Las voces de las históricas luchas en Clarín
por Lorena Tapia GarzónFotos: Victoria Cuomo
29 de abril de 2019
Desde la dictadura de Juan Carlos Onganía, pasando por el fatídico 1976, la hiperinflación del 89, los gobiernos menemista y de la Alianza, hasta estos días macristas. La historia de los conflictos gremiales en el diario más influyente del país, ubicado en plena ciudad de Buenos Aires contada por sus protagonistas.
Es miércoles 24 de abril. En la puerta del diario Clarín hay un festival multitudinario. Hace una semana se conocieron los 65 despidos en las redacciones de Clarín y Olé, cuando el edificio de Tacuarí al 1800 amaneció vallado y custodiado por cientos de policías del gobierno de la Ciudad. La redacción está de paro por 48 horas, una decisión tomada por unanimidad en una asamblea enorme encabezada por la comisión interna del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), reorganizada en 2012 después de años de persecución gremial. Es el tercer paro que hacen en una semana y es, también, una medida histórica: hacía 30 años que los trabajadores y las trabajadoras del diario no podían hacer una huelga.
“Es la misma metodología de genocidio sindical laboral que aplica esta empresa desde siempre, al calor de este gobierno conformado por los herederos de la dictadura que nos echó a nosotros”, dice Oscar González, ex delegado de Clarín entre el 72 y el 76, año en que fue despedido junto a toda la comisión interna, un mes antes del golpe cívico militar. Pocos meses después, ya sin organización gremial, la patronal despidió a 600, un tercio del personal. La Argentina de entonces era otra, pero la modalidad fue casi idéntica: el 3 de febrero, día que no dejaron entrar a los delegados, el edificio amaneció vallado y repleto de seguridad. Poco después algunos de ellos debieron exiliarse.
La charla con Cítrica se produce ahora, en medio de las protestas por los nuevos despidos. También está Pablo Llonto, delegado de Clarín entre el 84 y el 91, cuando la empresa le impidió entrar al diario y le inició cinco causas penales por una protesta salarial en la planta de Zepita. Se suma Virginia Márquez, periodista despedida en 2000 en otra avanzada patronal, de nuevo con ayuda de la policía, que dejó en la calle a 117 trabajadores y trabajadoras, y que la llevó a escribir el libro Periodismo de Infantería junto a Aníbal Ces, ex delegado despedido en la misma volteada. Ella fue miembro de la junta electoral que tres meses antes había elegido a una nueva comisión interna encabezada por Ana “la Negra” Ale, quien murió de cáncer en 2005 y cuya imagen se mantiene sonriente en un mural en la esquina del diario, en Tacuarí y Finocchietto, donde ahora sus ex compañeros rememoran la historia de lucha y organización en el diario.
“Es doloroso ver estas escenas otra vez, que pasen las décadas y que sigan y sigan. La famosa frase que dice que hay vida después de Clarín es totalmente cierta, pero con mucho dolor: hay familias que quedaron muy golpeadas, otras que se pudieron recuperar, otras que no”, dice Pablo, y se acuerda de la Negra que, además de compañera de interna y militancia, fue su pareja: “Lo que le pasó a la Negra me va a quedar siempre marcado, ella se fue convencida de que todo esto la hizo mierda. Seguramente no fue así, el cáncer no viene por los despidos, pero quién se lo sacaba de la cabeza… A estas basuras nunca les importó la cuestión humana, se sabe, pero duele”.
Lo que está pasando hoy es, en realidad, la continuidad de una política antisindical del diario
Pero también rescata “la parte positiva”: “Y es que estemos acá, que ustedes puedan contar esta historia, que hay una cantidad enorme de pibes peleándola adentro, que hay una comisión interna que se acuerda de la que peleó en el 2000, que esa a su vez se acordaba de la anterior, y así. Es esa cosa de ‘no van a poder, hagan lo que hagan, se van a acordar siempre de nosotros, de ellos, y de todo lo que se construyó acá’”.
Virginia, por su parte, recuerda los duros momentos que vivieron en el 2000, cuando intentaron reorganizarse gremialmente después del 91, y tuvieron que hacer las elecciones en la calle porque la empresa no se las reconocía. Más de 500 trabajadores votaron a la nueva comisión interna que, además de Ana y Aníbal Ces, también estaba conformada por Olga Viglieca, Gustavo Bruzos, Ariel Borenstein, Daniel Luna, Inés Ulanovsky, Mario Cocchi, Beatriz Blanco y Daniel Ponzo. “Nos echaron con un dispositivo de seguridad impresionante, palazos, helicópteros, filmaciones desde arriba. Ahora, a pesar de ciertas similitudes, veo condiciones más favorables, un sindicato como el SiPreBA que acompaña, la unidad de los trabajadores para hacer paros en Clarín que nosotros no pudimos hacer”, cuenta Virginia.
