Un grupo de fotógrafos porteños se asoció hace más de una década para combinar pasión, compromiso y arte. Historia y testimonios de un proyecto que se convirtió en una referencia en Argentina y en otros países.
Es el 20 diciembre del 2001. En la esquina de Hipólito Yrigoyen y 9 de Julio un policía apunta la escopeta de frente, apenas a unos metros, protegido bajo su casco antidisturbios y con la visera transparente baja, mientras flexiona las piernas para mejorar la puntería; a su lado un tacho de basura se incendia y es toda una alegoría. Pero también hay un fotógrafo que blande una cámara como única arma. No es un testigo ocasional, es alguien que se adueña de “un recuerdo tal como relampaguea en un instante de peligro” -como dice el filósofo alemán Walter Benjamin sobre la tarea del historiador crítico-, y que retrata los hechos “desde adentro, como una declaración de principios”, dirá Nicolás Pousthomis a Cítrica cuando caracterice la mirada de la cooperativa de fotógrafos Sub, más de quince años después de aquellas jornadas.
Quienes integran actualmente Sub Cooperativa de fotógrafos (Martín Barzilai, Gerónimo Molina, Gisela Volá, Omar Calvo Rodríguez, Verónica Borsani y Pousthomis) se conocieron en diciembre del 2001 en la calle, mientras cubrían los acontecimientos, y en los meses posteriores “muy involucrados en los procesos políticos de ese momento, acompañando toda la efervescencia de ese contexto, e inspirándonos de la modalidad que tenían los movimientos sociales, las fábricas recuperadas y las asambleas populares”, recuerda Nicolás. Si bien el grupo expresivo de Sub surge en aquellos días de lucha y de tragedia, recién a fines del 2004 comenzaron a funcionar como una cooperativa. Fue así que “a la hora de pensar una estructura más formal, lo de la cooperativa surgió muy naturalmente, y los modos de funcionar de la cooperativa son los modos de los que nos inspiramos en ese momento: trabajar sin jerarquías, compartiendo las ganancias, y firmando de manera colectiva las fotos, los reportajes, las notas, los libros, las curadurías. O sea, priorizando los proyectos sobre los individuos”, apunta Nicolás, uno de los integrantes más antiguos de Sub.
Sucede que las relaciones que se tejen en una cooperativa, y en particular en esta de fotógrafos, son de “mucho apoyo, de acompañamiento y de completarse” entre los distintos integrantes. “En cada trabajo, en las narrativas visuales, se elige una técnica, un lenguaje particular, un tipo de fotografía y todo eso es la gramática del reportaje. Todo eso, en un colectivo, en un grupo, y me animo a decir en un fotógrafo solo, se piensa antes de empezar el trabajo. Entonces, en el caso de Sub siempre elegimos un tema, ese tema surge de las preocupaciones de todos, o de alguna inquietud de algún miembro, o de algo que nos parece que hay que tocar, y eso se charla en grupo con los que están en la mesa, o a veces hay un fotógrafo que está en Madrid y lo charlamos por Sky, y en esas reuniones se va cocinando el modo de tocar tal o cual tema. Luego a la hora de hacer fotos nos tenemos que adecuar a esas decisiones colectivas para tratar de respetar esa gramática visual, que en el caso de un colectivo hacen al tenor de los reportajes”, explica Nicolás.
La cooperativa Sub, con más de diez años de trabajo formal, ya es una referente en fotografía en nuestro país y en el extranjero, con muestras por Latinoamérica y Europa y varios premios encima, colaboró con sus trabajos en medios como The New York Times de EE.UU. o Le Monde Diplomatique y Le Figaro de Francia, más publicaciones en España, Alemania, Puerto Rico y México, que eligieron sus producciones para ilustrar, además de medios nacionales como diarios y revistas. Y es que lo que resulta tan atractivo de Sub es la forma de mirar a través de sus lentes y con los que retratan el mundo. Una mirada que se caracteriza por tener un autor colectivo que, como recuerda Nicolás, se trata de “un autor grupal que es el de Sub, que se fue elaborando como un personaje. Sub tiene su identidad, su mirada, su modo de acercarse a los temas. Y eso es una resultante de la sensibilidad de cada uno, y de los modos de fotografiar de cada uno, pero siempre nos ponemos al servicio de ese autor grupal, que es algo que tiene un poquito de cada uno, que nos condiciona pero no hace mejor”.
