¿Para quién y para qué es la libertad de expresión?¿Es para que cualquier periodista pueda expresar su opinión en la televisión o en la radio y que no sufra despidos ni amenazas?¿ O es que el conjunto de la población, incluyendo a las minorías y las diversidades puedan tener acceso a la comunicación?¿O son condiciones dignas para ejercer el oficio?¿O son las tres cosas?
Hay una bandera que se agita a conveniencia en la nariz de la sociedad argentina: la libertad de expresión amenazada. Es un aullido recurrente que reclama la atención pública. Ahora volvió a escucharse.
Hace algunas semanas la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) y la Academia Nacional de Periodismo (ANP), tres organizaciones que no representan a les trabajadores de prensa sino a las empresas que ejercen el periodismo con fines de lucro, y trescientos periodistas y opinólogos que se arrogan la representación de todo el gremio de prensa, firmaron solicitadas denunciando un “enrarecimiento de la libertad de expresión”.
El reclamo de ese grupo tuvo gran difusión en los diarios y los programas donde trabajan algunas de esas firmas enojadas. Por lo tanto, pudieron expresarse y difundir sus ideas. Por lo tanto, su libertad de expresión está garantizada. Pero la bandera se agita y el aullido vuelve. Para que la sociedad preste atención y sienta que también está amenazado su derecho a expresarse.
En el micromundo donde resuena ese debate, la discusión pasa por las caras y los apellidos que se jactan de ser periodistas y, por eso mismo, portadores de la libertad de expresión; como si el periodismo hubiese dejado de ser un oficio o un medio para que la población reciba y difunda información; como si se hubiese transformado en un lugar donde lo único que importa es que el pequeño grupo de autoproclamades periodistas se expresen, cuestionen y levanten su ego.
Es una libertad de expresión muy parecida a los intereses de las empresas periodísticas que cobijan a esa troupe. En los márgenes de su libertad de expresión no caben las demandas de les auténtiques laburantes de prensa, que pelean por condiciones salariales y laborales dignas. Tampoco caben los reclamos del otro periodismo, el que ejercemos desde medios cooperativos, autogestionados y/o comunitarios, haciendo malabares para sostener nuestros espacios de comunicación y la posibilidad económica de cumplir efectivamente con nuestro rol de comunicar. Ese rol que garantiza, al fin de cuentas, la más amplia libertad de expresión para las voces y los temas que aquellos personajes jamás replicarán en sus agendas periodísticas.
¿Por qué no se agitó la bandera de la libertad de expresión durante el período macrista, cuando más de 4.500 colegas quedaron en la calle (por despidos o retiros voluntarios a la fuerza), se firmaron paritarias a la baja, no se respetaron los convenios laborales, no se pagaron aguinaldos, se ahogó económicamente a los medios de gestión social que en muchos casos terminaron cerrando, y una larga lista de etcéteras que aún hoy siguen degradando el oficio? ¿No estuvo amenazada la libertad de expresión cuando quisieron vaciar los medios públicos? ¿Y cuando las fuerzas de seguridad al mando de Patricia Bullrich salían a cazar periodistas o fotógrafes en marchas y acontecimientos públicos, persiguiéndoles, golpeándoles y hasta armándoles causas por hacer su trabajo?
Mientras se producía ese “enrarecimiento de la libertad de expresión”, ni ADEPA, ni FOPEA ni la troupe de periodistas de denunciadores tuvieron siquiera una palabra solidaria para con cientos de colegas. ¿Será que la libertad de expresión que reclaman la ejercen sólo para apuntar los cañones a favor de los intereses de sus patrones? ¿En sus programas se puede criticar a todos los gobiernos o sólo a los que conviene atacar? ¿Acaso en sus ámbitos de trabajo no ocultan las noticias inconvenientes para las empresas que los auspician?¿O acaso alguna vez se preocuparon porque las diversidades tengan espacio en sus medios de comunicación? ¿Acaso alguna vez se preocuparon por las necesidades del pueblo? ¿Acaso en sus programas no ocultan las condiciones laborales precarias de las empresas que los auspician? ¿Acaso dan información acerca de las prepagas que no dan la debida atención a sus pacientes?¿Acaso reproducen las denuncias de trabajadores de supermercados sobre el incumplimiento de las medidas sanitarias por el coronavirus? ¿Acaso alguna vez hablaron del arsenal de armas que se encontró en una sucursal de Coto? ¿Acaso cuentan las muertes y accidentes de les trabajadores precarizades de las plataformas de envíos a domicilio? ¿Acaso le dieron espacio a los reclamos de la Villa 31 antes de la muerte de Ramona?
