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Cuerpos gordos, no enfermos

por Revista Cítrica
Fotos: Ilustración: Femimutancia
31 de diciembre de 2019

Existe todo un universo al servicio de la patologización de los cuerpos gordos.Para alejarnos de la estigmatización hablamos con lxs activistas de Taller Hacer la Vista Gorda y derribamos seis mitos en torno a los cuerpos gordos.

La medicina occidental, la industria de la dieta, la cultura del fitness, los medios de comunicación, la tv y las publicidades: existe todo un universo al servicio de la patologización de los cuerpos gordos. Esos cuerpos que no encajan en los cánones de belleza establecidos. Cuerpos marcados por el dolor que causa la discriminación. Gordofobia. Cuerpos a los que se les exige no ser, no existir, a los que se los responsabiliza por la propia estigmatización social que sufren. No alcanza con el amor propio, no alcanza con la aceptación personal cuando hay todo un sistema que los señala para recordarles que no encajan en el mundo de lo deseable.

Para despegarnos de esos discursos, hablamos con un grupo de activistas que integran Taller hacer la vista gorda, un colectivo de intervención política que aborda temas de diversidad corporal, de género y sexual, formado inicialmente por Nicolas Cuello, docente de Historia de las Artes Visuales e investigador de Conicet y Laura Contreras, profesora de Filosofía y abogada. En la actualidad el taller lo integran más activistxs gordxs y de la diversidad corporal. Desde 2016 realizan charlas, reuniones y conversatorios donde buscan brindar herramientas y producir estrategias para hacerle frente a la discriminación y patologización de los cuerpos gordos. En esta nota rompen con el sentido común derribando 6 mitos sobre la gordura bajo el lema “Ni dieta, ni ajuste, ni patología. Resistencia gorda, por el deseo y la autonomía de todos los cuerpos”.

 

Mito 1: “Sobrepeso es sinónimo de enfermedad y un cuerpo gordo no puede ser un cuerpo sano”

--Para el discurso médico y social el sobrepeso es sinónimo de enfermedad. Nuestros cuerpos están fundamentados en el discurso médico hegemónico. Este paradigma, tiene tanto peso en nuestra sociedad porque se presenta desde un lugar que articula el saber y el poder. La Ciencia en nuestra cultura occidental y capitalista, se entrama con el poder biomédico y el mercado, constituyéndose en un saber inapelable. En una escena prototípica, cualquier persona gorda que se presenta en un consultorio médico es diagnosticada con la simple mirada aunque no se le hayan realizado exámenes clínicos. Si tiene un esguince es debido a su gordura, la recomendación es bajar de peso y allí se agota la pesquisa. Para la Organización Mundial de la Salud el sobrepeso y la obesidad hoy no están categorizadas como enfermedad sino como factor de riesgo. Para la OMS un factor de riesgo es cualquier rasgo, característica o exposición que aumente la probabilidad de sufrir una enfermedad o lesión. En este sentido, los avatares de la vida urbana, la contaminación ambiental, el consumo de agrotóxicos en la verdura o de medicamentos de venta libre sin prescripción, también son factores de riesgo. Sin embargo, todos estos elementos son funcionales al sistema económico, por lo tanto no son presentados como problemas.

La OMS define a la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de enfermedades o afecciones. Si pensamos la salud de este modo es necesario poder escuchar a la persona, saber su historia, conocer sus condiciones de vida. El diagnóstico sería imposible de realizar sin esa información, sin embargo, lo que sucede con los cuerpos gordos es contrario a estos lineamientos.

 

Mito 2: “Hay una pandemia de obesidad”

--Una pandemia es la propagación mundial de una nueva enfermedad. Por lo tanto, si nos guiamos por la actual definición patologizadora que hay disponible sobre la gordura, un factor de riesgo no es una enfermedad y no puede por tanto constituir por sí mismo una pandemia. La reproducción de enunciados generales como estos, remiten más bien a un pánico moral depositado sobre la patologización de la diferencia corporal y a la propagación instrumental del miedo global sobre la gordura para generar mayores intereses económicos en manos de la industria de la dieta, que a una verdadera preocupación por la salud pública de la sociedad en su conjunto.

 

Mito 3: “Todas las personas desean un cuerpo delgado”

--La asociación del cuerpo gordo a un estadio de enfermedad habilita todo un conjunto de representaciones negativas que circulan alrededor de él hasta el día de hoy. Lo gordo ha sido convertido en algo abyecto, indeseable, que está fallado, que se quiere evitar, un lugar a donde nadie quiere llegar. Ese fuerte estigma que pesa sobre la gordura es apuntalado principalmente por el trabajo en conjunto de los medios de comunicación, la propaganda capitalista y el complejo industrial médico clínico, que afirman de manera violenta imaginarios negativos sobre la gordura, como una experiencia corporal que tiene que sí o sí ser evitada, combatida y normalizada.

