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Militar el voto

por Revista Cítrica
11 de noviembre de 2016

Se cumplen 65 años de que las argentinas sufragaron por primera vez. Hablamos con Dora Roldán, protagonista de aquella gesta que marcó el camino de la lucha de las mujeres por sus derechos.

"Acá estamos nosotras”, “Queremos nuestros derechos", “Queremos votar”, bramaban las mujeres en la Cámara de Diputados y en las calles con unos carteles enormes, de palco a palco, de esquina a esquina. Las consignas son viejas, de hace más de 70 años. Pero se hicieron escuchar bien fuerte ante los oídos sordos de los radicales y los conservadores. Costó mucho pero las mujeres ganaron su derecho al voto. El 11 de noviembre de 1951 votaron por primera vez. Ahí estaba Dora Roldán, con su madre y otras luchadoras.

“Costó muchísimo” remarca Dora, mujer que fue testigo privilegiada de aquella lucha: su madre, María Roldán, fue una sindicalista que movió cielo y tierra - junto a otras trabajadoras- para que la sociedad dejara de apartarlas y les diera el derecho a expresarse con el voto. “Me acuerdo que con un montón de mujeres del frigorífico íbamos a verla a Evita, porque los hombres se hacían los tontos y no trataban en el Congreso lo del voto de la mujer. Entonces Evita nos mandaba un vehículo grande y mamá juntaba a todas las mujeres e íbamos a Buenos Aires a incursionar en la Cámara de Diputados, pidiendo el voto, en los palcos. Llevábamos leyendas y los hombres se hacían los tontos. Más que nadie, los radicales. Siempre recuerdo que Ricardo Guardo, el presidente de la Cámara, no nos daba bolilla”, relata Dora en diálogo con Cítrica.

Pero con la figura de Evita, y la lucha de María Roldán y muchas otras mujeres, finalmente se tuvo que tratar la ley. “La sancionaron en el 47 pero dieron tantas vueltas que recién votamos en el 51. ¿Te das cuenta cuánto se tardó? Fue apoteótico. Evita, unos días antes vino a Berisso para agradecernos a todas, a mi vieja principalmente, y a todas las mujeres que habíamos ido y venido de Capital, hasta poder entrar al Congreso”.

La demora le permitió votar a Dora. Para el 51 ya era mayor: “Después de todo lo que costó, fue una gran alegría. Yo fui presidenta de mesa acá, cerca de mi casa, en una escuela de Villa San Carlos. Muchas mujeres estaban vestidas iguales porque Evita había traído un montón de ropa hermosa, unos batones floreados. A muchas hubo que explicarles cómo era el voto pero ahí entramos en la carrera por nuestros derechos”.

El 11 de noviembre de 1951 fue un día de fiesta. “En casa festejamos. Hicimos unas empanaditas, unos chorizos, y nos juntamos, nos abrazamos, cantamos. Creo que la alegría es más patrimonio del pobre que del rico porque nosotros con poquito ya nos alegramos. Nosotros somos solidarios entre nosotros mismos porque conocemos el dolor, el sentimiento de la necesidad”.

Dora tiene 86 lúcidos años. Es cancionista y da talleres de canto. Y le preocupa el presente, por eso cuando recuerda los tiempos en que su madre arriesgó su vida y fue presa por luchar por los derechos de las trabajadoras y los trabajadores dice que “fue una época muy dura, todo estaba muy crudo” y compara “estaban haciendo las cosas que están haciendo ahora. Desgraciadamente estamos cayendo en la misma ciénaga”.

“Conseguimos el voto femenino pero siempre teniendo la desventaja de tener tres hombres por cada mujer en las cámaras, recién ahora se va a equiparar. Después de tantos años. Y todavía vamos a ver si se pone en práctica, porque con el presidente que tenemos nunca se sabe. Ojalá que esto funcione, que se haga pronto y que en las elecciones del año que viene la mujer tenga más participación”, se entusiasma.

-La lucha sigue, entonces.

-Sí. Por ejemplo cuando hay una reunión de la CGT, nunca hay una mujer en el palco. Decime si en alguna reunión importante del Gobierno ves muchas mujeres. Siempre son unos quince hombres y dos o tres mujeres. Ahí te das cuenta que para que la mujer tenga su espacio tiene que empujar. Cuesta mucho, pero creo que tenemos más capacidad para entender las necesidades de un país. Estamos más cerca del dolor, de la ayuda. Por ser mujeres, precisamente. Por eso también el hombre, en su egoísmo, por escalar, por tener mucho dinero, no tiene ese mismo sentimiento. Entonces muchas veces, con sentimiento se llega a la gente, pero no se llega al poder.

¿Qué líneas de similitud trazás entre aquellos tiempos de pugna por votar, y estos tiempos, en los que se sale a la calle por otras cuestiones?

La situación actual es muy penosa. Me duele mucho lo que está pasando. Soy una señora grande, y esto a mí me tiene enferma. No puedo ser feliz viendo todo lo que pasa acá y en el mundo.Yo viví en una pieza, en un conventillo, con mi papá y mis hermanos. Mi padre a veces trabajaba 18 horas y mi mamá trabajaba a la par. Cómo puede saber lo que es eso una mujer que no conoció el dolor, que nunca tuvo para comer un sábado a la noche un jarro con pan duro o un mate cocido, e irse a la cama para que el hermanito no pida más. Esas personas que nunca pasaron hambre no pueden interpretar al que no ha tenido nunca nada, y sigue luchando, para poder llevar un dinero a la casa, y que cada vez le alcanza menos.