El periodista Nelson Santacruz reflexiona después de la muerte de Morena Domínguez, la nena de 11 años, en un robo violento en Lanús. Las múltiples violencias que viven pibes y pibas, los tiros a la madrugada en los barrios, el consumo problemático y el oportunismo de los medios hegemónicos.
Morena, de 11 años, podría ser cualquiera de nuestras niñas de cualquier villa. Acá no solo nos acostumbramos a los folletos, pasacalles y carteles electorales que abogan por la esperanza y por más promesas que terminan cada diciembre con los cargos asumidos. Sino también a los tiros que se oyen cerquita de casa o en el horizonte. Los oídos los distinguen con naturalidad. Pero reducir la inseguridad en dos adultos en moto contra una niña es sesgar una vez más el problema real. Es presumir, otra vez, un caso aislado cuando quien pisa un pasillo a diario para cumplir con el trajín sabe que nuestra inseguridad está totalmente atravesada por la narcoestructura. Por la zona liberada, por la connivencia policial, por el consumo problemático que es depredador desde el fin de la pandemia y por el agite mediático falso que impacta directamente sobre nuestros cuerpos, como las balas.
Lamentablemente estamos acostumbrados a ser carne de cañón. A que nos cuenten las costillas como cuentan los votitos. A que digan "hampón caído" y "redujeron a un delincuente" para que a los dos días se compruebe un eminente gatillo fácil. Se opera usando las vidas de nuestras familias empobrecidas, ¿miren si no van a operar mediáticamente usando nuestras muertes? En este caso el fake news fue más que evidente al resaltar que los que mataron a Morena fueron adolescentes. Para instalar la baja de la edad de punibilidad, para el voto pro armas, para las taser, para más patrulleros, para más efectivos. No pasó ni un día y sus titulares falsos cayeron al comprobarse que los responsables eran adultos. Pero el mensaje quedó. El odio y la rabia también.
El discurso que hay que romper es que nuestras villas no están inseguras solo cruzando la General Paz, no estamos mejor en la Capital Federal. ¿O acaso nos olvidamos de Nayla? De este febrero triste, de sus cuatro años, de su familia también cartonera, de su Villa 1-11-14 donde aún no se pasan semanas sin oír balaceras, de esa esquina donde jugaba, de las 32 balas cruzadas a pocos minutos de cualquier micrófono y de su muerte en una constante zona liberada. Total hipocresía.
A una familia no le sirve una invasión de medios en la puerta de su casa después de la muerte. Le sirve una invasión de medios cuando todo está jodido y no hay para comer, en vida. La politiquería, traducida en el paseo por las radios o la tv, como lo hizo el secretario de seguridad de Lanús Diego Kravetz, es solo otra muestra inhumana para quienes esta noche encienden velas y lloran con flores en mano.
El ping pong tuitero, del aprovechamiento, y la saña del intendente Néstor Grindetti no están fuera del orden de lo terrible, no es la primera vez que pasa. Pero eso es mera opinión. Lo que sí es real es que a las 9.20hs de la mañana Morena, una niña empobrecida por el arrastre de las políticas desiguales de hace décadas, falleció tras un asalto en manos de dos adultos también empobrecidos por este sistema. No hay que justificar, pero somos poco serios al seguir comunicando que el problema de nuestra pobreza somos nosotros mismos, los que sobrevivimos en la pobreza. Que los culpables de la inseguridad de todo el país son un par de "motochorros". Es reduccionista e irresponsable. Hoy todo el mundo se pregunta sobre el golpe abdominal que terminó matando a Morena, pero antes jamás se preguntaron sobre si tenía ruído en la panza. Cómo hizo su familia, cartonera, cooperativista, para llegar a fin de mes. Nadie más que el propio barrio organizado.
La seguridad es necesaria, porque la sangre que corre es la nuestra. Pero se invierte, se invierte, y se pide más. A mitades del mes pasado el ministro de Seguridad bonaerense Sergio Berni, el precandidato a Presidente Sergio Massa y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, encabezaron un acto en Merlo. Allí confirmaron que sumaron cientos de patrulleros nuevos porque cuando asumieron "solo había 2000". Y Kicillof resaltó que se incorporaron "cinco mil nuevos agentes" y que se constituyeron "15 bases de la Fuerza Barrial de Aproximación". En La Matanza, uno de los partidos más grandes, incorporaron 300 nuevos policías a los 8000 que ya circulaban. Y Massa prometió: "Desde el Gobierno Nacional vamos a invertir $13.129 millones más para reforzar la seguridad en la provincia de Buenos Aires con más móviles, cámaras y tecnología". Sin embargo, en contrapunto a tantas armas y mano dura, se han comprado desde 2020 solo 190 ambulancias.
Aún así, nuestros barrios populares tienen sus calles liberadas. Sobre la calle Molinedo, a poca distancia de la Escuela Almafuerte N° 60, mataron a Morena y no había policía ni ambulancia. Ambos llegaron media hora y cuarenta minutos después respectivamente. "La muerte podría haberse evitado si los tiempos hubieran sido otros", afirmaron desde el Hospital Evita. Es decir, los números también hablan, 2+2 es 4. ¿Más cantidad de policías?¿Más armas? No estaría siendo una fórmula que funcione si después no se actúa integralmente en los pasillos más postergados. Si la narcoestructura no es un tema de agenda electoral.
Me quedo con una frase de Pepe Mujica, una que me dejó toda la noche pensando. Para que no haya más Morenas, pibes en la esquina en cualquiera, motochorros circulando, violencias, medios operando. El Estado tiene que actuar desde ayer, no armando más a nuestros pasillos armados porque “el narcotráfico es mucho peor que la droga”.
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