"Medidas simples y baratas pueden evitar una infección inmanejable"
por Revista Cítrica23 de marzo de 2020
El Dr. Víctor Romanowski, de la Sociedad Argentina de Virología, con sede en el barrio de Balvanera, destaca el accionar preventivo para contener la expansión del coronavirus COVID-19. Aprendizajes de la historia argentina, posibles soluciones en el laboratorio y la solidaridad como gran aliada.
(Esta entrevista nació del trabajo colaborativo entre Cítrica y el Periódico VAS.)
Son días intensos para el Dr. Víctor Romanowski. Como vicepresidente de la Sociedad Argentina de Virología, los intercambios con colegas y la consulta de publicaciones especializadas son parte del trabajo cotidiano, pero la conmoción social que produjo en el mundo la pandemia del coronavirus COVID-19 le ha dado absoluto protagonismo a su disciplina.
Mientras los casos globales de infecciones y muertes se multiplican a cada minuto y en Argentina se busca frenar la pandemia, el Dr Romanowski se toma unos minutos para una charla fuera del laboratorio donde aparecen los virus, la política, la solidaridad social, el avance humano sobre la naturaleza y también la historia médica argentina.
–En sus charlas con colegas y especialistas, ¿esta pandemia les despierta un alerta especial o es un suceso particular más como fue en su momento la influenza (Gripe A)?
–Me parece que hubo un cambio en el impacto que esto tiene a nivel social. No es que el número de casos sea mayor que los de influenza, sino todo lo contrario, porque cada año hay más casos de influenza que de coronavirus. Ocurre que para la influenza tenemos vacunas, más o menos eficientes, que mitigan la gravedad de los casos. Acá no tenemos vacunas aún, entonces la única arma es la prevención y la limitación con las estrategias que está usando el sistema de salud argentino. La otra cosa ligeramente distinta de esta infección con respecto a la gripe, es que el virus se mantiene vivo más tiempo en la superficie donde pudo haber aterrizado después del estornudo o la tos de alguien infectado. Este virus puede llegar a durar como infeccioso en la superficie de una mesa, una baranda o una escalera, entre unas horas y más de una semana. Las chances de que esa superficie contaminada sea un nuevo foco infeccioso son más altas.
–¿Cuál es el principal mensaje a reforzar en este momento con relación a la solidaridad social para contener la expansión del coronavirus?
–Justamente, el mensaje es la solidaridad social, la responsabilidad que cada ciudadano tiene para no contribuir a la dispersión de la infección en la sociedad. En ese sentido, las medidas están expuestas de manera simple y clara en la página web del Ministerio de Salud (www.argentina.gob.ar/salud). Todos los que participamos de alguna manera de esta área de conocimiento, transmitimos lo mismo: debe haber una contención de los potenciales infectados, aunque no tengan sintomatología. Es lo que hizo el Gobierno con la gente que vino del extranjero, de los lugares donde hay circulación de virus, para que no sean nuevos focos de circulación de virus en nuestro país. Ese aislamiento es preventivo y muy efectivo, porque en los 14 días de aislamiento se puede advertir si la persona está infectada.
–¿Las medidas preventivas que lanzó el Gobierno apuntan a que no haya casos autóctonos?
–Exactamente, que no haya casos autóctonos. Los casos que tenemos ahora son totalmente importados, si incluimos en esta definición a los casos que se infectaron en nuestro país pero de individuos que podemos identificar claramente que vinieron infectados del extranjero. Ésa es la situación, no hay una circulación local. Si uno se fija las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, Argentina figura con "transmisión local". Eso es estrictamente cierto, porque los individuos que se infectaron, se infectaron en el país, pero con un contacto próximo con quienes llegaron de afuera. En cambio, se habla de circulación cuando ya no se puede identificar la fuente de infección, cuando se perdió la trazabilidad de esa infección.
–Se viene hablando bastante de aplanar la curva de contagio, de que no se multipliquen los casos. ¿Con los anuncios oficiales se intenta evitar un colapso del sistema de salud, como sucedió en Europa?
