“Progreso es poder respirar aire fresco”

por Lautaro Romero
12 de octubre de 2018

Vecinos y vecinas de El Palomar luchan por que se declare Reserva Natural Urbana a una parte de los terrenos linderos a la Base Aérea: la Isla Verde. Un pulmón natural de gran valor biológico y cultural que se ve amenazado por la expansión del aeropuerto, la construcción de una autopista y un centro logístico ferroviario.

“Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo”. Artículo 41 de la Constitución Nacional.

En El Palomar -Morón-, donde el espacio verde por habitante apenas supera el metro cuadrado (menos del diez por ciento de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud); hay un pulmón natural, que proporciona el 21% del oxígeno que respira la gente.

El pulmón –de unas 200 hectáreas y 200 especies de animales y plantas-, incluye ambientes de humedales, que ayudan a controlar las inundaciones, reteniendo el agua. Además purifican el aire y fijan el carbono, mitigando el calentamiento global. Y ofrecen oportunidades para la recreación y el turismo. La isla, como la conocen, es uno de los últimos lugares del conurbano donde se puede encontrar una flora extensa, de pastizal pampeano húmedo, y bosques de ribera y de barranca de talar, con ejemplares de casi un siglo de existencia. Inmersa en la ciudad, es hogar de familias de comadrejas, cuises y peludos; y refugio de aves migratorias.

tenemos un pulmón verde, con una biodiversidad riquísima que no se da en todos los lugares.

Horacio Sirolli es ecólogo y licenciado en Ciencias Biológicas de la UBA. También migró hace un tiempo, pero ahora siente que es momento de aterrizar en el barrio. En 2009 estuvo a cargo, junto a Fabio Kalesnick, del relevamiento ambiental en los terrenos dentro de la Brigada Aérea El Palomar. Por aquel entonces, el Municipio de Morón los contrató porque había interés de que el predio sea un área natural protegida. “Cuando uno conoce el derecho empieza a sentir el deber. Hay muchos organismos y seres vivos a preservar”, subraya.

Sin embargo, pasa la vida y el predio permanece ocioso. Ahora, cuidar uno de los pocos relictos de naturaleza que subsiste por estos lares, después de todo, no parece ser prioridad para las autoridades. Porque todos los cañones apuntan al éxito rotundo del nuevo aeropuerto aerocomercial que funciona en El Palomar, y que licita la empresa Aerolíneas Argentina 2000. Horacio tuvo que toparse con la cruda realidad: “Volví a la isla y encontré una alteración en los procesos naturales y espacios verdes que habían sido transformados por el desmonte”.

Su trabajo. Sus investigaciones y muestreos de campo evidencian del enorme valor ecológico de la Isla Verde. Pero no tocaron el alma de aquellos que se visten de traje y toman decisiones; aunque sí despertó curiosidad e interés en los más jóvenes, que en busca de aventuras se incursionaron en la isla desde chicos. Sembró conciencia en Melina, por ejemplo, quien está comprometida con la causa, y es miembro de la Organización Ambientalista Isla Verde.

En 2014 presentamos el proyecto. Siendo estudiantes, entendiendo los ciclos de la naturaleza y el valor biológico y cultural, nos dimos cuenta que tenemos un pulmón verde, con una biodiversidad riquísima que no se da en todos los lugares”, explica Melina. Con proyecto se refiere a lo que vienen persiguiendo año tras año entre vecinas y vecinos, sin dar el brazo a torcer: que definitivamente, una parte de los terrenos que limitan con la Base Aérea sean declarados Reserva Natural Urbana, de uso comunitario.

En la Isla, los espacios verdes fueron transformados por el desmonte.

Lo que busca principalmente la Organización es crear un nuevo espacio público, abierto y accesible a toda la ciudadanía con el objetivo de integrar –sin afectar el medio ambiente- actividades recreativas, deportivas, culturales, educativas, turísticas y científicas. Al mismo tiempo, fomentar el respeto, el cuidado y la protección de la naturaleza, y a través del afecto, fortalecer la relación de convivencia entre los habitantes con el paisaje protegido.