¿Habrá advertido esa élite periodística, embanderada siempre en la libertad de expresión, el riesgo que representa para la sociedad que la libertad de expresión la ejerzan sólo los medios comerciales, las empresas que producen noticias como si fabricaran colchones o camionetas? ¿Tendrán noción esas estrellas del periodismo de las condiciones de vida de la gente de a pie que sobrevive como puede y a la que se encargan de inocularle sus verdades y también su veneno?
A esto le llaman libertad de expresión. Aún se esperan las disculpas. La muerte de Ramona fue un crimen social aunque Andahazi lo niegue. Y hay seis jueces que determinaron que la autopsia no dice ni cómo ni cuándo murió Santiago. https://t.co/2ULI9OtSuq pic.twitter.com/cOLJ0Xphfi
-- Revista Cítrica (@revistacitrica) August 11, 2020
Esa élite periodística discute si Luis Majul utilizó agentes de servicios de inteligencia y presupuesto nacional para realizar informes en su programa televisivo o si fue una persecución desde el Gobierno por ser un “periodista opositor”. No discute si en su espacio televisivo hubo libertad de expresión: no hubo preocupación cuando el mismo día que Ramona murió en la Villa 31 por la desidia estatal, les panelistas de ese programa se burlaron de su muerte, llamaron “Garganta Profunda” a la Garganta Poderosa y dijeron que “algunos sectores” iban a armar un nuevo caso Santiago Maldonado para hundir políticamente al Jefe de Gobierno de la Ciudad. En ese programa no tuvo voz ningún villero, ninguna villera, ningún integrante de la Garganta Poderosa ni ningún familiar de Santiago Maldonado, de quien se burlaron nuevamente como si hubiese sido un chico que se ahogó jugando con su hermano en la pileta de su casa. No es casualidad tampoco que en ese programa repitan constantemente que “Santiago se ahogó solo”. ¿Hay libertad de expresión en un programa que omite que Santiago estaba huyendo de una represión ilegal de Gendarmeria, ordenada por el jefe del Ministerio de Seguridad.Pablo Noceti, a quien ningún perito le peritó el celular?¿Hay libertad de expresión cuando olvidan mencionar que Prefectura asesinó a Rafael Nahuel?¿Hay libertad de expresión si los pueblos originarios no tienen espacio para contar lo sucedido, mientras Patricia Bullrich es invitada infinidad de veces a acusarles de terroristas?
¿Qué es la libertad de expresión?¿Es que un conductor de un noticiero pueda festejar que están ganando el rating en el mismo momento en que su colega dice que la Argentina llegará a las 10 mil muertes por coronavirus?¿La libertad de expresión es perder la sensibilidad?¿La libertad de expresión es priorizar que TN cobrará más caro el segundo de publicidad por su alza en el rating mientras suben las muertes de una pandemia?
¿Qué es la libertad de expresión? ¿Tirarle alcohol en gel a un invitado en la cara? ¿Recomendar tomar un producto que te puede envenenar? “Les pido a los comunicadores que no intente comunicar diferente a la normativa vigente, es muy peligroso, estamos hablando de salud en humanos”, dijo el ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, Fernán Quirós, después de que una conductora recomendará dióxido de cloro, un producto dañino para la salud. ¿Deberían acaso permanecer callades les funcionares cuando les comunicadores descomunican para garantizar la libertad de expresión?