–Justamente, de lo que se trata es de no saturar el sistema. Aquí y en todo el mundo existe un número limitado de unidades de cuidados intensivos que requerirían los casos más graves. Si los saturamos vamos a tener que decidir, como hacen en Italia, a quién dejamos morir y a quién salvamos. Es una situación extremadamente tensa. Nosotros no estamos en ese camino. Afortunadamente, el Gobierno tomó medidas con suficiente anticipación aprendiendo de lo que sucedió en otros países
–¿Cuántos tipos de coronavirus hay identificados?
–Los coronavirus se conocen desde hace más de 70 años, con una caracterización que inicialmente era bastante pobre. En los últimos años, la tecnología de análisis moleculares ha bajado mucho los costos y podemos contar con la identificación de los virus rápidamente, a un costo relativamente bajo. Ahora podemos tener identificados cientos de virus aislados de los diferentes pacientes. Cuando digo identificados quiero decir que conocemos la secuencia de letras que identifican todos los genes que contiene el ácido nucleico viral. Así podemos compararlos: si tienen 99 o 97 por ciento de identidad, dónde están las diferencias, y ese tipo de identificación nos sirve en este momento para tratar de entender cómo se va transmitiendo el virus de un paciente a otro y cuál es el origen. Hay más de 30 especies de coronavirus, pero algunos producen infecciones muy leves y otros producen, en un cierto porcentaje de individuos infectados, síntomas muy graves. Que el virus produzca sintomatología leve o grave depende de la interacción del virus con el individuo. Habrán visto que los individuos jóvenes sanos tienen un índice de mortalidad muy muy bajo. En cambio, en el 20 por ciento de los casos las infecciones pueden llegar a ser graves, y la mayor parte de esos casos graves son de personas más grandes que tienen afecciones de base, como problemas respiratorios, cardiovasculares o depresión del sistema inmune (como los trasplantados o los enfermos de cáncer). Esos individuos son los más susceptibles.
–¿Cuál es la relación entre los coronavirus y el daño ambiental?
–La aparición repentina de infecciones en humanos, como en este caso de los coronavirus, es un ejemplo de lo que llamamos infecciones emergentes. Se trata de virus que normalmente circulan en animales silvestres y cuando entran en contacto con la población humana, en algunos casos esos virus pueden haber sufrido mutaciones que los capacitan para infectar al ser humano. Pero esas infecciones no se producirían si el ser humano no se acercara a esos nichos ecológicos donde no pertenece. Se trata siempre de animales silvestres que normalmente vivirían tranquilos sin entrar en contacto con los humanos. En el caso de China, se especula, se sospecha, porque no se sabe a ciencia cierta, que provienen de murciélagos. Esos murciélagos pueden haber infectado por mordeduras a otros animales, y como en China y otros lugares del continente asiático se acostumbra tener animales vivos en los mercados, la gente que los manipula está en un contacto muy próximo y tiene más chances de infectarse.
–¿Es apresurado decir que se viene una nueva era de propagación de virus por el avance humano sobre la naturaleza?
–Eso está sucediendo desde hace varias décadas. Un caso local es la fiebre hemorrágica argentina, que surgió en los años 50 del siglo pasado, cuando se amplió la frontera de los emprendimientos agrícolas. Se llamó “mal de los rastrojos”, justamente porque el rastrojo es lo que queda después de cosechar el maíz o el trigo. Los granos que quedan en la superficie de la tierra son un alimento espectacular para los roedores silvestres. Al aumentar la superficie de la pampa húmeda cultivada, aumentó también la población de roedores, que pueden soportar la infección del virus Junín, el agente etiológico de la fiebre hemorrágica argentina. Como aumentó la población de roedores y las chances de contacto de los agricultores con esos roedores, se produjo la transmisión del virus desde el roedor –en el que no produce la enfermedad– al hombre, para el cual era un virus nuevo. Así se expandió rápidamente la fiebre hemorrágica argentina en ese momento.
–¿Qué vínculo se puede trazar entre esa enfermedad y la pandemia actual?
