Marcha contra el gatillo fácil: Un grito de memoria y denuncia
por Revista CítricaFotos: Rodrigo Ruiz
27 de agosto de 2025
Cada año, el dolor y la rabia se convierten en un ritual de denuncia en Argentina. La Marcha contra el Gatillo Fácil convoca a miles de personas en Buenos Aires, Córdoba y otras ciudades del país, uniendo a familiares y amigxs de víctimas de la violencia policial. Este año, la undécima marcha no fue la excepción: reunió a rostros conocidxs, como el de Emilia Vasallo, madre de Pablo “Paly” Alcorta, y a nuevas familias que se sumaron al dolor colectivo. Cada año, el listado de personas asesinadas por las fuerzas de seguridad crece, y con él, el horror de la represión.
Las historias de las víctimas se entrelazan en la marcha, cada una de ellas un eco del mismo clamor de justicia. El tío de Santiago Beltrán, un adolescente de 15 años asesinado por la Policía Federal en Moreno, descargó su dolor y su rabia frente al micrófono. “Dijeron que éramos narcotraficantes, ¡somos laburantes! Miren mis manos”, exclamó, señalando las callosidades de su trabajo. Su voz se quebró al recordar la forma en que los medios de comunicación y la policía intentaron criminalizar a su familia. A Santiago le dispararon siete veces. La pericia forense, según relató su tío, determinó que su muerte fue por un paro cardíaco, “del susto”, antes de recibir el primer tiro. A su lado, la madre de Santiago lloraba en silencio, reflejando el dolor de una familia destruida.

Otro de los testimonios fue el de Fabián Grillo, quien, con la cámara en una mano y el micrófono en la otra, habló en nombre de su hijo Pablo, agredido por Gendarmería. “La tragedia es algo que nos une, lamentablemente. Ninguno de nosotros tendría que estar acá”, expresó. Su frase resonó en el aire, condensando la paradoja de la marcha: es un espacio necesario de lucha y memoria, pero su existencia misma es la prueba de una injusticia que se repite.

La pregunta flota en el aire: ¿hay alguna forma de detener esta locura represiva que se lleva vidas y destruye familias? El tío de Santiago Beltrán ofreció una pista simple pero profunda. “Fíjense a quién le dan un arma”, dijo. Sus palabras señalan la raíz del problema: la falta de control y la impunidad con la que actúan quienes portan un arma del Estado. Las vidas arrebatadas no son solo números; son personas con sueños, familias y futuros truncados. La marcha es un recordatorio de que estas tragedias no son casos aislados, sino la punta de un iceberg de violencia institucional.
En cada paso, en cada grito, la marcha es un acto de resistencia. Es la promesa de que no olvidarán a sus muertos y la denuncia de que la impunidad alimenta más violencia. Es la memoria colectiva de una sociedad que se niega a normalizar el asesinato y la represión a manos de las fuerzas de seguridad.

La repetición del ritual anual, año tras año, demuestra la persistencia de una problemática que lejos de disminuir, se profundiza. No se trata solo de casos aislados de violencia policial, sino de un patrón sistemático de abuso de poder que afecta desproporcionadamente a los sectores más vulnerables de la sociedad.

La criminalización de la pobreza y la estigmatización mediática, como la que sufrió la familia de Santiago Beltrán, son herramientas que se utilizan para justificar las muertes y desviar la atención de la responsabilidad estatal. El dolor y la bronca de los familiares se manifiestan en un grito de justicia que resuena en las calles, exigiendo el fin de la impunidad y la rendición de cuentas.

"Los policías asesinos trabajan para Urtubey"
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