Mientras se define el destino de la selección dirigida por Jorge Sampaoli, los hinchas se hacen notar en el Mundial de fútbol.
Gastón I vive en Parque de los Patricios pero confiesa que no es quemero. Vive en Caseros y Entre Ríos. Vino a Rusia con un amigo de González Catán. Admite, también, que lloró una vez consumado el 0-3 a manos de Croacia. “No me pude reprimir, ¿qué querés?”, dice. Y agrega: “No teníamos entradas para ese partido, lo vimos en el Fans Fest (tribunitas y pantalla gigante) de Nizhny Nóvgorod y cuando me vino el ataque los primeros que corrieron a consolarme fueron unos croatas. Capos, te digo. Fue conmovedor. Me invitaron a tomar cervezas con unas chicas que estaban en su grupo”. “¿Y vos que hiciste?”, le preguntamos al amigo de Gastón I. “Yo no lloré, pero estuve cerca”, responde mientras los dos apuran sus cafés en el bar del shopping cercano a la estación de trenes de Nizhny Nóvgorod, prontos para regresar a Moscú. El diálogo se dio antes de conocer el resultado de Nigeria-Islandia que le colocó un pulmotor a las ilusiones argentinas de pasar a octavos. Uno y otro prometen que irán a San Petersburgo para ver Argentina-Nigeria, el martes, para el que, por suerte, tienen entradas.
El tren en el que volvieron a la capital rusa Gastón I y su amigo arrancó en Nizhny cargado de argentinos, algo así como mil, de todas las edades y colores. Las camisetas de la selección dominaban el ambiente, pero las había también de Boca y River, Racing, Banfield, Excursionistas y Huracán, entre tantas muchas. A bordo se gritaron los goles de Nigeria como si hubiesen sido sometidos al VAR, porque mientras la tira de vagones corría a través del tajo abierto entre interminables bosques no había wi fi y era necesario esperar una detención para captar las señales. Glorioso. Los rusos, en franca minoría, sonreían con benevolencia frente al inusual quilombo. Aquí los hombres son hoscos, bruscos, pero amables. En general respetan las normas y se sorprenden por las transgresiones de los latinos.
A otro grupo proveniente de Berazategui le falta uno para armar un equipo de fútbol; son 10. Tienen poca fe y se quejan de la mala suerte: compraron paquetes de entradas a partir de cálculos respecto a cómo iba a ser el tránsito de la selección en este Mundial. Pensaron, claro, que se clasificaría primera en el grupo. No saben que harán si los chicos de Sampaoli se van a casa prematuramente. Es factible que entren al mercado clandestino de canje y venta, sea para la ruta original –octavos en Nizhny Nóvgorod, cuartos en Sochi, semifinal en Moscú- o para la otra llave: Kazán, Nizhny Nóvgorov, San Petersburgo. En esta segunda opción, siguiendo a Argentina o a quien les toque.
Hay destinos bravos. Ir a Sochi significa soportar 36 horas en tren (72 de ida y vuelta), único medio que ofrece pasajes gratis para los que tienen entradas oficiales. La alternativa a semejante calvario es pagar pasajes en avión a razón de 260 dólares para ir y volver.
En la calle peatonal de Nizhny Nóvgorod encontramos a parte de la selección de fútbol de la Universidad de Buenos Aires. Su vocero es un periodista y farmacéutico de Villa Ventana, centro turístico cercano a Bahía Blanca. Los universitarios confraternizan con hinchas croatas en un cafecito con mesas en la calle, antes del fatídico partido del 0-3; cantan y despliegan una bandera.
El último con quien conversamos podría describirse como un tipo de buen vivir, cercano a los treinta. En Buenos Aires vive en esa zona indefinida de Recoleta y San Nicolás. “Frente a la pizzería El Cuartito, de la calle Talcahuano”, precisa. Gastón II está habituado a sobrevivir lejos de casa, curtiendo el gusto de conocer el mundo, por lo que el acontecimiento futbolístico es apenas una marca más en su pasaporte. Hace centro en Moscú, viajó a Nizhny y estará en Petersburgo. Lo que no se sabe es cómo se las ingenió para aparecer en la tribuna de prensa del estadio Spartak. Los argentinos fuman bajo el agua”, es un convencimiento generalizado. El Francés, así se presenta, es hincha de San Lorenzo pero aquí en Rusia es una voz más que grita “Y vamos Argentina que tenemos que ganar”.

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