Quien no llega a la charla por otro compromiso es Eduardo Jozami, quien encabezó la comisión interna que también fue despedida en el 66 durante la dictadura de Juan Carlos Onganía. Pero envía su solidaridad: “Este conflicto que tienen hoy los compañeros de Clarín me trae recuerdos muy nítidos de un episodio del que ya han pasado más de 50 años. Pero lo que está pasando hoy es, en realidad, la continuidad de una política antisindical del diario que lo llevó a despedir sistemáticamente a sus comisiones internas y que ha motivado respuestas permanentes y denuncias por parte de los trabajadores de prensa y sus organizaciones. No cabe más que decir que soy absolutamente solidario con la lucha de los trabajadores de Clarín y que hay una tradición de lucha del gremio de prensa a los que ellos están rindiendo honor en este momento”.
Un largo camino de organización
Los despidos en Clarín forman parte de una línea de tiempo que coincide con momentos políticos, económicos y sociales propiciados por gobiernos que promovieron la flexibilización laboral y que sistemáticamente beneficiaron al Grupo, hoy transformado en el multimedios más grande del país.
En el 2000 nos echaron con un dispositivo de seguridad impresionante, palazos, helicópteros, filmaciones desde arriba.
No es casualidad que la historia de las avanzadas patronales se inicie pocos meses después del golpe de Onganía. Por entonces, Jozami era el secretario general de la comisión interna de Clarín y del gremio de prensa, que con la dictadura es intervenido. Pocos meses después, Jozami es despedido junto a sus compañeros delegados, entre los que estaba Víctor Voloch, desaparecido en el 78. Ese mismo año la empresa despide a otros 150 trabajadores de expedición y utiliza un método que desde entonces será también su marca registrada: el montaje de un amplio cordón policial para impedir su ingreso.
“Durante los 60 tuvimos varios enfrentamientos con Clarín, que se negaba a aceptar los derechos sindicales de su personal. Esto tuvo su expresión en dos grandes conflictos, en 1965 y 1966. Se formó entonces una comisión intersindical que tuvo una presencia muy importante en la empresa para impedir la omnipotencia de la patronal. Y esto finalmente cambió cuando vino el golpe militar”, recuerda.
Después de esa avanzada, a los trabajadores y trabajadoras de Clarín les costó algunos años volver a organizarse sindicalmente hasta conseguirlo en 1972, cuando votaron la comisión interna encabezada por Oscar Martínez Zemborain. “Con un grupo de compañeros nos dimos la tarea de reorganizar una estructura sindical que había sido desmantelada por un enorme proceso de represión interna y de despidos. Lo conseguimos al calor de la situación política, social y económica que se vivía a comienzos de los años 70 y coincidió con un cambio en la estructura y en la política editorial del diario: es el momento en que empiezan a ser desplazadas las viejas camarillas desarrollistas y viene una nueva gestión encabezada por (Héctor) Magnetto, un joven contador que venía de la Universidad de La Plata, y su amigo (José) Aranda, que siguen ahora eternizados ahí”, relata Oscar González.
Fueron años de esplendor para la organización sindical. “Logramos un fenómeno que fue discutir de forma simultánea el convenio colectivo de trabajo del gremio y, una vez conseguida la requisitoria que nos planteábamos para todo el gremio, seguíamos una discusión similar con Clarín. Es decir que había una doble discusión paritaria y logramos grandes avances salariales. Logramos espacio para la deliberación, logramos plena libertad para las asambleas y en los casos de conflicto extremo logramos la no aparición del diario. A la vez, hicimos una coordinación muy importante con el sindicato gráfico (Federación Gráfica Bonaerense), y con las coordinadoras industriales, desde Bagley hasta Ford”.
El preludio de la debacle fue en diciembre del 75, cuando los delegados se enteraron que la empresa había “convocado al servicio de inteligencia del Ejército, que irrumpió en la oficina de personal y se llevaron los legajos de los 13 miembros de la comisión interna”, cuenta Oscar. “En ese momento, esta gente era parte del dispositivo golpista, no es que se enteraban, sabían que se venía”.
Es doloroso ver estas escenas otra vez, que pasen las décadas y que sigan y sigan.
En febrero siguiente concretaron los despidos de los 13 delegados. Y a mediados de año se vino la ola de despidos más grande del diario, que pasó casi desapercibida por el reciente golpe cívico militar.
Lo que sigue fue peor. A la represión sobre periodistas, muchos de los cuales fueron detenidos y desaparecidos, y otros tantos obligados a exiliarse, se suma la intervención de la por entonces Asociación de Periodistas de Buenos Aires.
