Murió el creador de Mafalda. Pero su obra es inmortal. Mafalda sigue presente en nuestros corazones, en nuestros pensamientos y en las plazas y barrios porteños..
Se nos fue. Pero queda. Mafalda quedará por siempre, cada día está más vigente. Si Quino llevaba 47 años sin dibujarla y seguía presente, la muerte de Quino no nos hará olvidar ni a Mafalda ni a su dibujante. Mafalda, Susanita, Manolito, Miguelito, Felipe, Libertad, Guille. Todes existen. Siguen pensando, siguen interpelándonos, siguen cuestionando al mundo adulto. Al mundo adulto representado en el capitalismo y en el patriarcado. En Cítrica siempre quisimos conocer al padre de la criatura: a Joaquín Lavado, más conocido como Quino, el maestro que acaba de fallecer. Pero no pudimos: solo pudimos conformarnos con una nota telefónica en la que averiguamos cómo fue qué se transformó en dibujante:
“Mi primera inspiración fue mi tío y después me fijé en todos los dibujantes de humor que había en la Argentina en ese momento, porque yo leía las revistas de humor de historietas y todo eso, uno no sale de la nada”, Joaquín Lavado, más conocido como Quino, habla con la voz pausada. No necesita acelerar su relato. Del otro lado del teléfono nadie lo interrumpirá. A los sabios se los escucha. “Comencé dibujando casitas, árboles y animales. Las cosas que puede dibujar un niño a los tres años”, recuerda con la certeza de decir lo obvio, aquello que nunca se olvidará.
Quino, con su sabiduría de más de ochenta años, se maravillaba de su determinación para saber, a los tres años, lo que quería para su futuro. Su tío le trasladó el amor por el dibujo y le enseñó a hacer sus primeros trazos. “Descubrí que con un lápiz se podía hacer cualquier cosa”, dice con el mismo asombro de un chico.
Tan convencido estaba de su vocación, que ya de adolescente Joaquín recorrió redacciones con su carpeta de dibujos bajo el brazo. Golpeó muchísimas puertas sin suerte. Se mudó de Mendoza a Capital Federal para intentar cumplir con el sueño del pibe. Las editoriales rebotaron sus trabajos, y con sus padres ya fallecidos, vivió en malas condiciones económicas. Sin embargo nunca se dio por vencido. Y luego de tanto esfuerzo llegó el día que tanto añoró: en 1954, el semanario Esto es de Buenos Aires le publicó su primera página de humor gráfico sin palabras. Para Quino ese fue el momento más feliz de su vida.
“Yo tenía 22 años y me conmocionó mucho ver un dibujo mío publicado en una revista”, recuerda aquella imagen mágica. Desde entonces sus publicaciones continuaron en distintos medios como Vea y Lea, Leoplán, Damas y Damitas, TV Guía, Usted, Che, Panorama, Atlántida, Adán y Diario DemocraciA, entre otros.
Aunque recién con la creación de Mafalda, en 1964 Quino cobró reconocimiento a nivel nacional y mundial. Con el tiempo, le fue agregando a la tira a los amigos y familiares de Mafalda. “Y el cariño se los tengo a todos por igual, fueran personajes fijos o no”, asegura.
“Lo malo de los reportajes es que uno tiene que contestarle en el momento a un periodista todo lo que no supo contestarse a sí mismo en toda la vida... Y encima pretenden que uno quede como inteligente...”, decía Mafalda. Sin embargo, su creador transmite la sabiduría de una persona que consiguió contarle al mundo todo lo que quería. Con su lápiz hizo cualquier cosa y todas las cosas.
En la actualidad Quino ya no traza sus dibujos ni le pone diálogos a sus personajes. Simplemente porque sus costumbres han cambiado con la edad. Ahora pasa las horas del día acompañado por películas, discos y libros. Aunque admite que las dificultades para dibujar también llegaron unidas con las dificultades para leer.
Hoy Quino se apagó. Quedan sus dibujos, su sabiduría y su forma tierna de mirar el mundo: desde la niñez y desde la igualdad de oportunidades.

Generación Nietes
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Nietos y nietas: reconstruir lo astillado
¿Cómo se cambia una historia? ¿Hay nuevas vidas dentro de una vida? ¿Se transforman los olores de una infancia mentida? ¿Pueden recordarse los momentos olvidados? Lejos de las versiones románticas, los nietos recuperados Ezequiel Rochistein Tauro, Tatiana Sfiligoy, Victoria Montenegro, Pablo Gaona Miranda e Ignacio Montoya Carlotto rearman su identidad a partir del dolor y la verdad. Casa de abuelas bravas y ambiente cálido: Virrey Cevallos 592.

“Siento que volví a nacer"
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