Quema intencional de pastizales, descarga ilegal de residuos, tala indiscriminada de árboles, caza y comercialización de especies que habitan la isla. Las leyes nacionales 25.675 (general del ambiente), y 22.421 (conservación de la fauna silvestre), brillan por su ausencia. Tampoco se respetan las leyes provinciales 10.907 (reservas naturales); y 11.723 (recursos naturales). Ni hablar de las ordenanzas municipales.

“La reserva natural ya existe, sólo hace falta declararla y protegerla con leyes. El Estado debe facilitar las herramientas para que eso suceda. Nosotros nos hacemos responsables como vecinos porque entendemos todos los beneficios que los espacios verdes nos dan a las personas. Progreso es poder respirar aire fresco”, sostiene Melina.

Sara vive en El Palomar hace más de 20 años. Cuenta que está acostumbrada a salir y ver “ese verde”. Que le gustaría que siga así pero sabe que “se va a poner bravo”. Es que al proyecto de expansión de la plataforma del aeropuerto –lo que aumenta sustancialmente la presencia de contaminantes atmosféricos entre despegue y aterrizaje-; hay que sumarle más “vías de comunicación”: la creación de la Autopista del Arroyo Morón (donde circularía mucho tránsito pesado, en medio del barrio); y la instalación de un área de logística ferroviaria en la zona sur de la Base, es decir: pilas y pilas de containers.

La reserva natural ya existe, sólo hace falta declararla y protegerla con leyes. 

Volar en una burbuja

A principios de 2017 el ministro de Transporte Guillermo Dietrich puso en marcha la “revolución de los aviones”. El plan aerocomercial confirmó la entusiasta idea del Gobierno de unir el norte y el sur del país, sin pasar por Buenos Aires. Y lo hizo en febrero de este año, con Fly Bondi como bandera, y los “records” de venta de pasajes a bajo costo, en el aeropuerto El Palomar: el de mayor envergadura en la provincia, después de Aeroparque y Ezeiza.

De hecho, la actividad en el oeste del conurbano bonaerense ha crecido tanto que la empresa Aeropuertos Argentina 2000 no dudó en financiar el proyecto de expansión del aeropuerto, que consta de cuatro etapas. En resumen: más embarques, más rutas comerciales y plataformas gigantescas, más policía y control al entrar y salir. Pero sobre todo: más vuelos. Porque está previsto que para fin de año, sea un aeropuerto internacional; donde el usuario pueda hacer conexiones y volar más allá de la región: a Chile, Paraguay y Uruguay.

Fernanda es vecina de Ciudad Jardín, y mientras tanto, teme por su vida y la de su hijo: “Al colegio lo separan 500 metros de la pista de aterrizaje. Todos los días estamos expuestos a una tragedia. Esto es desesperante. Nosotros no estamos en contra de Fly Bondi ni de ninguna low cost: estamos en contra del aeropuerto. Deben trasladarlo a una zona no urbana”, reclama.

Baltasar vive a unas cuadras de ahí, y padece en primera persona la contaminación sonora y las penurias del “síndrome Fly Bondi”. “Hay ruidos infernales. Los aviones pasan por tu cabeza a toda hora. Es un desastre. Nuestras mascotas también sufren. A mucha gente no le importa”, reflexiona sin encontrar razón.

Norberto es piloto retirado e ingeniero en aeronáutica. Acumula 12 mil horas de vuelo sobre el lomo. Y no tiene dudas de que, un aeropuerto aerocomercial en pleno conurbano es totalmente inseguro: “El estudio de impacto ambiental presenta irregularidades. No se han hecho los estudios correspondientes contra riesgos de terceros en tierra, ni sociales o individuales. Y aumenta el peligro”.

Hay ruidos infernales. Los aviones pasan por tu cabeza a toda hora. Es un desastre.

Los aviones vuelan cerca y mantienen alerta a los vecinos y vecinas de El Palomar. Tampoco hay tranquilidad en la Isla Verde, por la amenaza de las topadoras que arrasan con todo a su paso, sin importar que esté en riesgo la existencia de las especies de animales y plantas que allí habitan. Las leyes que están hechas para proteger, y no se cumplen. Es el progreso que asfixia y pretende quitarles su pulmón, su reserva. Su tesoro más preciado.

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