Archivo Visual Patagónico.

Tan poca sutileza llamó la atención de otro protagonista de la época. En 1918, Emilio Frey elevó un informe a la División de Inspección de la Comisión Pro-Parque, en el que aseveraba que los supuestos “intrusos” hacía años “que vivían en esos terrenos, en los que habían realizado mejoras y ninguno de ellos poseía antecedentes policiales”. Añadió: “El señor Newbery dice que esos colonos son indios chilenos que cometen toda clase de depredaciones. Ignoro si hay alguna disposición legal que prohíba a los indios chilenos vivir en tierra argentina, ni encuentro en los antecedentes que se me han dado […] ninguno que justifique el dicho de este señor”. 

Con ese concepto peyorativo, tanto Frey como sus contemporáneos se referían a los mapuches que sobrevivieron al intento de exterminio del Ejército Argentino. Más allá de su polémica con el estadounidense, cuando fue intendente del flamante Parque Nacional Nahuel Huapi en 1934, no tuvo mayores pruritos en desalojar “intrusos”.

 

A tiro de caballo

Los desalojos no fueron corteses invitaciones a que las familias abandonaran las tierras que poseían hacía décadas. En 1995, el que firma estuvo unos días en Aluminé (Neuquén) en pleno desarrollo del así llamado Conflicto de Pulmarí. Allí conoció a Rosa Catrileo, quien casi centenaria, caminaba encorvada y se ayudaba con un bastón, pero recordaba con total claridad cómo guardaparques habían demolido su casa a tiro de caballo en la zona del lago Ñorquinco. Era pleno invierno y en una zona cordillerana la gente quedó a la intemperie en una época en que se registran nevadas y temperaturas bajo cero.

La charla continuó en la Pampa de Aniceto en presencia de un che mamül, es decir, una talla de madera que marca el centro de un espacio ceremonial. La pequeña planicie se llama así en recuerdo del padre de Rosa: Aniceto Catrileo. Las comunidades mapuches del área, entre ellas la Ñorquinco, son de existencia anterior a la instalación de Parques Nacionales, creación institucional de la oligarquía terrateniente que había retornado al poder político durante la Década Infame. En esa época también se originó la tan mentada Villa Mascardi (Río Negro), cuando Ezequiel Bustillo, por entonces mandamás de la institución, interesó a sus amigos para que adquirieran tierra pública a bajo costo con la excusa de desarrollar turísticamente parajes hasta entonces rurales.

Crédito: Euge Neme.

Historias como las que vivió doña Rosa se cuentan por decenas y hasta fechas muy recientes en la jurisdicción de Parques Nacionales, sean el Nahuel Huapi, el Lanín, Los Alerces u otros. Sólo en la zona norte del primero, de 13 poblaciones preexistentes cinco fueron desalojadas de manera definitiva y otras dos resisten de forma “ilegal” a ojos de la institución. Lleva la cuenta Archivos de Sur, una subcomisión de la Biblioteca Osvaldo Bayer (Villa La Angostura). 

En tanto, de Villa Mascardi fue desalojada la comunidad Lafken Winkul Mapu en octubre de 2022, represión que además significó varios meses de prisión para seis de sus integrantes mujeres. En noviembre de 2017, perdió la vida sobre su territorio Rafael Nahuel, a manos de Prefectura Naval Argentina.

La comunidad Quintupuray tiene su espacio territorial en el noroeste del lago Correntoso (Neuquén). Los registros históricos prueban la presencia de sus mayores en la zona desde 1896 en adelante. Su joven lonco, Lucas Quintupuray, suele decir que “es Parques el que está en nuestro territorio, no nosotros en el suyo”. En todas las que se mencionan (Melo, Kinxikew, Ñorquinco, Kintupuray) y en decenas de comunidades más flamea la wenu foye, la bandera que identifica al pueblo mapuche a los dos lados de la cordillera desde 1992. 