Lo gordo ha sido convertido en algo abyecto, indeseable.

No. No todas las personas desean un cuerpo delgado. Lo que sí podríamos afirmar es que dadas las condiciones en las que nos desarrollamos afectivamente los humanos, lo que si deseamos es aquella serie de comodidades que están asociadas a la delgadez: evitamos la gordura porque no queremos asociarnos con el estigma, con el dolor y el daño constante y sistemático que implica vivir siendo gordo. El deseo por la delgadez se convierte así no sólo en aquello que hay que querer, sino además en un sinónimo de auto-control, un índice de superación moral, que nos acerca al ideal social de belleza y salud que motoriza la posibilidad del ser visto, del ser deseados, del ser incluidos, y ante todo de ser personas.

 

Mito 4: “El sobrepeso es disparador de unas 200 enfermedades no transmisibles.”

Contrariamente a estas generalizaciones del discurso científico, lo cierto es que no hay evidencia estadística de que ser una persona gorda equivalga a ser una persona enferma. De hecho, hay evidencia de que el peso corporal considerado más alto en casos de personas mayores significa una suerte de barrera protectora para ese grupo.

No hay evidencia estadística de que ser una persona gorda equivalga a ser una persona enferma.

A su vez, hay condiciones o enfermedades cardiacas directamente relacionadas con el bajo peso corporal de gente considerada normal en términos de IMC (Índice de Masa Corporal). Por eso es complicado afirmar cosas como las del disparador: muchas investigaciones no activistas, desarrolladas desde perspectivas críticas de la biomedicina, sostienen que la gordura es en muchos casos un síntoma más que una causa de enfermedades.

El discurso científico no deja de ser parte de su marco sociocultural de enunciación y no está por fuera de los intereses económicos de grandes corporaciones fármaco médicas que inciden muchas veces directamente en la producción e investigación.

 

Mito 5: “El ‘aceptate’ o ‘querete como sos’ es suficiente y resuelve el problema de la discriminación.”

El discurso de la aceptación personal, que se cristaliza en la propaganda global del “amor propio” no solo no alcanza para pensar las violencias que atraviesan las personas gordas cotidianamente, sino que las complica aún más. Detrás de la demanda de optimismo que encarnan estos nuevos lenguajes mediáticos de inclusión de la diferencia corporal, se señala la urgencia de afecto sobre nuestros cuerpos, “tal como son” o en su “estado natural”, como la primer y más relevante solución para desactivar los efectos de violencia que produce la discriminación sobre nuestra gordura. Entonces, para estos discursos, sentirnos mejor con nosotros mismos es la clave para desarticular los efectos que produce la discriminación social, laboral, sexual y afectiva sobre las personas gordas. Estos mensajes optimistas de cómo la experiencia del rechazo que experimentamos a diario miles de personas gordas por el color de nuestra piel, por la escasez de nuestros recursos, por el tamaño y la forma de nuestros cuerpos gordos, podría solucionarse si tan solo nos amaramos a nosotrxs mismxs, básicamente nos están comunicando que todo aquello que sentimos es nuestra responsabilidad. Al final del día, lo que importa no es el daño estructural que se deposita sobre nuestras subjetividades por ser personas gordas, sino cómo somos capaces de manejar esa violencia para que no nos afecte, para que no sea visible, para que no sea pública.

 

Mito 6: “Ser gordo es sinónimo de dejadez”

El discurso biomédico posee elementos de juzgamiento moral no asumidos como tales, que benefician a la industria fármaco-médica de la dieta y autorizan la violencia patologizadora hacia determinados grupos. La antigua moralización cristiana que consideraba a la gula como pecado permanece de algún modo inserta en la mirada desaprobatoria de un estado corporal asociado al consumo excesivo de alimentos y el poco ejercicio. Lo que se penaliza moralmente es, más que nada, un comportamiento inadecuado, una vida mal llevada.

En tiempos de neoliberalismo magro, de exigencias desmesuradas de eficiencia y ajuste, la gordura, asociada más que nada a las clases populares, no puede ser vista sino como dejadez. La dejadez es una falta individual, no reconoce contexto de producción, no se pregunta cómo se anudan en el cuerpo las violencias y discriminaciones asociadas a la patologización, sumada a las demás intersecciones que hacen una vida menos vivible en un determinado contexto geopolítico. Ese juzgamiento moral encubre entonces un odio a lo popular, es profundamente sexista, cisexista, racista, clasista, entre otras cosas.