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Vaca Muerta, una triste historia

por Maxi Goldschmidt
Fotos: OPSUr
01 de noviembre de 2021

El megaproyecto hidrocarburífero persiste gracias al apoyo del Gobierno, mientras que las comunidades se resienten por la contaminación, los sismos, los residuos y la falta de soberanía.

Al tiempo que las evidencias de la crisis climática ponen en jaque al planeta, el gobierno argentino profundiza su matriz fósil y redobla la apuesta por el fracking de Vaca Muerta como la “salvación” del país. Esa salvación bajo tierra –30.000 kilómetros cuadrados de uno de los mayores reservorios de gas y petróleo no convencional del mundo, según la Secretaría de Energía de Estados Unidos desde hace ocho años genera un sin fin de conflictos socioambientales: contaminación de tierra, agua y aire, emanación permanente de gases tóxicos y de efecto invernadero, enfermedades, sequía, sismos, desechos radioactivos, avance sobre comunidades originarias y afectación de las economías regionales, entre otros graves problemas. 

“Avanzar con la explotación de Vaca Muerta y la expansión de la frontera hidrocarburífera va en contra de todos los compromisos asumidos en materia climática a nivel internacional por Argentina”, dice María Marta Di Paola, directora de Investigación de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) y explica que “Argentina se comprometió a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en un 19% hacia 2030 en comparación con el máximo histórico de emisiones alcanzado en el año 2007. Sin embargo, el proyecto de Vaca Muerta produciría importantes emisiones directas e indirectas de GEI – estimado entre el 42% y el 50% para 2030-, además de producir combustibles fósiles generarán importantes emisiones adicionales al ser quemados”. 

El 15 de septiembre pasado el presidente Alberto Fernández presentó un proyecto de ley con “la ambición de que la Argentina produzca más hidrocarburos, exporte los excedentes e ingresen más dólares en un momento en el que esos dólares hacen mucha falta”. Si bien en su discurso remarcó que “el cuidado del ambiente no es un tema retórico, es un tema que nos preocupa y con el cual estamos totalmente comprometidos”, las políticas estatales en ese sentido no se ven en los territorios, donde las injusticias socioambientales se multiplican a la par del avance de esta industria extractivista.

 

El desarrollo invisible en los territorios

“El gobierno que no controlaba la extracción de petróleo convencional, ¿ahora por qué va a poder controlar el no convencional, con mayor contaminación, mayor deforestación, mayor uso de agua y proliferación de basureros petroleros?”, se pregunta Lefxaru Nawel, uno de los referentes antifracking de la Patagonia e integrante de la Confederación Mapuche de Neuquén. 

El pueblo mapuche habitaba estas tierras antes de la llegada de la Corona Española. Los abusos, la muerte, la tortura y el desplazamiento de sus territorios también los sufrió ese pueblo originario en la segunda mitad del 1800 por parte de los flamantes Estados-Nación de Argentina y Chile. 

“La invasión ahora tiene otro nombre pero es lo mismo. Es una nueva colonización. El modelo agroexportador necesitaba estas tierras mapuche y nos desplazó a las zonas más áridas donde ahora se encuentran las comunidades. Las llamaban ‘Pedreros’ porque no tenían valor económico, ahora esas tierras tienen valor. Nuevamente somos desplazados por la necesidad actual del modelo económico extractivista, en este caso por el petróleo y el gas”. Lefxaru, de 34 años, es abogado y activo participante de la ‘Multisectorial contra el Fracking’, una red de organizaciones que viene denunciando la contaminación en Vaca Muerta. 

Recuerda que “desde 2013 se prometió prosperidad, mayor acceso a derechos básicos y sobre todo una mejor vida, pero estos años han sido de contaminación, saqueo, muerte, empobrecimiento estructural, aumento del endeudamiento público y empeoramiento de la situación de las escuelas: 130 no estaban en condiciones de volver a la presencialidad por la situación edilicia. Y han fallecido una maestra y dos operarios por falta de mantenimiento en Aguada San Roque, que está rodeada de pozos de gas y petróleo”.

El 28 de agosto de 2013 la Legislatura de Neuquén aprobó el acuerdo entre YPF y Chevrón, que significó el principio del fracking en Argentina. Ese día una manifestación de más de 5.000 personas fue reprimida, dejando un saldo de varios heridos y detenidos.

