El Vestido de Mamá es una obra para grandes y chicos donde el humor, las canciones y las reflexiones se entrecruzan con frescura para contar la historia de un nene que deslumbrado por una prenda de su madre decide probársela.
Salir del teatro emocionado, alegre, sintiéndose más libre y más liviano de lo que uno entró, no es lo más común. Por eso cuando sucede, hay que hacer correr la voz. Si uno va a ver El Vestido de Mamá pensando que se va a encontrar con una obra dedicada exclusivamente a los chicos, se equivoca. Es una obra “para todos los que somos hijos”, como dice su director, lo cual es otra forma de decir “para todos”. Pero podemos agregar a riesgo de ser repetitivos que también es una obra para todos los que son padres y madres, porque contiene divertidas reflexiones sobre sus dificultades y contradicciones en la época actual. Y ya que estamos por qué no decir que es una obra para jóvenes, alegre e irreverente, que surgió como una propuesta de Maruja Bustamante para el Proyecto Familia en el Centro Cultural Ricardo Rojas, y que luego se trasladó al Teatro 25 de Mayo. Está basada en un cuento para chicos de Dani Umpi y Rodrigo Moraes, y cuenta la historia de un niño que, fascinado por el vestido de fiesta de su mamá, decide salir con él a la calle.
La narración y el lenguaje que utiliza la obra no subestima a los chicos y utiliza un lenguaje cotidiano que les ha generado alguna vez a los actores alguna reprimenda de un padre sorprendido, pero que antes de volver a discutir una vez más la utilización de “malas palabras” en el teatro, conviene preguntarse si esa incomodidad no tendrá que ver con el mensaje detrás de la obra: que un papá y una mamá descubran a su hijo calzándose un vestido y más allá de la sorpresa, puedan aprender a acompañarlo. Como dice Gustavo Tarrío, su director: “Seguir debatiendo sobre malas palabras cuando ya lo hizo Pinti hace 30 años, no podemos. El tema es el contenido de la obra. Eso, todavía hoy y con público porteño, a algunos grandes les molesta.” El cuento y la obra atraviesan una temática no muy transitada en las historias para chicos y, por lo que pudimos apreciar en las funciones que asistimos, los niños salen tan entusiasmados como los adultos. Los más pequeños incluso, de alrededor de 3 y 4 años, participaban con preguntas y acotaciones durante la función que los actores incluían como parte del desarrollo de la obra a través del diálogo.
¿Qué cosas son de chicos, qué cosas son de chicas? Se preguntan los personajes de los padres en la obra y reflexionan al respecto. Se trata de unos padres desorientados, que hacen lo que pueden con su vida y aprenden sobre la marcha, como les sucede a todos. Pero la obra los muestra sin juzgarlos, desde la honestidad y la aceptación. Cuando uno sale del teatro, se va con la sensación de haber visto una obra adulta, en el sentido del nivel de madurez para hablar de algunas cuestiones, pero también es una obra atrevida, que invita a pensar al ritmo de la música y las canciones. Son para destacar las actuaciones y las voces de Andrés Granier, Emiliano Pandelo y Paula Beovide, la interpretación musical de Pablo Viotti y la adaptación y dirección de Gustavo Tarrío. Justamente con él, aprovechamos para hablar de algunas de estas cuestiones:
--La obra parece ser provocadora e irreverente, en el buen sentido de la palabra. ¿Fue algo buscado?
G.T.: Se trata de una obra que no busca impactar como objetivo, pero sí cierta incidencia en la subjetividad, y en estas cuestiones, el teatro que se piensa para poder ir con niños tiene una tarea. No es que pensemos en términos de “mensaje”, que es algo a lo que el teatro independiente le tiene fobia pero que el público del teatro para niños está esperando de alguna manera. Pero la obra lo provee y se manda de modo muy directo. No le digas a un nene o a una nena que no puede usar esto o aquello porque no corresponde a su género. No lo dice así la obra, claro. Pero lo decimos.
--¿Pensás que es una obra para chicos, para adultos o para ambos? Parece haber guiños a distintas generaciones.
G.T.: La idea es un poco como una película de Pixar, que llegue con igual calidad a todos los niveles de lectura de cualquier edad. Tratamos de salir de la idea de teatro infantil. Decimos que es para todas las familias, de cualquier tipo, consanguínea o no, monoparental, para personas solas también. La cáscara es la de un espectáculo con chistes, gags, canciones cómicas y vestuarios glam. Pero el contenido les habla a todos, y a los grandes de manera muy directa e intencionada. Hacer El Vestido de Mamá es también meterse en la interna familiar, en las dudas cotidianas de los adultos, y me parece que da ideas, acompaña un rato muy corto la situación fundamental de participar del crecimiento de un niño. Eso, que puede ser abrumador, en la obra se muestra gozoso y con un panorama de libertad.
El Vestido de Mamá, se presenta hasta mediados de octubre en el Teatro 25 de Mayo,los sábados y domingos a las 17hs. Luego, en noviembre irán a presentarse al Teatro Solís de Montevideo y el año que viene continuarán la experiencia en capital, con lugar a definir. Nos confiesa su director: “Nos gustaría ir a escuelas, poder charlar de la obra cuando termina. Quisiéramos ir a ciudades más chicas, también. Porque en el fondo solo hace falta un piano. Y si no hay, lo llevamos nosotros.” El mensaje de libertad y alegría, también.
El amor también es feminista
Con la llegada de San Valentín, voces y experiencias diversas encienden la mecha de un debate que late, desde hace tiempo, en la trinchera de los feminismos ¿Es posible reescribir los códigos del amor romántico? ¿Cómo abrimos el juego político del deseo mientras tiramos abajo el patriarcado?
La Vereda Del Amor
Episodio 1: Las Jóvenes Lechuzas
Crónica de un día de amor
El día que Estela de Carlotto encontró a su nieto Guido. "Sobre la calle Virrey Cevallos al quinientos ya no entran más móviles de televisión...