Una ratita recibe la misión de reemplazar los pozos de petróleo por energías renovables. Sucede en un videojuego que no existe, pero grafica cómo algunos sectores piensan que debe ser la transición energética. De qué se trata esta animación que invita a reflexionar sobre el sistema energético que queremos.
Por Felipe Gutiérrez y Rosaura Barletta (Observatorio Petrolero Sur).
El juego es simple: una ratita tiene la misión de iniciar la transición energética. La receta es, en una especie de topadora que va avanzando por distintas etapas, sacar todos los pozos de petróleo y gas y poner emprendimientos de energías renovables. Ok, puede que se parezca mucho a Mario Bros, pero como excusa podemos decir que ya todo está inventado.
En alguna de esas etapas comienzan los problemas porque por mucho que trabaje, la ratita siempre se queda sin energía. Entonces, ¿adónde va toda esa energía?, ¿cuántos paneles y aerogeneradores más hay que instalar?
Transition 2.0 es una mirada, en clave de videojuego, del laberinto en el que se encuentra el sistema energético actual. La quema de combustibles fósiles es la principal responsable de la crisis climática, pero toda la humanidad necesita de la energía para vivir bien. Y las energías “limpias” nunca alcanzan. Es un laberinto para la ratita y también para nosotres, y es el desafío que tenemos que sortear. Sin spoilear (vean el video, solo dura nueve minutos), la ratita entiende que la única manera de salir de la encrucijada es hackear el sistema.
¿Cómo explicar que la transición energética es mucho más que un simple recambio de fuentes? Esa fue la pregunta que llevó al Observatorio Petrolero Sur y al Colectivo Audiovisual Vaca Bonsai, a lo largo de seis meses planificación y seis meses más de reuniones creativas y reflexivas, a proponer esta metáfora.
La energía es una cuestión diaria de nuestras vidas, entonces tenemos que exigir nuestro lugar en la definición de qué tipos de energías y para qué consumos existen en nuestros territorios.
Un player que no vemos, que selecciona a su personaje, una ratita, entre otros posibles. El desafío se presenta como pan comido: erradicar los combustibles fósiles y generar energías “limpias”. Sin revelar lo importante, podemos decir que el recurso del videojuego es muy efectivo. Hay un jugador o jugadora, un personaje seleccionado para representarle y varios otros posibles que llevan a cabo el mismo juego con las mismas dificultades. La única forma de avanzar es debatir y nutrirse mutuamente de conocimientos y preguntas.
Este videojuego que no existe es una de las formas que encontramos para plantear uno de los problemas centrales de la transición energética. Hay discursos que son parte del capitalismo verde, un segmento de los grupos de poder político y empresarial que utiliza argumentos aparentemente ambientales –como la idea de la minería sustentable, la economía circular o la teoría del derrame– para evitar que se modifiquen las relaciones de poder.
En el video discutimos con uno de esos ejemplos la idea de que existen las energías “limpias”. Detrás de ese discurso se esconde una simplificación del problema energético. Quienes sostienen esos significados nos quieren hacer creer que la transición energética resolverá el problema de la crisis climática a través del simple reemplazo de fuentes. Lo que hay detrás de ese planteo es la búsqueda de no perder el control de un sector energético privatizado y orientado a la ganancia de muy pocas personas. Ahí la crisis climática o lo “limpio” funciona como excusa para que las cosas no cambien.
Transition 2.0 es una mirada, en clave de videojuego, del laberinto en el que se encuentra el sistema energético actual.
Esa primera trampa, la de las energías limpias, nos impulsa a tirar del ovillo mientras jugamos: ¿Por qué no son limpias? ¿Qué no contemplamos a la hora de pensar la transición como una receta perfecta? Que las fuentes sean limpias (o renovables) no “purifica” el proceso de transformación que implica convertirlas en energía.
El videojuego Transition 2.0 nos permite ver qué conflictos puede suscitar el desarrollo de esa propuesta del capitalismo verde: desalojos, desplazamiento de especies y poblaciones, extractivismo para garantizar el funcionamiento de las diferentes tecnologías que entran en el proceso, ocupación de grandes extensiones de tierra, entre otros.
Esto no significa que estemos en contra de las energías renovables, es más, creemos que deben ser el eje central de una transición energética. Pero esas fuentes tienen que ingresar a un sistema que entienda a la energía como un derecho y sirva para que la mayoría de las personas puedan vivir bien. Pero las “energías limpias” no existen, todas tienen su impacto y necesitamos transparentar la intención política que hay detrás de la promoción de las renovables desde la perspectiva del capitalismo verde.
La política energética en Argentina desde hace varios años se define en una mesa con las petroleras adentro y la gente afuera. Ese cruce de intereses suele justificarse de manera tecnocrática: hace falta saber mucho para discutir de energía. Y la verdad que no, la energía es una cuestión diaria de nuestras vidas, entonces tenemos que exigir nuestro lugar en la definición de qué tipos de energías y para qué consumos existen en nuestros territorios.
Este jueguito es una invitación a entrar en ese camino. A que, independiente de nuestra edad, discutamos sobre la energía, quizás hasta como una excusa para pensar en qué tipo de mundo queremos vivir.
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