Un antídoto cooperativo para ganarle a la peste
por Mariano PagnuccoFotos: Vicky Cuomo
23 de abril de 2020
Farmacoop, el laboratorio ubicado en el barrio de Parque Avellaneda, es el primero del mundo en ser gestionado por una cooperativa, y encontró en medio de la pandemia la posibilidad de sostener las fuentes de trabajo, potenciar la solidaridad social y soñar con nuevos proyectos en el futuro.
En el corazón de la pandemia está el trabajo. Tanto por lo que se pone en juego con el parate económico (nacional y global) como por las salidas posibles a una situación generalizada de incertidumbre, el rol de la clase trabajadora es una pieza fundamental. Y si el trabajo se combina con solidaridad, el horizonte de esta crisis parece un poco más alentador.
Farmacoop es el primer laboratorio farmacéutico del mundo gestionado por una cooperativa. Hace un año, sus integrantes festejaban un fallo judicial que les daba prórroga para obtener los permisos necesarios y continuar con los procesos productivos de lo que supo ser la firma Roux Ocefa en la etapa de gestión privada.
Hoy, la demanda de productos sanitarios para combatir al coronavirus Covid-19 les hizo adaptar sus posibilidades técnicas a las necesidades sociales: alcohol en gel y barbijos son los nuevos artículos que vende Farmacoop. Por eso hay un grupo de 45 personas que no para un minuto en la semana y que además planea aumentar su capacidad de comercialización.
¿Cómo lo logran? Con trabajo.
No podemos, pero podemos
Antes de que el coronavirus ganara las conversaciones familiares, Farmacoop atravesaba el intrincado proceso de asegurar la continuidad de la producción de ciertos medicamentos que antes fabricaba Roux Ocefa. Pero hubo un quiebre, una oportunidad que se abrió el 11 de marzo, cuando Bruno Di Mauro, el presidente de la cooperativa, tuvo una reunión -pautada con bastante antelación- con el viceministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplak. "Nos propuso complementar la producción de alcohol en gel que tienen ellos en el Instituto Biológico Tomás Perón, con nuestra capacidad productiva", recuerda Bruno.
Farmacoop tiene en la calle sus propios botellones de alcohol en gel, destinados a entidades públicas y privadas.
Ni la planta de Villa Luro ni la de Villa Lugano tenían el equipamiento específico para la tarea. Bruno: "Inmediatamente le dijimos que sí y vimos que era una oportunidad de dar una mano y aportar a lo que se venía. También era una posibilidad, ante la cuarentena, de no tener que cerrar la fábrica y quedarnos en casa, de poder laburar para generar algún ingreso. Nosotros no teníamos en la cabeza hacer algo diferente a lo que hacía el laboratorio antes. Eso fue un empujoncito para animarnos a ir un poco más allá".
En pocos días tuvieron que readecuar un sector destinado a la producción de cremas, en el predio de Villa Lugano: "Tuvimos que acondicionar ese sector, adaptarlo a las normativas nuevas, agregar algunas áreas, hacer reparaciones y, sobre todo, asegurar el control de calidad". Entre los trámites que debieron resolver, hubo que inscribirse en el Instituto Nacional Vitivinícola (INV), la autoridad que habilita la compra de alcohol etílico... con ciertos requisitos.
Bruno: "Tuvimos que hacer un trabajo con el encargado de Seguridad e Higiene y con ingenieros en procesos para poder obtener esa inscripción. La conseguimos y... acá estamos. En dos semanas hicimos inscripciones en un montón de lugares con los que no veníamos laburando. Tuvimos que convocar a muchos profesionales para que nos den una mano: gente de la Facultad de Ingeniería, de Farmacia y Bioquímica, de Química, de Exactas".
Al día de hoy, Farmacoop tiene en la calle sus propios botellones de alcohol en gel, destinados a entidades públicas y privadas. La capacidad instalada en Lugano les permite producir hasta 400 litros diarios y la intención es llegar a 800 si logran habilitar nuevas maquinarias.
La lucha de este grupo humano que logró sostener las fuentes de trabajo comenzó en 2016, cuando la empresa entró en concurso de acreedores.
Bocas, manos y bolsillos
Otro artículo de gran demanda es el barbijo. Como la cooperativa no se dedica a eso, decidieron tender puentes con otras cooperativas: Brukman, 8 de Enero, Alcoyana y los polos textiles bonaerenses de las Organizaciones Libres del Pueblo, son los proveedores para la reventa. "Estamos viendo si sumamos a una cooperativa más, porque no damos abasto con los pedidos", dice Bruno. Venden a privados (sanatorios) y públicos (Gobierno de la Ciudad, Presidencia de la Nación).
Pueden llegar a entregar hasta 30.000 barbijos por día, pero el mercado no es el único destino: "Una parte de la producción la separamos para donaciones. Eso lo venimos haciendo sistemáticamente, ya entregamos más de 2.000 barbijos en forma de donación y tratamos de cumplir con las solicitudes que nos llegan por las redes desde salitas, centros de salud e incluso hospitales. Siempre tratamos de dar una mano".
La lucha de este grupo humano que logró sostener las fuentes de trabajo comenzó en 2016, cuando la empresa entró en concurso de acreedores y empezaron las suspensiones y los despidos. Luego de los vaiventes judiciales, en octubre de 2018 decidieron poner en práctica las banderas del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas: ocupar, resistir, producir. La intención era resolver lo antes posibles los trámites para la producción, pero no tenían capital.
Salieron a hacer campañas de donaciones y a convocar a gente conocida: "Nos dieron la guita para comprar la materia prima al principio. Todo lo conseguimos nosotros, sin ninguna ayuda del Estado. Salimos a convencer gente de que era un proyecto que iba a rendir frutos y nos comprometimos a devolver el capital lo antes posible". Recaudaron más de 3 millones de pesos.
El día después de la pandemia
"Pasamos todo el macrismo en conflicto", dice el presidente de la cooperativa, que salió adelante, entre otros factores, por el empuje de las mujeres más grandes que veían difícil la posibilidad de la reinsersión laboral si la empresa cerraba. Bruno: "Hace tres años que no cobramos un sueldo, así que estamos bastante acostumbrados a vivir como podemos". Hay compañeros y compañeras que cobran el Salario Social Complementario, otrxs aplicaron al Ingreso Familiar de Emergencia y están a la espera de alguna línea de ayuda desde el Ministerio de Trabajo.
"Lo que sí garantizamos en el laboratorio es la comida y la posibilidad de que se lleven mercadería que nos donan las organizaciones sociales", comenta Bruno. Tanto la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) como el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas bancan la lucha y les ayudan a seguir.
En el horizonte hay más proyectos: producir sanitizante de alcohol, ensamblar respiradores artificiales, fortalecer vínculos con Universidades e investigadores, hacer desarrollos ligados a la biotecnología... ¿Cómo se logra todo eso en medio del parate de la pandemia? Farmacoop lo tiene claro: con trabajo.
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