–Una lección que podemos sacar de ahí es lo que tiene que ver con la terapia de estos virus nuevos. El Dr Julio Maiztegui, que fue una eminencia en el área endémica de la fiebre hemorrágica argentina, desarrolló un método que consiste en utilizar plasma de pacientes convalecientes -aquellos que han curado de la enfermedad- para inyectarlo en los nuevos infectados y evitar el desarrollo de la enfermedad severa. En el plasma de los convalecientes se encuentran los anticuerpos que desarrollaron los individuos que se curaron de la enfermedad. Son esos anticuerpos los que van a bloquear la propagación del virus dentro del cuerpo
–¿Esto quiere decir que la vacuna para el coronavirus podría surgir de las propias personas infectadas?
–No es una vacuna, sino una fuente de anticuerpos que serían inhibidores de la infección. Una vacuna lo que hace es estimular el sistema inmune para que el propio cuerpo elabore los anticuerpos. Una persona vacunada ya contaría con los anticuerpos para enfrentar la infección, pero en este caso, los médicos los introducen para neutralizar al virus y evitar que el paciente sufra una enfermedad grave. Esto lo publicó en estos días la revista The Lancet, comentando sobre las potenciales terapias específicas para la enfermedad infecciosa del coronavirus.
–El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación dio a conocer que se conformó la Unidad Coronavirus COVID-19 para atender este asunto.
–¿Qué rol puede jugar la ciencia a nivel local?
La idea es bajar los costos y aumentar de esa manera la posibilidad de diagnóstico a más gente sospechada de infección. Incluso yo creo que hay mucha infraestructura y muchos profesionales en el país que han avanzado en el desarrollo de kits diagnósticos que pueden adaptarse al diagnóstico del coronavirus. Por ejemplo, investigadores del CONICET y de la Universidad de San Martín, junto con la empresa asociada Chemtest y una empresa de base tecnológica como Caspr Bioetch, desarrollaron métodos de diagnóstico rápido diferentes que serían aplicables en este caso también. Se necesitaría un poco de financiación para aumentar las chances de éxito.
–¿Los insumos que se utilizan actualmente para el diagnóstico son importados?
–Totalmente importados.
–¿Se podrían producir en el país con inversión?
–Sí, y no es tan complicado. Existe el know how, los científicos argentinos tienen el conocimiento y no es nada misterioso hacerlo. El método de detección del coronavirus se basa en amplificar el número de copias de un tramo de su genoma, y así hacerlo detectable. Teóricamente, a partir de una sola partícula viral uno podría detectar la presencia del virus, es algo muy sensible.
–¿Qué cree usted que puede enseñarnos esta situación en la que estamos obligados a quedarnos en casa y a hacer un parate frente a la vorágine de la vida cotidiana?
–Como diría un filósofo tibetano, "no hay mal que por bien no venga". Hay algunos aspectos positivos que podemos rescatar de esta tragedia. Fundamentalmente, el aumento de la conciencia social de la población, tanto en el aspecto de la solidaridad en cuanto a la actitud, como en la adopción de medidas preventivas tan básicas como el lavado frecuente de manos, hacerse consciente de que todo lo que uno toca podría estar contaminado y, en ese sentido, no conviene andar tocando barandas y llevarse la mano a la nariz porque podría ser el comienzo de una infección. Ese tipo de medidas simples y baratas pueden evitar que una infección se transforme en algo inmanejable. Por eso me parecen extraordinariamente adecuadas las medidas que tomaron las autoridades sanitarias y el Gobierno en general para reducir el impacto de esta infección. La otra cosa, que no tiene relación directa con el aprendizaje que surge de la pandemia del coronavirus en particular, es la importancia del sistema público de salud y el sistema científico, la disponibilidad de personal altamente calificado y de instalaciones que quizás no son tan buenas como nosotros quisiéramos, pero en las que hubo inversiones anteriores importantes. En el caso de la capacidad de diagnóstico de laboratorio específico, habría que recordar el brote de gripe A en 2009. En ese momento, el Gobierno invirtió en actualizar la infraestructura del Instituto Malbrán, en particular del servicio de Virosis Respiratorias. Es por eso que el Malbrán dispone de equipos que pueden ser utilizados en esta emergencia. Si no estuvieran esos equipos instalados desde 2009, ahora estaríamos corriendo para ver cómo podemos importar equipos y reactivos.
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