La periodista argentina Viviana Canosa promovió en su programa de televisión el uso de dióxido de cloro, una sustancia que puede causar numerosas afectaciones al organismo y no sirve contra el Covid, de acuerdo con especialistas y organismos como la OMS y la FDA pic.twitter.com/mM3EEkjwrL
-- PlayGround (@PlayGrounder) August 7, 2020
¿La libertad de expresión es inventar que un gobierno se va a expropiar de rotiserías para defender que una empresa como Vicentin que defraudó al Estado no sea expropiada ni devuelva el dinero de los créditos del Banco Nación? ¿La libertad de expresión es permitirles expresarse a los dueños de Vicentin y no a sus trabajadores?¿Libertad de expresión es hablar las 24 horas de que expropiar Vicentin va “en contra de la República” y después cuando ya nadie habla de expropiación sacar el tema de la agenda por completo?¿Libertad de expresión es que no importe que trabajadores se queden sin trabajo?
¿La libertad de expresión es un señor jugando con unos soldaditos diciendo “son todos chorros” o tratando de “boludo de la semana” a un funcionario por aprobar en su organismo el uso del lenguaje inclusivo en sus publicaciones oficiales?¿La libertad de expresión es dedicar un programa de televisión entero a “la inseguridad” y ni un segundo a una de las 71 víctimas fatales de la represión estatal en lo que va de cuarentena?
¿Libertad de expresión es instalar en la agenda mediática que el Poder Judicial detiene periodistas a pesar de que no se detenga ni uno solo? Ya hace un mes lo dijeron y no pasó nada. Tal vez no sepan que por ejemplo, el año pasado en la Ciudad de Buenos Aires se detuvo a los foto-periodistas Bernardino Ávila y Juan Pablo Barrientos de Página 12 y Revista Cítrica respectivamente.
Mientras tanto, acá estamos los medios autogestivos, comunitarios, de gestión social o como quieran llamarnos realizando una comunicación democrática y diversa. Aquellos que creemos que la libertad de expresión es patrimonio social. Intentando lo que hoy es casi imposible: un país en donde puedan expresarse todos los pueblos originarios despojados de sus tierras, de sus idiomas, de sus alimentos y hasta de sus saberes y sus culturas ancestrales, el colectivo travesti-trans, al que los medios le siguen negando su identidad en cada frase, las familias productoras de alimentos estafadas por la cadena de comercialización, las empresas de semillas y agrotóxicos y las cadenas de supermercados; o la población migrante discriminada de las políticas públicas o la población de las villas, de la que la tele tanto habla pero casi nunca le acerca el micrófono. Lo dijimos una y cien veces pero acá va de vuelta: fueron los medios de comunicación sin fines de lucro los que primero que hablaron del derecho al aborto como una cuestión de salud pública antes que las calles y el feminismo obligaran a los medios masivos a considerarlo, fueron los que, por ejemplo, ayudaron a decirle No a la Mina en Esquel con el Plesbicito en 2003 que prohibió la minería a cielo abierto y evitó un desastre ambiental. Son solo ejemplos de libertad de expresión. Libertad de expresión también fue denunciar la desaparición de Santiago Maldonado, de Luis Espinoza o de Facundo Astudillo Castro o las torturas a la comunidad Qom en Chaco. Fueron los medios de comunicación sin fines de lucro los que denunciaron sus desapariciones sin callar o encubrir por las banderías políticas. Y lo hicimos antes. Trabajamos para comunicarlo y que luego, a veces semanas después, los medios de comunicación con fines de lucro, de un lado y del otro de una grieta que ellos mismos inventaron, lo reprodujeran. No decimos que lo hicimos antes para decir que tuvimos la primicia. No nos interesa eso, nos interesa que quien tenga algo que comunicar pueda hacerlo. Porque de eso se trata la libertad de expresión.
El gran okupa argentino
Los terrenos que utiliza el Grupo Clarín bajo la autopista, en Constitución, arrastran una larga serie de irregularidades que vienen desde la última dictadura. El último favor político para sellar la ilegalidad lo hizo Larreta con una concesión por 30 años.
Las voces de las históricas luchas en Clarín
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¿Cómo se hizo la foto que le costó la vida a Cabezas?
En un nuevo aniversario del asesinato del reportero gráfico, su compañero Gabriel Michi cuenta la trastienda de la histórica foto: en el verano de 1996, el empresario Alfredo Yabrán camina junto a su esposa por la playa, en Pinamar. “Las fotos están espectaculares”, le había dicho Cabezas aquel día. Al verano siguiente apareció muerto en una cava.