En mayo último, el vocero presidencial aseveró que “los Parques Nacionales son patrimonio de todos los argentinos, no de los privilegiados por pertenecer a un grupo cercano al poder de turno. En estos parques no va a flamear ninguna otra bandera que no sea la argentina”. Difícilmente esté Manuel Adorni al tanto de la historia que escribieron Jorge Newbery, Emilio Frey, Ezequiel Bustillo y, contra su voluntad, las familias despojadas, pero por las dudas niega y atenta contra varios derechos. 

Crédito: Euge Neme.

Ni él ni el nuevo titular de la Administración de Parques Nacionales, Cristian Larsen, parecen leídos en materia constitucional porque, en relación con los pueblos indígenas, el Estado debe “garantizar el respeto a su identidad” y la wenu foye es una representación muy acabada de la mapuche.

Más recientemente, la directora de Comunicaciones del organismo protagonizó un auténtico papelón, cuando ordenó que los equipos de difusión a sus órdenes debían silenciar el wiñoy tripantü o año nuevo del pueblo originario. Al final del día, Iael Gueler logró con creces el efecto contrario, porque la noticia se viralizó y fue tema de conversación en redes sociales.

En Furilofche

En Bariloche el invierno empezó a comienzos de mayo. Desde entonces, apenas si paró de llover o nevar. La Escuela 154 está en el barrio El Frutillar, uno de los más característicos del Alto, es decir, el Lado B de la ciudad turística. La cantidad de pozos que hay que sortear en sus calles para llegar cada mañana es inverosímil, pero no son novedad para Mariana Morán, su vicedirectora.

Novedoso es que dos legisladoras provinciales impulsen un proyecto para que, en edificios públicos rionegrinos, no esté presente otra bandera que la argentina, en otra clara alusión a la wenu foye. Martina Lacour y María Laura Frei también se escandalizaron en cercanías del último 20 de junio, cuando decenas de estudiantes mapuches presentaron su bandera en lugar de prometer la de Belgrano. 

Crédito: Euge Neme.

Además de directiva en la educación pública, Mariana es mapuche: “Hace muchos años que se viene presentando la wenu foye en diversas escuelas de Furilofche. Primero, se comenzó en algún jardín/escuela donde concurrían infancias mapuches, hijes nuestros de militantes o familias que estaban en proceso de recuperación identitaria. Con el transcurso de los años, en construcción colectiva con compañeros y compañeras afines, se dio fuerza y contenido a lo enunciado en el Convenio 169 de la OIT (Ley 24.071), la Constitución Nacional, la provincial” y un largo etcétera normativo. “Construimos un entramado de propuestas pedagógicas para, en primera instancia, hacer visible la wenu foye, símbolo que nos representa como un solo pueblo”.

Dos décadas después de aquellos comienzos, “en diversas escuelas de nuestra ciudad está presente, ya no sólo en los barrios del Alto y los sectores populares, sino también en escuelas céntricas y de los Kilómetros”. Así se llama aquí a la zona del oeste, donde residen en general segmentos menos castigados económica y socialmente. “La avanzada de la derecha sobre los derechos que tenemos como pueblo no es casual, tampoco es ingenuo que se nos quiera invisibilizar en los espacios públicos, cuando habitamos este territorio desde siempre. Se vulnera así el más profundo de los derechos: el derecho a la identidad”, razonó la docente.

Para la seño Mariana, los ataques se explican porque “el pueblo mapuche construye en forma colectiva, desde la escucha y circulación de la palabra. Somos un círculo que se fortalece en el equilibrio, justamente lo contrario a lo que es el Gobierno de turno. En este contexto tan adverso, el pueblo mapuche tiene una resistencia de más de 500 años y herramientas no sólo para seguirla, sino también para construir una salida a los modelos de derecha desde lo colectivo, superando el individualismo”.

Es posible que puedan esconderla en dependencias de Parques Nacionales y, más allá del trámite legislativo, tal vez alguna escuela rionegrina prefiera subirse al vagón negacionista, pero que la wenu foye deje de flamear parece inverosímil. Está muy acostumbrada a la dureza de cualquier invierno y tiene la costumbre de entibiar corazones cuanto más intensos son los fríos. Como bandera tiene 32 años de existencia, aunque expresa una cultura varias veces milenaria que ya rompió varias veces todo intento por silenciarla.

Crédito: Denali DeGraf