Los legisladores que votaron a favor del proyecto desconocían los términos del acuerdo, que se mantuvieron en secreto. Recién tres años después, por un fallo de la Justicia, se pudo conocer que el pacto involucraba empresas asentadas en paraísos fiscales.

Luego de ese pacto, Repsol se fue del país dejando un gran pasivo ambiental, según recuerda el referente mapuche: “Ese pasivo ambiental, fríamente un cálculo económico, para nosotros han sido vidas humanas. Muchos testigos del juicio a Repsol son personas que han fallecido. En (las comunidades) Kaxi Payiñ y Painemil hay tercera generación de gente que nace contaminada. La perversidad del sistema económico y el gobierno, que negaba la contaminación de nuestro territorio, pasó a reconocer más de 500 focos de contaminación con tal de bajarle la indemnización a Repsol”.

 

El pueblo que tiembla por el fracking

A orillas del Río Neuquén, Sauzal Bonito es un pueblo de 200 familias que viven tradicionalmente de la agricultura y la ganadería a baja escala. Hace más de cuatro años, del otro lado del río, a menos de 5 kilómetros, se levantó Fortín de Piedra, uno de los yacimientos récord de Vaca Muerta. En menos de 18 meses se fracturaron más de 80 pozos. De allí sale el 13 por ciento del gas natural de Argentina. En Sauzal Bonito, donde aún no llegó el gas natural, lo que sí llegaron fueron los sismos: más de 300 en los últimos cinco años. En enero de 2019 tembló 37 veces en 36 horas. Y en julio de este año más de 40 veces en tres días.

“No nos dan las manos para sacar a nuestros hijos afuera”, repiten las madres de Sauzal Bonito que, en medio de la noche y con temperaturas bajo cero, se desesperan por poner a salvo a sus hijos mientras las casas tiemblan. Las casas están rajadas, fracturadas, en peligro de derrumbe. Algunas se cayeron, como se caen los televisores y las estanterías. Hay niños del pueblo que apenas sienten un poco de viento se ponen a llorar.

Una de las promesas del gobierno cuando anunció la llegada del fracking a esta zona fue que el riesgo de sismos era cero. 

“Cuando localizamos todos los sismos y los georeferenciamos, había muchos en poco espacio, en un lugar donde no había antecedentes. Cuando después superpusimos los pozos con los sismos, estaban todos ahí, cercanos, a no más de 10 o 15 kilómetros”, explica Javier Grosso, geógrafo de la Universidad del Comahue y uno de los científicos que estudia la relación directa entre el fracking y la sismicidad inducida. Esa fue una de las causas por las que la actividad se prohibió en Gran Bretaña en 2019, como así también en otros países.

 

Añelo, un pueblo modelo

Polvo, el corazón de Vaca Muerta es polvo, camiones, hombres en mameluco, una estación de servicios, perros flacos y vagabundos durmiendo o jugando en calles de polvo -ninguna asfaltada, salvo la ruta-, perros muertos en la banquina.

El corazón de Vaca Muerta es un pueblo que se llama Añelo. En mapudungun (la lengua mapuche) significa Amenaza o Paraje del Muerto. Un pueblo que hace ocho años era un puñado de casas perdidas junto a la ruta, en medio de la Patagonia. Hoy es el mismo pueblo pero creciendo enloquecidamente sin planificación ni sentido común: un pueblo gris de cemento, arena y ladrillos apilados frente a las casas, ventanas sin vidrios o tapadas por maderas o nylon. Un casino, hoteles de muchas y pocas estrellas, todos completos, hoteles cuyos estacionamientos parecen concesionarias de camionetas blancas.

“Cuando localizamos todos los sismos y los georeferenciamos, había muchos en poco espacio, en un lugar donde no había antecedentes. Cuando después superpusimos los pozos con los sismos, estaban todos ahí, cercanos, a no más de 10 o 15 kilómetros”

 

En Añelo, el corazón de Vaca Muerta, la zona donde más pozos de petróleo y gas se perforan en Argentina, el polvo no siempre es polvo. Cuando llueve es barro, y muchos de los alumnos que viven en la meseta –la parte alta, donde hay más polvo que abajo y casas más pobres y espacios verdes que solo tienen verde el cartel que indica que eso es un espacio verde–, en casitas en construcción y entre familias que duermen bajo maderas y chapas a temperaturas bajo cero, esos niños y niñas no tienen cómo llegar a la escuela. En la zona de Argentina donde brotan más millones de dólares de la tierra, en forma de gas y petróleo, no hay plata –ni siquiera intención– para que los estudiantes estudien.