“Yo entré a Clarín en el 78, tenía 17 años. Entré a un diario de la dictadura, sin asambleas, sin nada, donde el 70% éramos colaboradores. Todavía había un pequeño grupo que tenía militancia política que nos empieza a abrir los ojos a los más pibes. El reclamo empieza a gestarse en el 80 por la efectivización de los colaboradores, con una organización mínima. Ese primer intento es detectado por la empresa y genera un primer despido en la dictadura que es a los cabecillas de ese movimiento sindical, entre ellos Alejandro Guerrero, Alejandro Fabbri y Gustavo Veiga, de Deportes. También echan a Alberto Guilis, que estaba en Internacionales. Hubo ahí una serie de asambleas, pero enseguida nos dejamos seducir por una ‘comisión de notables’ que se había formado, creyendo que por eso la empresa nos iba a dar bola. Entre los integrantes de esa comisión estaba Jorge Asís, que nos traiciona: arregla su indemnización por su lado y nos deja en banda”, rememora Llonto.
“El silencio dura poco tiempo”, dice. Enseguida viene Malvinas, el derrumbe de la dictadura, Alfonsín, el retorno de la democracia y “la resurrección sindical” en todos lados. “En el 83 empiezan a haber asambleas para formar la comisión interna. En febrero del 84 se hacen las elecciones: me eligen a mí como secretario general y la eligen a la Negra, que fue la tercera más votada, entre otros compañeros. Hubo muchísima actividad sindical y logramos formar una intersindical con las comisiones internas de los choferes, que eran del sindicato de Comercio; con los del bar, que eran Gastronómicos, y con los Gráficos, que nos dio mucha fuerza. La primavera duró hasta el 89, cuando iniciamos un reclamo salarial por la hiperinflación que en junio alcanzó el 183%. Pedíamos como mínimo ese 183% que habíamos perdido en un mes, pero Clarín nos ofrecía el 100%. La asamblea de la noche siguió hasta la madrugada y se decide tomar la planta en Zepita. Ese día (13 de julio) el diario no salió, la empresa se mantuvo firme y nos denunciaron por usurpación. Mandaron a Infantería y vino la jueza con una orden de desalojo. Ahí se rompe la asamblea: la mayoría votó por levantar la toma, tuvimos que agachar la cabeza y salir”.
Lo que sigue después es el derrumbe de la organización gremial. “Clarín no dio el aumento y empezó la derrota. Al poco tiempo la empresa me inicia las causas penales, pide mi desafuero, me impide el ingreso al diario en octubre del 91, y las medidas de adentro no alcanzan para revertir la situación. Seguí peleando judicialmente, ganamos en primera y segunda instancia la reincorporación, hasta que llega la Corte en el 99 que le dio la razón a Clarín, y me mandan el telegrama de despido”.
Los despidos en Clarín forman parte de una línea de tiempo que coincide con momentos políticos, económicos y sociales
Durante todo el menemismo la actividad sindical quedó completamente apagada dentro del diario. Hasta 2000, en pleno gobierno de la Alianza, cuando se retoman las asambleas autoconvocadas a raíz de algunos despidos. Surge entonces la necesidad de gestar una nueva comisión interna y echar a Carlos Quatromano y Rubén Camaratta, dos “delegados de la patronal” que habían quedado después del despido de Llonto. Las elecciones se hicieron en agosto, pero la patronal no las reconoció y tuvieron que hacerlas en la calle, en una combi. Ana Ale fue la candidata más votada y se convirtió así en la primera mujer en ser secretaria general de una comisión interna de Clarín. Entre las demandas estaban la reducción de las jornadas laborales de diez horas a las seis que marca el convenio de prensa, la efectivización de colaboradores, el cese de los despidos y la libertad sindical. Pero también, con la Negra a la cabeza, se impulsó la Comisión de la Mujer para reclamar por tratos discriminatorios a trabajadoras embarazadas y en período de lactancia. Todo un avance para la época.
“El día de las elecciones hasta Bonelli votó”, recuerda Virginia entre risas. Y agrega: “De todo rescato que ladrillo a ladrillo vamos construyendo, y cito a la Negra: ‘la organización vence al tiempo’”.
Al cierre de esta nota se conocía la noticia de que cuatro trabajadores despedidos la última semana habían sido reincorporados. La negociación con la empresa incluyó la creación de una bolsa de trabajo dentro de otras empresas del Grupo Clarín y el compromiso de la empresa de que no haya más despidos masivos en las redacciones durante 2019. Además, se consiguió la suspensión de la extensión horaria que la empresa había anunciado una semana antes de los despidos. Continúa el quite de firmas, el estado de asamblea permanente y la continuidad del reclamo por reincorporaciones. La lucha sigue.
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