Compartir

Stones: la banda de sonido de los peleadores callejeros

Diego Pintos
09 de febrero de 2016

Volvieron a Buenos Aires. Por cuarta vez. Completarán quince recitales en estas tierras, desde su primer desembarco. Un fenómeno incomparable. ¿Por qué pasa lo que pasa en Argentina con esta devoción mística? Un rocanrol de abajo, de pibe de barrio. Música que atraviesa grietas, aquellas que llevan siglos: la de los ricos y los pobres.

Todo y más se ha escrito sobre los recitales de los Rolling Stones en Argentina. Todo. Cada uno de los fanáticos que han podido detener por un instante el devenir descontrolado de los desbordes emocionales, y alcanzaron a tomar un lápiz y un papel en medio de la vorágine, consiguieron desplegar un sinnúmero de sensaciones únicas, y las plasmaron en textos. 

 

¿Qué pasa con esta locura? ¿Cuál sería su hilo conductor? ¿Habrá alguno, o se trata de pura magia rockera? Ser stone no es ser seguidor de una banda. Es un estilo de vida. Entonces, quizá sea esa la punta de uno de los ovillos. Y entonces no resultaría sorpresivo ni ilógico que los fans hayan elegido el hotel donde iría a hacer base Keith Richards, el icónico guitarrista blusero. Es que Richards es el nexo entre las almas. Las de la banda y las de los fanáticos argentinos. Keith quizá sea el menos británico, el más alejado del estereotipo de las islas, quizá el más stone de los Stones. El de la mística rocanrolera inalterable. El tipo que -da la sensación- podría vivir como un pordiosero, pero jamás descolgarse una guitarra.

 

¿Quién podría entender racional y fácticamente este fenómeno? ¿Qué mente brillante sería capaz de volcar a texto esta demencial locura? Porque no se trata de ser fanático de los Stones. Porque fanáticos tienen todas las bandas del mundo. Pero en Argentina, ser stone es una cultura. Uno no es fan de los Stones. Es Stone. A secas. Sencillamente eso. Tan simple como inconcebible. 

 

Y Richards fue el primero. (Bueno, hagamos justicia histórica. El primer stone en pisar argentina había sido el saxofonista recientemente fallecido Bobby Keys. Había venido junto a Joe Cocker en 1977, a tocar en el Luna Park. Bobby ya era stone desde 1971, gran-gran amigo de Richards. Después fue Mick Taylor. El guitarrista, telonero de Eric Clapton en 1990, después compartió escenario con Los Ratones Paranoicos y Pappo en Obras Sanitarias, ante 20 mil personas. El show no se desarrolló dentro del estadio cerrado sino afuera, en las canchas de césped. Un recital teloneado por La Mississippi Blues Band y Durazno de Gala, en 1990). 

 

Pero volvamos al idilio. Corría 1992. La empresa Rock and Pop Internacional organizó una serie de recitales que incluyó a Keith, Nirvana, Joe Cocker y B52s, entre otros. Ocurrió dos años y medio antes del primer desembarco de los Rolling Stones. El escenario fue el estadio de Vélez Sarsfield. Y el amor eterno se manifestó en el primer clásico de las hinchadas rollingas argentinas: "Mire mire qué locura, mire mire qué emoción, esta noche toca Richards y el año que viene tocan los Stones". 

 

Y todo empezó. Los sueños comenzaban a materializarse. Richards se enamoró del público argentino, según reza la leyenda. Fue la noche del 7 de octubre de 1992.  Su Majestad Satánica había desembarcado en Argentina para presentar sus primeros dos discos solistas (Talk is Cheap y Main Offender) con su banda The X-pensive Winos. Un calor sofocante. Tocaron Los Ratones Paranoicos. Luego Joe Cocker. Y después, el hervidero stone. Los corazones no reconocían límites en las cavidades de los pechos de los fans. Era imposible. Irreal. Richards estaba ahí. A tiro de piedra. Y todos estaban sudando igual. Mezclados. Los ricos y los pobres, los que tenían trabajo y los que no. 

 

"Hola Argentina, estamos contentos de estar aquí", fue lo primero que dijo Richards en su recital debut en estas pampas. Lo que vino después es una historia un poco más conocida. Llegaron las esperadísimas presentaciones en River, las de 1995, 1998 y 2006. Y los entretejidos poéticos parecieran no acabar nunca. Porque esta vez, como ya lo habían hecho en alguna oportunidad anterior, los Stones abrieron un canal de votación, para que el público argentino pudiese elegir una de cuatro canciones opcionales. Y, paradójicamente o no, la seleccionada fue Street Fighting Man (Peleador Callejero). 

 

Se trata de uno de los temas más politizados que haya escrito Mick Jagger en su prolífica historia como compositor. "Por todas partes escucho el sonido de pies cargando y marchando. Porque el verano está aquí, y es el momento indicado para pelear en la calle. Pero qué puede hacer un pobre muchacho, excepto cantar en una banda de rock and roll. Porque en la adormilada ciudad de Londres no hay lugar para un peleador callejero". Mística sin fronteras. Ninguna frontera. Ningún borde. Lucha sin bordes. El dolor es intransferible, y en todos lados duele. Donde sea. Entonces, se trata de sobrepasar lo real. De soñar despierto. Para luego contarse a uno mismo esa historia; y por último, no creérsela. Quizá ahí resida la magia Stone. Creo que nunca lo sabremos. Mejor.