“A pocos les interesa terminar la secundaria, no necesitan el título para entrar en una petrolera. La mayoría de los chicos quiere ser petrolero, para tener una camioneta y un buen sueldo”. Eso dicen los docentes que trabajan en Añelo, que ahora en los días de lluvia llegan a las escuelas. Secos. Antes, o no llegaban o lo hacían empapados, después de esperar que algún auto, camioneta o camión los levantara. Hacían dedo (auto-stop). 

Hace menos de dos años un transporte lleva y trae de Añelo a maestras y maestros que, como la mayoría, no consiguen vivienda en ese pueblo. En el corazón de Vaca Muerta, en el centro de ese lugar que es considerado como el sumun del desarrollo para Argentina, la crisis habitacional se agrava cada día.

 

Sequía y contaminación para las comunidades, agua para el fracking

“Hace años las empresas desechan residuos químicos que terminan en el río. Los animales toman de esa agua contaminada y se mueren. Y en nuestra comunidad son frecuentes las enfermedades de la piel, de la vista y los tumores cancerígenos. Eso es por el agua de esta zona, que está contaminada y no es apta para el consumo”. La denuncia que hace Eduardo Molina, autoridad de la comunidad mapuche Newen Kura, se repite en diferentes territorios. En esa comunidad en particular, en la que después de años de extracción convencional también llegó el fracking, se encuentran piletas con gas sulfhídrico al aire libre, algo que está completamente prohibido. También hay basureros de la industria petrolera en medio del territorio. “Acá nadie controla nada. Durante años hubo derrames, contaminación de las napas y todo el tiempo hay un olor a gas que es muy fuerte. Pero pareciera que no existimos, no responden a nuestros reclamos”, dice Molina.

Al igual que sucede en otras partes del mundo, los desechos de las industrias extractivistas y la remediación de los pasivos ambientales también son un problema en Argentina. En junio de este año, después de decenas de denuncias de diferentes comunidades y organizaciones socioambientales, el informe “La basura del fracking en Vaca Muerta” confirmó que los organismos de control del Estado estaban al tanto, no solo del riesgo para la salud que representan estos basureros con altos niveles de toxicidad, sino también de las maniobras de las empresas para ocultar el amontonamiento de basura sin tratamiento y la ocupación de tierras fiscales para la construcción de piletas clandestinas.

En los últimos años se han multiplicado las demandas ciudadanas y el surgimiento de asambleas en defensa del agua. Estos movimientos han logrado frenar o modificar proyectos extractivistas tanto a nivel nacional como provincial. Un caso testigo es Mendoza, donde grandes movilizaciones bajo la consigna “el agua vale más que el oro” evitaron la explotación minera en esa provincia. Allí, el fracking también intenta avanzar pese a no contar con licencia social. 

“Los pozos de tendencia, los actuales, tienen alrededor de 50 procesos de fractura y cada uno está usando más de 90 mil metros cúbicos de agua”, dice Martín Alvarez Mullally del Observatorio Petrolero Sur (Opsur) respecto a la situación en Neuquén, y agrega: “El nivel de uso de agua para el fracking es muy alto y la capacidad e inversión para la reutilización es muy baja, prácticamente nula. Estamos viviendo una sequía histórica que no se vio en los últimos cien años. Vaca Muerta está emplazada dentro de una zona hídrica muy caudalosa, pero a su vez está emplazada dentro de zonas que padecen crisis hídricas y donde hay procesos de desertificación muy grandes. Hoy la disputa es agua para el fracking o agua para la producción y la población”.

Esta nota forma parte del especial Transición Energética: Horiozntes en disputa realizado junto al medio de comunicación chileno MediAmbiente: Aquí podés leer todas las notas del especial:  https://especialtransicion.mediambiente.cl/