Un estilo de vida arriba de la tabla

por Jorge Torres Fariña
28 de marzo de 2018

Mujeres y varones, jóvenes y grandes. No importa la edad ni el género, se suben al skate y no se quieren bajar más. La tendencia se impone en calles, plazas y parques del conurbano.

Hace décadas llegó a nuestro país para quedarse. Desembarcó con gran impulso y captó la atención de jóvenes, pero su fuego casi se extingue. Durante años apenas se dejaba ver. Con el inicio de esta década resurgió de entre las cenizas y ahora es una tribu urbana que no para de crecer en popularidad: skaters.Subidos a una tabla, deslizándose en cuatro ruedas, patinando a la par de los vehículos en la calle o desplegando su talento en las rampas, los skaters se multiplicaron en los últimos años.

A los 13 años Bella Montenegro ya se quería subir a una tabla, pero su hermano le decía que era un deporte de hombres, por lo que debió esperar hasta los 16 para cumplir su sueño. “Antes se notaba que hacían diferencias, pero actualmente ya no es así. Cuando voy al skatepark me siento una más. Ya no está el pensamiento retrógrado de que es un deporte sólo para hombres”, destaca Bella. La transformación de la realidad es significativa y muy positiva, sobre todo porque le permite a muchos acercarse y formar parte de algo distinto. “Andar en skate me hace libre, sentirme yo misma. Cambió mi visión de la gente, de los amigos y del hecho de compartir. De decir ‘quiero andar sin importar lo que diga el otro’. Este deporte me permitió vivir la vida que soñé y soy muy agradecida por ello”, cuenta.

En los últimos años de la secundaria creo que era el único chico de la escuela que iba con el skate, pero ahora es más común.

Ser skater es un estilo de vida. Un loco que conocí, el ‘Pata’, me decía: 'No sos un skater cuando tirás una buena prueba, lo sos cuando vas a comprar el pan. Cuando vas y volvés en el skate'. Hoy los pibes tienen mucho mejor nivel con dos años en las pistas que nosotros con diez en las calles. Las cosas cambiaron. En los últimos años de la secundaria creo que era el único chico de la escuela que iba con el skate, pero ahora es más común”, destaca Luciano Bálsano que, junto a Federico Kacherian, presentó un proyecto en la Municipalidad de Avellaneda para la construcción de un skatepark. Y se lo aprobaron. Su movida convocó a decenas de skaters, cuando la primera de las cinco pistas gratuitas fue abierta al público.

En otras partes replicaron la experiencia de Avellaneda. Las pistas tomaron forma en distintos puntos del conurbano y de la Ciudad de Buenos Aires. Hasta en el interior del país comenzaron a verse algunas. Eso atrajo a más y más personas: A los que recién comienzan, a los que soñaban con alguna vez deslizarse en una tabla y a los que habían dejado porque ya estaban grandes para patinar las calles.

Ya no está el pensamiento retrógrado de que es un deporte sólo para hombres.

Federico sigue al frente de la Escuela de Skate Municipal, que abrieron con Luciano hace siete años. “Antes de las pistas públicas, teníamos que juntarnos en la calle y mucha gente no nos quería, por el ruido. Ahora el skater tiene su lugar y se siente cómodo”. Allí, en esos sitios, él puede enseñarle mejor a los principiantes aquellos valores que pregona el deporte: “Aprender a respetar al otro es algo básico del skate, también sentirlo y disfrutarlo. Yo empecé a patinar a los 8, cuando fui a Brasil. Un chico de ahí me enseñó. Mucho no le entendía, pero se notaba que lo disfrutaba. Eso me motivó a aprender y a transmitirlo”.

Este resurgimiento del deporte en nuestro país incluyó muchos cambios. Esta nueva era del skate en Argentina no distingue edad ni género, sólo requiere de ganas y perseverancia. Es por eso que Alejandro Maionara (37) e Iván Albarenque (31), pese a ser de Quilmes, aprovechan los fines de semana para visitar Skateparks donde practicar un poco y compartir con otros. “Ahora hay muchas pistas públicas y lo practica mucha gente. Hay variedad, además de más acceso a todo”, cuenta Alejandro, en tanto que Iván relata: “Siempre anduve, desde chiquito, pero siempre en plano. Cuando me dijeron que se podían hacer trucos, no me bajé más. Ahora ya no me puedo arriesgar tanto en un truco. No me puedo quebrar porque se me complica con el laburo, cosa que antes no me importaban tanto. Hoy tomo más precauciones, entro en calor y no me fumo un pucho ese día, pero lo termino disfrutando más”.

Aprender a respetar al otro es algo básico del skate, también sentirlo y disfrutarlo.

Kevin se subió por primera vez a un skate hace tres meses. Oriundo de Lanús, ahorró hasta poder comprarse la tabla, aprendió a los golpes, como todos en la pista, y quiere superarse a diario, pero no pierde de vista su principal objetivo: pasarla bien.

Disfrutar es el eje de todo. El esfuerzo, las ganas, el ingenio y otras características son parte del deporte, de sus trucos y de su atractivo. Son una constante a lo largo del tiempo, pero la integración plena, el invitar a todos a ese disfrute, es más de esta época.

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