Con el tiempo el colectivo Sub fue mutando por el cambió de integrantes y porque también se abrió a los trabajos personales dentro del grupo. Además se diversificó y no solo elabora ensayos fotográficos y colabora en medios gráficos, sino que también desde hace cinco años tiene su propio espacio de formación. Asimismo participó como curador en la exposición “Familia. Modelo para desarmar” durante el 2016, y a fines del mismo año sacaron a la calle su propio sello editorial (Sub Editora) con el fotolibro Diciembre (recuadro). Pese a todos los cambios en Sub siempre mantuvieron las reglas de “compartir los ingresos y la firma colectiva” porque al ser “hijos del argentinazo, del 2001, tenemos esa manera de ver, de repartir las ganancias, de tratar de ser talibanes de la horizontalidad”, afirma Pousthomis. Así es que las tareas dentro de la cooperativa se dividen en la parte creativa, “sobre lo que Sub tiene para aportar al mundo, para contar, para decir a nivel político, a nivel de imagen, a nivel artístico; y después está la parte de laburo que es nuestro día a día. Por eso tratamos de producir lo más posible para nosotros y hacer las cosas que nos dan gana, y laburar lo menos posible para otros para no perder tiempo para nuestros proyectos”.
Diciembre existió
En el 2016, cuando se cumplieron 15 años del 2001, fue el momento elegido por Sub Cooperativa de fotógrafos, para lanzar el sello Sub Editora como una manera de darle mayor continuidad a sus trabajos colectivos e individuales. Así surgió su primer fotolibro Diciembre, financiado de forma colectiva a través de la plataforma Ideame, e impreso en los talleres de la empresa recuperada Chilavert. Según Pousthomis, a la cooperativa le pareció interesante que su “primer libro sea el primer trabajo colectivo de Sub, el primer ensayo, el que justamente nos dio origen, y también es un planteo ideológico interesante el que propone ese trabajo”.
Por otra parte, las imágenes que integran el fotolibro Diciembre “habían sido muy vistas en tapas de libros, en las revistas, en los imanes de las heladeras, en las remeras; entonces dijimos vamos a dar nuestra propia visión de estas imágenes”. Para ello, los integrantes de Sub Cooperativa de fotógrafos volvieron sobre el archivo con un trabajo de cinco meses en el que revisaron imagen por imagen, y encontraron, tal como cuenta Nicolás, que “las favoritas de ese momento no eran las de este. Volvimos a pensar, y también con un poco de distancia se piensa de otro modo. Además, un libro es una pequeña historia y lo vas moldeando en función de lo que tenés ganas de contar. Entonces, en esta nueva propuesta hay fotos que antes pecaban de románticas, o desmasiado optimistas, y que quedaron fuera de este ensayo porque tiene ese sentimiento que veíamos que se producía en el mes de diciembre del 2001, que había esa idea de que estaba pasando algo genial pero también estábamos todos muy jodidos, económicamente, socialmente, el país estaba en ruinas. Había un bajón en la sociedad. En la lectura que damos en el libro Diciembre, ese aspecto está más claro. Esa dualidad, ese sentimiento contradictorio: a la vez una cierta esperanza y una cierta tristeza”. “Esta historia es una historia de Sub pero a la vez es una historia de Argentina, un momento bisagra, que en este contexto político y en diciembre del 2016 nos pareció importante volver a aportar, volver a compartir”, en un momento “de mucho descontento social y donde volvieron ciertas prácticas políticas de esa época nos pareció interesante. Es nuestra historia, la historia del país y la historia por venir”, concluye Nicolás.
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